Aquella voz, ya lo había escuchado hablar cuando el joven le pedía los cafés, pero Saerin en ese instante quedó cautivada por su voz. Era grave, e intensa y en un primer momento parecía mentira que de un rostro tan angelical pudiera surgir una voz tan profunda como esa.
Saerin soltó una pequeña risilla nerviosa ante la ocurrencia del joven de preguntarle dónde vivía. Este simplemente ladeó la cabeza, miró por la ventana y se levantó dispuesto a irse. Ya en el marco de la puerta se detuvo un instante, dió media vuelta y se dirigió con paso firme hacia Saerin.
- ¿Sabes quien soy?- preguntó con el ceño medio fruncido.
-¿Sabes quien soy yo?- replicó cortantemente Saerin, quien al instante se regañó por su forma de ser.
El chico, lejos de molestarse por aquella contestación se rió y se dirigió hacia la puerta.
- Hasta mañana- dijo con una sonrisa en los labios.Saerin llegó a casa tan cansada como siempre, tarde o temprano ese estresante horario acabaría por matarla. Se sentó en el sofá completamente abatida. Aún había cosas por hacer, pero necesitaba dos segundos de tranquilidad. Miró fijamente al techo y su cabeza se puso a pensar. Ese mes tampoco tendría suficiente dinero para darse algún capricho. El alquiler había subido ligeramente y en ese momento se veía apurada a la hora de pagarlo. No quería pedir un aumento en la cafetería, pero debería hacerlo. Con una sonrisa triste Saerin soltó un bufido.
- Mataría por comerme un pastel de nata.
Trabajaba día y noche pero la triste realidad era esa, apenas tenía para vivir. Llevaba días fingiendo no tener hambre para que Boom no se diera cuenta de que su valda de la nevera estaba completamente vacía. Su único almuerzo de esos días habían sido las galletas de canela que se servían con el café y un par de capuchinos fríos a las seis de la tarde.No se puede vivir sin comer en condiciones, y el cuerpo de Saerin se lo dejó muy claro cuando a la mañana siguiente se despertó enferma. Apenas podía levantarse de la cama, la cabeza le dolía horrores y sus ojos parecían más cerrados de lo normal.
- Eso parece un resfriado de narices, bueno de narices y de cuerpo entero- Rio Boom ante su ocurrencia- ¿Quieres que te compre unas aspirinas?
- No hace falta, realmente no me encuentro tan mal. Simplemente no he dormido mucho.
Aquella mañana no acudió a clase, no se veía con fuerzas. Necesitaba esas aspirinas urgentemente, pero Saerin no quería admitir que no tenía ni una sola moneda en su cartera.
Por la tarde se obligó a ir a trabajar, tenía que ir si o si. Tampoco fue la mejor opción del mundo. Sus sentidos no estaban al cien por cien. Tiró un par de tazas, se equivocó con algún pedido y al final de la tarde acabó por caer rendida sobre el mostrador.
Fue un sueño realmente placentero y revitalizante. La televisión estaba encendida y de ella sonaban las canciones del momento. Saerin no hizo ni el mínimo caso hasta que una de ellas se introdujo dentro de su sueño. Tenía una melodía suave y dulce y poco a poco está se fue uniendo y formando una fantasía dentro de su mente. Curiosamente en aquel sueño también aparecía el misterioso chico que siempre acudía al cerrar la tienda. Saerin abrió los ojos repentinamente para darse de bruces con él, con el chico que siempre acudía al cerrar la tienda.
- ¿Durmiendo en horas de trabajo?- Dijo con una sonrisa en la boca.
El primer día le había parecido un chico frío y serio, pero cada día y con cada sonrisa sus pensamientos sobre él cambiaban. La realidad era que ese día Saerin no estaba de humor y aquella pregunta no le sentó del todo bien. Puso mala cara y se dispuso a preparar lo de los días anteriores sin importarle si aquello era lo que el joven quería.
Colocó firmemente el café frente a él y se escondió en la trastienda. No quería hablar, solo quería que aquel dichoso dolor de cabeza desapareciera de una vez. Con las manos en las sienes y al borde de las lágrimas escucho como el joven se levantaba y se iba de la tienda sin apenas haber probado el café. Por un lado Saerin se sentía mal, pues sus malos humos habían hecho que la cafetería perdiera un cliente, pero por otro se alegraba de poder cerrar la tienda pronto.
La persiana parecía pesar más de lo normal, y en las condiciones en las que se encontraba Saerin le era imposible cerrarla. Sus ojos volvían a estar vidriosos, la fiebre debía estar subiéndole y aquel contratiempo no la ayudaba a sentirse mejor.
De repente una mano sujetó a su lado con fuerza la persiana y la bajó grácilmente. Saerin extrañada, se giró para ver quién era su salvador, para encontrarse de nuevo de bruces con el chico de la cafetería.
- No pensaba que fueras a cerrar tan pronto- dijo suavemente- Mi café sigue ahí dentro.
Saerin se disculpó y se dispuso a abrir nuevamente la tienda, pero el joven la frenó.
- No hace falta, era broma.
De uno de sus bolsillos sacó una pequeña cajita de cartón y se la entregó a Saerin.
- No te vi con buena cara y pensé que igual te vendrían bien.
Saerin cogió la caja y en un momento se le iluminó la mirada. Nunca habría pensado que una caja de aspirinas pudiera ser el mejor regalo que un chico pudiera darle.
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El momento que decidí |Kim Taehyung
FanfictionSiempre había temido no saber lo que era el amor. Ninguna persona antes había provocado algún sentimiento en ella. ¿Acaso no sabía cómo actuar y por eso no sabía sentirlo? Esos pensamientos terminaron pronto. En cuanto lo conoció a él, fue el moment...