Y todo empezó a caer, pedazo a pedazo, como si de un muro de piedra se tratara, perdiendo cada trozo, cada rincón que veía hasta donde alcanzaban mis ojos. Todo pasa como si lo estuviera viendo delante de mí, como una película a cámara lenta que termina con un triste final.
Me veía encerrada, como ahogándome en un vaso de agua, mientras seguía contemplando ese muro que caía frente a mi, y a la misma vez contemplaba a la gente que pasaba a mi lado; sin mirarme, sin darse cuenta de lo que a su alrededor estaba pasando, como si la única persona que se ahogara en ese vaso infinito de agua fuera yo, observando como los demás respiraban tranquilamente, sin miedo a que un pedazo de ese muro cayera sobre ellos.
Mi cabeza daba vueltas, no entendía la situación, no comprendía como podía salir de ese lugar y dejarlo todo como estaba antes: un muro perfecto, un lugar donde poder respirar y un vaso que no me aprisionara toda la vida. Pero no. Había comprendido que eso no pasaría. Había comprendido que ese paisaje que contemplaba, cada vez se arruinaría más, cada vez se haría más pesado, hasta que acabara todo con mi desesperación.
Y por fin cayo... ese muro que me sujetaba cayó, ese vaso que me envolvía se volvió más pequeño, y ese agua que me ahogaba llegó al límite. Y yo, pequeña, insignificante, me derrumbé con él. Creé mi propio refugio, donde capas y capas de duro cemento me envolvían, para no dejarme salir, para no dejarme vivir, y sobre todo, para no permitir que nadie pudiera llegar a donde yo estaba.
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Cuando piensas que tu mundo va a ser mejor..
Non-FictionDespués de muchos pensamientos, algunos tienen que ser transmitidos...