Capítulo Uno

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CAPÍTULO UNO: REGRESO

WILLIAM

El peor sentimiento que alguna vez he sentido puede ser el sentimiento de impotencia ante no poder hacer algo en contra de lo que me estaba pasando en aquellos momentos. Lo único que quería hacer era gritar, desahogarme de la rabia que estaba experimentando gracias a estar siendo demandado por algo que había sucedido hacía más de tres años. Algo por lo que era completamente inocente.

Mordí mi labio inferior debido a mis nervios y sobre todo por lo que estaba por suceder. En unos cuantos minutos estaríamos aterrizando otra vez a la gran manzana para resolver un caso que al parecer no cerré por completo. Ella lo había vuelto a abrir completamente, queriendo obtener un solo propósito al hacerlo: verme a la cara una vez más. No entendía por qué formar parte de una cruel mentira le daría algún tipo de satisfacción.

Giré el rostro hacia la derecha encontrándome con los ojos mieles de mi castaña, quien no había dejado de gruñir de la impotencia ante la decisión del padre de sus hijos. Entendía que se estuviese sintiendo mal al saber que él estaría con ella, debido a que de esa manera me sentía yo en aquel momento.

«Señores pasajeros, acabamos de aterrizar en la ciudad de Nueva York».

Desconectar mis oídos de todo tipo de sonido exterior no me costó demasiado esfuerzo, debido a que lo hice en menos de lo pensado. Me incliné para juntar mis labios con la frente de mi mejor amiga, quien me ofreció una pequeña sonrisa para luego acariciar mi rostro con su mano derecha. Ambos nos quedamos así por varios segundos en los cuales continué depositando pequeños besos por su rostro, haciéndole cerrar los ojos.

Nuestra muestra de afecto nos hizo ganar miradas por parte de las personas en el avión. Quienes no paraban de comentar lo linda pareja que podíamos hacer mi mejor amiga y yo. Ella solo negó con la cabeza sonrojada, debido a que eran halagos a los que estábamos más que acostumbrados. No había momento en el que nos preguntasen cuánto tiempo llevábamos de casados, o comentar que derramábamos miel por todos lados.

Miré a la castaña una vez más, haciendo una mueca al recordar su discusión con el padre de sus hijos. Discutieron de una manera que jamás pensé apreciar con el padre de sus hijos, llegando a un momento en el que empezaron a gritarse de cosas con los dos sacándose temas que no tenían que ver con el problema principal. Lo peor que hice fue tratar de meterme a salvarlos de caer en la catástrofe, ya que el rubio empezó a decirme que yo también era la razón de su discusión, a lo que mi mejor amiga salió en mi defensa.

Después de muchos celos por parte de mi mejor amigo, terminó diciéndole a ella que estaría completamente soltero por todo lo que durara nuestro problema. Aquello fue mucho más que claro en otras palabras: «puedo estar con cualquier mujer que se me aparezca delante si me da la gana». Por supuesto que sé que lo decía en el momento de la rabia, porque él nunca le haría eso a su esposa. Mucho menos después de todo lo que tuvieron que pasar para estar juntos.

No ayudó que ella se alzase de hombros diciéndole que aprovecharía de su soltería repentina hasta el último de los segundos. Fue peor cuando metieron a los niños en el problema, ya que al final cada uno de ellos se llevó consigo a uno de los mellizos. Suspiré, pensando que podían llegar a ser demasiado explosivos cuando querían con el otro. Sus discusiones nunca tenían un solo camino, siempre terminaban desviándose y sacando cosas que supuestamente estaban en el pasado. 

Sentir el aire frío de la gran manzana otra vez después de mucho tiempo me cayó peor que balde de agua fría. Pero, aún así llegamos a mi apartamento sin tener algún tipo de problema. Fue recibido amablemente por el portero, quien no dejaba de comentar lo agradable que era tenerme en casa después de estos tres años.

Deseo Encontrado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora