Capítulo 1

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10 de septiembre, 2017

   Durante estos meses, se podría decir que me he sentido como una mierda. Si el día de la noticia lo pasé mal, no os podéis imaginar el día del funeral. El peor día de mi vida.

   Lo he pasado muy mal; nada más que recordaba a mis padres. En cada cosa que hacía y/o pensaba. No creo que lo supere. Durante este tiempo como huérfana, me he alojado en casa de Aria. No sé cómo agradecerse ese favor que me ha hecho. Pero ya va siendo hora de que deje de ser una carga. De dar lástima. He evitado a toda la gente del pueblo con tal de no responder a cualquier pregunta absurda de mi estado de ánimo. Como si no supieran cómo estoy... Algunos sí que se preocupan por mí, pero otros quieren quedar bien y no sé distinguir a esos dos tipos de personas. Pero ya va siendo hora de levantar cabeza, sonreír y decir: Sí, estoy mejor. Lo superaré. Tal vez al final hasta me lo crea... quién sabe.

   Me despedí de la fabulosa familia que me había acogido y les di mil y un besos y agradecimientos. Sí, me voy. He solicitado plaza en un internado de Washington, donde podré cursar el primer año de universidad, cogiéndome la carrera de filología inglesa. ¿Qué por qué me voy tan lejos? No tengo bastante presupuesto para alquilarme un piso en Nueva York y pagarme la universidad. Los padres de Aria me dijeron que me quedara pero... Algún día tenía que llegar el día que me independice. El caso es que el único sitio que podía pagarme era ese. El Internado de Washington. No sé cómo me irá pero... Mejor que aquí, seguro. Tal vez no tenga tantos recuerdos. O sí. Y cuando menos me lo esperaba, ya estaba volando en el avión.

   Después de casi una hora y media de vuelo, toqué tierra firme. Cogí mi equipaje y llamé a un taxi para que me llevara.

   Tardé en llegar al internado más que el anterior viaje en avión. Pagué al taxista y me quedé observando aquel edificio tan...  espeluznante. Daba escalofríos. Llamé. No contestaron.

-  ¿Hola? - Dije.

   Nada. Hasta que vi un cartel donde ponía:

   La hora de entrada en El Internado de Washington será el domingo por la mañana desde las 10h a las 12h. A partir de esa hora, el recinto estará cerrado. Los que hayan hecho tarde podrán asistir el lunes entre las mismas horas, con causa justificada.

   Atentamente, el director.

   Mierda. Son las ocho de la noche. ¿Cómo no se me ocurrió consultar el horario? Bueno, tengo la causa del avión... Sí, diré eso. Pero, ¿Dónde paso yo la noche? Además, estoy muerta del hambre...

   No sé cómo, ni por qué, miré a la parte izquierda del bosque que rodeaba el edificio. Había una cabaña, así que me dirigí hacia allí. Tardé unos cinco minutos en llegar, y una vez allí, llamé a la puerta.

- ¿Hay alguien ahí? - Pregunté un poco asustada. Aún hacia un poco de Sol, pero si no me daba prisa en buscar un sitio donde poder pasar el resto del día, se haría de noche.

   No contestó nadie, así que decidí abrir la puerta. Estaba abierta. Mis ojos contemplaron aquella casa de madera vieja pero aseada. No hace mucho que alguien había estado aquí. Había un armario de cocina, un armario al lado de la cama y otra puerta. Dejé mis maletas y mis cosas en el piso y abrí la puerta pensando que era el baño. Pero no. Era una habitación pequeña, con cadenas enganchadas a la pared. ¿Quién vivía aquí?

  Me esperé sentada, no quería hacer nada sin saber quién vivía aquí. No cené, no pensaba tastar esa comida sin saber nada de todo esto. Hasta que caí en un profundo sueño...

   Después de una hora, me desperté sudando. Empecé a oír extraños ruidos fuera de la cabaña. Me levanté sigilosamente y me encerré en esa habitación pequeña, tan extraña. Sabía que no era una gran idea porqué me pillarían igual, pero más valía eso que nada.

   Oí que alguien abría la puerta de madera y empezó a gritar. A aullar. ¿Iba con un lobo? Retrocedí hasta encontrarme con la pared. Hice un ruido demasiado fuerte para un recinto tan pequeño. De repente, los ruidos extraños de gritos pararon. Empecé a escuchar pasos. Cada vez más fuertes, lo que significa más cerca.

   De repente mis ojos estaban fijos en aquel hombre, cuya cabeza era la de un lobo. Bueno, del todo no. Una bestia.

- Por favor, no me hagas daño... - Dije llorando y entrecerrando los ojos.

   Pero ya era demasiado tarde. Aquella bestia me mordió en la pierna derecha, dejando ver una herida de mordisco enorme con muchísima sangre.

   Me desmayé. No sé si por la sangre, por el dolor o por lo asustada que estaba. Pero caí inconsciente contra el duro suelo. ¿Sería ese mi final?

   Abrí los ojos. Me encontraba tumbada en la cama de esa cabaña, con la pierna vendada. Con un terrible dolor de cabeza. No me acordaba de nada. ¿Qué me había pasado? ¿Quién me había curado?

- Menos mal, ya te has despertado. Iba a llevarte al hospital. - Dijo una voz masculina.

- ¿Quién es usted? ¿Qué me ha pasado? - Dije recomponiéndome.

- Estaba talando árboles cuando empecé a oír extraños ruidos. Me dirigí y te vi desmayada en el cuarto, con una herida enorme en la pierna. Por cierto, soy Logan.

- No recuerdo nada. Solamente que estaba asustada, me encerré en ese cuarto y... Ya está. ¿Qué son esas cadenas? Em... Yo soy Kylie.

- Heredé esta cabaña por parte de mi padre. Ya estaba así. Nunca lo he sabido... He intentado quitarlas de ahí, pero nunca he podido... - Dijo.

- ¿Me puedes decir qué hora es? - Pregunté al recordar el horario del internado.

- Son las siete y media de la mañana. Si lo dices por la entrada al internado, tranquila, aún queda. Si quieres volver a dormirte, no hay problema.

- Vale. Muchas gracias. ¿Vives aquí? - Al fin y al cabo, parecía buen chico. Además, me había curado.

- No. Ayer hice tarde y no tenía dónde alojarme, así que recordé esta cabaña y vine.

- ¿También vas al internado?

- Desde los nueve años. Mi madre murió al nacer yo y mi padre murió un mes después, por un accidente de avión.

- Vaya... Lo siento mucho.

- Tranquila, no recuerdo nada más. Simplemente sé lo que me ha contado mi tía.

   Desayunamos y me contó anécdotas sobre este sitio. Con eso pasaron las horas y a las diez nos dirigimos a la puerta del colegio.

   Si os preguntáis qué me pasa en la pierna ahora, no sabría explicarlo. Logan me quitó la venda para cambiármela y la herida había desaparecido. ¿Se lo había inventado?

Manu Rios como Logan


El secreto de KylieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora