2. Tu decisión

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Cuatro paredes, manchas de humedad por todas partes, una sola e insignificante luz que alumbraba parte del lugar, un espacio chico e incómodo para alguien claustrofóbico. El piso era áspero y helado al contacto con mi cuerpo cada vez que intentaba recostarme y conciliar el sueño.
La manta se hizo mi mejor amiga hasta el momento, creo que sin ella no podría haber pasado la noche, si es que estoy en lo correcto. No tenía noción del tiempo y eso me confundía y desorientaba completamente.
Suspiré profundo e hice una expresión de dolor y toqué levemente la herida en mi mejilla.
De un momento a otro, mi visión se centró en la silla.
Le faltaba una de sus patas de madera.
Me desesperé y fui por ella, la tomé firmemente entre mis manos pero después pensé en lo ridículo que sería ésto.
Seguramente él tenía un arma, o peor aún, de seguro deberían de haber muchos más hombres que custodiaban el lugar por fuera.
¿Qué posibilidades podía llegar a tener yo con una pata de madera?
Rodé mis ojos y la arrojé a un costado.
El sonido de la puerta me hizo brincar del susto. Me cubrí con la manta y me dirigí a una esquina de la habitación, me quedé allí en silencio.

—Me dijeron que no quieres cooperar, ¿Eso es cierto?

Me acerqué lentamente hasta la luz, para poder tener una visión completa del rostro de aquel hombre.
Lo primero que noté, fueron sus canas brillantes y poco después el elegante traje que llevaba consigo.

—Solamente digo que tienen a la persona equivocada.

Éste me miró de reojo con un brillo de diversión en ellos.
—Admiro tu valentía, aún con miedo en tu interior, te mantienes firme. Y se puede notar que no das el brazo a torcer tan fácilmente.

—Acaba de describirme —dije mirándolo con asco y disgusto.

Cuando vi que sacó una pequeña navaja de su bolsillo, unas oleadas de calor comenzaban a recorrer cada fibra de mi cuerpo.
La colocó en el suelo y la pateó hasta mí.

Sin entender nada lo miré desconcertada, al mismo tiempo que mantenía el contacto visual con la navaja al lado mío.
—¿Qué quiere?

El hombre rió y elevó su mano a un costado.
—No es lo que yo quiero, sino lo que usted quiere. ¿No desea agarrar aquel filoso objeto y usarlo en mi contra? ¿O con cualquiera que aparezca por aquí? Es su decisión.

Apreté mis labios y lentamente me incliné para tomarla entre mis manos.
—No soy como ustedes —dije al mismo tiempo que le arrojaba la navaja al lado suyo.

El hombre miró mi reciente acto sin creer lo que sus ojos estaban presenciando.

—¿Dónde están? Gabriela, ¿Dónde?

Negué lentamente sin entender nada y apreté aún más fuerte la manta en mí. —¿Dónde están que cosa?

Su mano con la navaja rozó mi brazo derecho y largué un pequeño grito.

—¡Basta! —grité llorando, mientras me alejaba hacia un costado —. ¡No se de que hablas!

El hombre largó una carcajada.
—Tu decidiste ser torturada por voluntad propia, fue tu decisión.

Sin previo aviso, rozó la navaja en mi mejilla.
Llevé mis manos a mi rostro y largué un llanto desesperado, luego de unos segundos, sentí sus dedos en mi muñeca al mismo tiempo que me chocaba en contra de la pared.

—¿Qué fue lo que te dijo tu Tía aquel día?

Su pregunta me llevó por sorpresa y traté de hacerme la indiferente.
—No sé de que hablas.

—Bien, déjame ver si puedo ayudarte a recordar.

Dicho eso, hundió levemente la navaja en mi brazo mientras hacía presión segundo tras segundo.
Mis gritos no tardaban en aparecer, traté de aguantar el dolor pero me fue imposible.
La puerta se abrió de nuevo.

—El tiempo acabó Andrew. Vete —dijo la voz del chico con chaqueta negra.

El hombre se retiró dejándome totalmente aturdida con mi brazo cubierto de sangre.
Unas lágrimas silenciosas se derramaban por mis mejillas y caí rendida al suelo.
¿Todo ésto por lo de mi tía? Así que era verdad y yo no le creí...

Antes de salir, el tal Andrew largó unas cuantas carcajadas.
—Unas veces más y haremos hablar a Brush.

No le dirigí ni la mirada, sólo esperé a que se fuera para recobrar el aire que había perdido hacía unos minutos atrás.
La puerta se cerró y el sonido retumbó por toda la habitación.

ANTES:

Tomé la mano de mi tía fuertemente y la miré fijamente.
¿Qué ocurre? Dime por favor.

Tus papás —sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas —. No murieron en el accidente.

Sonreí de costado y largué una pequeña risa, al mismo tiempo que me soltaba de su agarre.
—Ésto no es gracioso.

Mi tía pareció molestarse y me miró seriamente mientras unas lágrimas se derramaban por su mejilla.
—¿Cómo crees que bromearía con algo así Gabriela?

Negué rápidamente mientras caminaba de un lado a otro.
—¡No! —la señalé —. Mis padres murieron en un accidente de auto, yo iba con ellos.

Eras pequeña Gabi, tú no te acuerdas de nada —mi tía suspiró.

¿Por qué me haces ésto? —apreté mis labios.

Porque sino nadie más lo hará. Y necesito que te protejas tu sola a partir de ahora. Ya que a mí no me queda tanto tiempo.

La miré anonadada.
—Estás perdiendo la cabeza tía Loren, lo siento pero es verdad. Iré por una enfermera.

Tus padres murieron ocultando un secreto, un secreto familiar, el cual no se lo tienes que decir a nadie que no sea de suma confianza.

Saqué la mano de la perilla de la puerta y giré sobre mis talones.
—¿Secreto? ¿Qué secreto?

Mi tía se acomodó en la camilla y apretó sus manos.
—Tienes que jurar por tu vida que no dirás nada.

Una oleada de calor recorrió todo mi cuerpo mientras que unas lágrimas rebeldes se deslizaban por mis mejillas.
El miedo de la curiosidad me invadió por completo.

Lo juro.

AHORA:

—Tu comida —su voz interrumpió mis pensamientos.

Negué lentamente y sin fuerzas le hice un ademán con las manos para que se fuera.

El chico suspiró en una ronca respiración y negó lentamente.
—¿Volvemos a lo mismo?

Su mirada fría no llegó a intimidarme, por lo que decidí hacer oído sordo.
No recordaba cuando o en que momento, pero se fue y regresó con unas gasas y alcohol.
Sin siquiera preguntarme comenzó a limpiar mis heridas.
Me ardían mucho pero como estoy totalmente agotada y no tenía fuerzas para quejarme.

—Mira niña, mi trabajo es mantenerte viva hasta que se sepa la verdad. Nos ahorrarías un favor si comes.

No le dije nada solo mantuve la mirada perdida en el mismo lugar desde que me senté aquí.
Luego de que me vendara, se fue y cerró la puerta fuertemente. No me di cuenta hasta que giré mi cabeza un poco y vi que me había dejado el plato con un poco de puré y pan.
Mi mentón comenzó a temblar y comencé a perder mis esperanzas para seguir viviendo.

SECUESTRADA © [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora