Capítulo Dos: Fingir

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Karin no pudo evitar jadear al vislumbrar por primera vez la Sociedad de Almas, o más específicamente el Seireitei. Era increíblemente enorme y majestuoso, aunque no esperaba que se viera tan... de hace varios siglos atrás... Este lugar debería actualizarse.

"Pff, no, gracias. No quiero ni imaginar lo que harían todos estos mocosos con una cuenta de Facebook..."

"Oye, ¿tú en serio eres un guardián celestial o lo que sea que Toshiro te llamó? Porque suenas como un anciano cascarrabias." Era extraño hablar con alguien en su mente, pero visto y considerando que el dragón no había cerrado la boca desde la última media hora, ya se había acostumbrado un poco.

"Una cosa que mi amo y yo tenemos en común." Eso último hizo soltar una risa a Karin. "Como sea, mocosa. Te diré qué camino tomar para llegar al décimo escuadrón. Escucha con atención que es fácil para los novatos perderse por aquí." Ella tomó su consejo con toda seriedad y escuchó atentamente sus indicaciones.

Caminó tranquilamente por donde le indicaba, pero después de varios minutos de largas caminatas y lugares iguales comenzó a inquietarse bastante y preguntarse si realmente era buena idea escuchar a este dragón.

"¿Seguro qué sabes de lo que estás hablando?", cuestionó como solo para asegurarse.

"Por supuesto", se oyó profundamente ofendido. Que sensible... "Sería más rápido si supieras usar Shunpo, pero como piensas ir caminando seguro nos tardemos unas horas..."

-¡¿HORAS?!- no pudo evitar chillar en voz alta.

"No tienes que gritar, no podría estar más cerca de ti, ¿sabes?", bufó sarcástico la zanpakuto. "Y si te horroriza tanto la idea de tardar horas en llegar entonces empieza a correr, mocosa."

...Este dragón ya comenzaba a desagradarle...

"¡Oye, escuche eso!"

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Ahh... la paz de no tener a Hyorinmaru molestándolo por cada pensamiento era lo único bueno que Toshiro podía hallarle a esta situación tan rara e incómoda. A saber la tortura con la que la pobre e ingenua Karin tendría que lidiar estando en manos de su altanera y socarrona zanpakuto.

Bueno, esa era solo una pequeña ventaja en comparación a todos los problemas a los que tenía que enfrentarse ahora, pero ¿qué tan difícil podría ser fingir ser Karin? Tenían mucho en común y la conocía muy bien, no debería ser peor que tolerar el papeleo... Oh, eso era otra ventaja.

Pobre, pobre Karin...

Ahora solo debía aprender a acostumbrarse a la sensación de estar en un cuerpo femenino que para colmo le resultaba atractivo y sobrevivir manteniendo los pensamientos sucios lejos de su mente pura para poder regresar a su cuerpo sin sentirse un violador.

Sencillo.

Estaba a solo una cuadra de la clínica Kurosaki cuando oyó silbidos provenientes de una banda de chicos de la acera del frente.

Frunció el ceño y pesé a su furia trató de ignorarlos, pero cuando tiraron el primer comentario obsceno una vena se hinchó en su sien.

Rápidamente y sin dificultad lanzó un hechizo Kido hacia la pandilla, lo suficientemente fuerte para impactarlos contra la pared pero no tanto como para matarlos ni para agotar el cuerpo de Karin. Pero, no conformé con eso, no pudo evitar acercárseles y patear a cada uno en la entrepierna porque ¿cómo se atreven?

¡Karin era suya, malditos bastardos!

Memorizó sus caras, todavía demasiado furioso. Cuando volviera a su cuerpo les daría una lección más detallada sobre cómo no osar tener ese tipo de pensamientos sobre su chica.

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