Hace un par de meses, desde que vi aquel mensaje en el grupo de tus amigos, empezó a clavarse en mi corazón y en mi cabeza, esa espinita de duda, de miedo, de dolor.
Sabia que era un obstáculo en tu vida, sabía que estaba haciendo que te perdieras de muchas cosas que para un adolescente iban a ser la clave de sus recuerdos. Vos, sin embargo no me querías escuchar, no querías aceptar lo que estaba pasando, suplicabas que no me alejara y jurabas amor eterno.
Al principio te pedí un tiempo, quizás funcionaba por si solo, y terminabas por no querer volver, pero éramos tan carnales, no pudimos resistir ni una semana sin vernos, besarnos, tocarnos, amarnos. Así intenté varias veces, pero nuestra unión era terca, nos necesitábamos.
