A la muerte

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Déjeme vivir un poco más, querida muerte, que no pretendo dejarla de lado ni escabullirme de sus dulces manos; solo le pido un poco más de tiempo en esta agridulce tierra de peregrinos.

No puedo irme aun, compañera del fin, ya que tengo que hacer reir a mi madre por mucho más tiempo, y escuchar los relatos de mi abuela mientras cocina con amor para mi. Aun a mi perra le faltan miles de caricias y palabras de amor, y aventuras con mis hermanos por vivir junto a una que otra disputa.
Aun tengo que aprender de la sabiduría de mi padre y de sus errores; me faltan mil sueños por soñar y puestas de sol por ver.
Aun me quiero enamorar de la vida, todos los días, infinitas veces; me queda una cantidad insuperable de lágrimas por drenar y sonrisas por regalar y por regalarme.

Cuando deje de temerte amada muerte, cuando me sienta plena y realizada lléveme al infinito donde seré menos que una ceniza, menos que un recuerdo, que una lágrima o un suspiro; pero lléveme luego, por favor.

Aun soy memorias y recuerdos, soy dulces melodías entonadas por ancestros y canarios, rayos de soles que no calientan y viento; soy viento, así como lo que nunca fue alguien ni lo que será jamás.

Me falta toda una eternidad más para aceptar mi final, así que piedad es lo que pido para su llegada, con la añoranza de que escuche esta plegaria entonada a la vida, déjeme vivir un poco más.

Déjeme vivir un poco más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora