Capítulo Tres: Él o ella

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Sí estar en el cuerpo de la chica que le gustaba teniendo que convivir con su sofocante familia ya era lo bastante malo, ir a la escuela a convivir con sus amigos y tener que soportar a los profesores tratándolos como mocosos ignorantes era simplemente inconcebible.

Casi se había dormido unas cinco veces de lo aburrido que estaba por esas clases inútiles (bueno, eso y que ayer casi no había dormido por estar husmeando en la libreta de Karin) y ya se había ganado el regaño de varios profesores molestos.

Bostezó tratando de no volver a cabecear por el sueño y no le quedó de otra que prestar atención a lo que el profesor de matemática estaba diciendo. Eran solo unas ecuaciones mediocres de bajo nivel, aburrido…

Volvió a bostezar y miró por la ventana, su mente por un momento perdiéndose en agradables recuerdos sobre Karin. Era increíble que hace solo un par de días hubiera estado torturando su mente por la idea de declararse y ser rechazado y ahora supiera que sus sentimientos eran correspondidos y hasta había llegado a darle un beso… técnicamente también ya hasta la había desvestido, pero no lo contaría, aún eran bastante jóvenes para sucumbir a las hormonas de ese modo y…

-¡Kurosaki! ¡Kurosaki!- le tomó un momento darse cuenta de que realmente lo estaban llamando a él y rápidamente volvió su vista al irritado profesor que sostenía una tiza en una mano y un borrador en la otra y parecía estarse conteniendo de lanzarle ambos objetos, para su suerte, porque si llegaba a pescar a alguien haciéndole el mínimo daño a Karin lo mataría no importa quién sea. -¡Ya me tienes harto siempre espaciando en clase! ¡Quiero que te pongas a resolver todas las ecuaciones del pizarrón! ¡Ahora!- sonrió triunfante cuando puso mala cara.

Obviamente este profesor ya estaba resentido contra Karin, no debería sorprenderse de que ella fuera tan mal portada, teniendo en cuenta su carácter siempre desafiante.

-Sí, sensei.- dijo entre dientes, odiando llamar a ese estúpido humano de modo tan respetuoso.

Rápidamente tomó una tiza y solo basto un vistazo a las ecuaciones para saber su respuesta inmediatamente, ¿en serio solo eso enseñaban a un grupo de jóvenes que fácilmente podrían tener un desafío mayor? Mediocre.

Rodó los ojos y sin siquiera fijarse lo que escribía anotó las respuestas y volvió a su lugar dejando la tiza en la mano del boquiabierto profesor irritante.

-K-Kurosaki, no sabía que estabas a ese nivel…- se ajustó los anteojos observando pasmado la pizarra. -¿Desde cuándo te gustan las matemáticas?- ahora lo miró a él con gesto incrédulo.

-Umm…- cayó en su error, rayos, debería disimular más. –Tome algunas clases particulares…- no se le ocurrió algo mejor que decir.

Por el resto del día, pesé a su mejor esfuerzo por fingir no tener todo el nivel que tenía, el no querer dejar a Karin como una ignorante lo obligó a no tratar de quedar como un completo imbécil, y al parecer para los profesores una alumna no-completamente-imbécil significaba una genio en potencia.

Así que sí, acabó llamando mucho la atención todo el día, y también recibió varias invitaciones para muchos clubs de nerds en la escuela, y en los deportes arrasó debido a su mucha mejor coordinación a la que la chica que le gustaba pudiera alguna vez siquiera desear tener.

Volvió a la clínica arrastrando los pies con desgano y refunfuñando cosas acerca de odiar la escuela, cosa que la gemela de ojos mieles no pareció encontrar extraña, al parecer era algo que Karin hacía a menudo.

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Rangiku estaba confundida, muy confundida, extrañada, perpleja, incrédula y hasta sobria de la sorpresa de encontrar la actitud de su pequeño capitán normalmente adorable y gruñón bastante inusual en estos últimos tres días desde que regresó del mundo humano.

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