Prólogo

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Desde el primer día lo supe.

Daniel era genuino, no podía guardarse nada, y mucho menos disimularlo. Era una de las características por las que me enamoré de él. Había transparencia con respecto a todas sus emociones, ya fueran enojo, celos, cariño, felicidad... cualquier emoción existente que él alguna vez sintió a mi lado, jamás pasó de largo. Rozaba la estupidez mi hermoso Daniel lleno de testosterona. Y no importaba.

Todos hablaban de sus defectos como si ellos fueran lo único que definieran a mi Daniel. Daniel me ayudó en la universidad cuando la mayoría me dio la espalda, fue mi salvavidas, me cortejo, me quiso. ¿Como rayos esperaban que reparara en que sus defectos no solo serían un problema en el futuro, sino que serían detonadores?

Me gusta pensar que Daniel creyó que mi corazón era tan grande que lo podía entender, me gusta pensar que Daniel pensó antes de hacerlo y dijo para sí: "mi Giselle lo entenderá, entenderá que mi cabeza controló mi cuerpo y entenderá que solo quise a Cara para una sola vez.... no volverá a pasar." Luego la lujuria pudo más que él, y repitió sus encuentros con Cara más de lo debido porque no pudo evitarlo, pero mientras lo hacía pensaba en mi corazón bondadoso y que aun querría estar conmigo después de eso porque Cara era un puta y yo era su prometida que lo amaba.

El que haya pensado eso no le quita lo bastardo, y no habría continuado con la boda, pero al menos hubiera sido mejor. Mejor que lo que me dijo.

—Giselle —pausó. Alex vino corriendo a mí, saliendo de nuestra habitación, por alguna razón gruñendo suavemente y al mismo tiempo recargando su cabeza en mi regazo, Daniel desde su propio asiento al otro lado de la mesa, suspiró. Le costó mucho trabajo, pero al final me miró a los ojos. Un escalofrío estremeció mi piel y endureció mis músculos—. Quiero cancelar la boda.

El que predijera lo que iba a decir no hacía más fácil digerir el torbellino de emociones que me sobrevino. Y lo que más me dolió más fue él dijo las palabras que yo quería escupirle.

El jarrón sobre el centro de la mesa de pronto tuvo un propósito que no me implicará a mí aceptando la basura de regalos de mi ex-suegra, y salió volando, pegando justo en el rostro de mi ex-novio. El sonido de su nariz griega rompiéndose resonó en mis oídos satisfechos.

Y mientras veía a Daniel salir a trompicones del departamento con su nariz sangrando y el perro ladrando para que se fuera, fue obvio para mí que Daniel no pensó en mi corazón bondadoso mientras jodía a Cara.

El bastardo había pensado en lo mucho que le gustaba Cara, y en que quería cancelar la boda.

Para causar un problema se necesitan dos personas, excepto que en este problema había una adición.

Oh, Daniel. Me partiste el alma.

Corazón enfermo (LÉSBICO)Where stories live. Discover now