Cada tanto se veía volar al dragón blanco por encima de las copas rojizas de los árboles y de los techos bajos de paja. Tristán ya estaba acostumbrado a su poderosa imagen, pero él no sentía miedo como el resto de los aldeanos de Ordartya, sentía respeto. Ese magnífico animal controlaba las vidas de todo el reino y hasta ahora nadie se había atrevido a cuestionarlo.
Pero él no era nadie. Tristán era el hechicero que estaba listo para liberar a Ordartya de su prisión y entregarla al verdadero rey. Tenía el poder en sus manos, el secreto para prevenir los horrores que algunos otros como él había previsto. Sí, Kilgharrah tenía que morir, lo haría; Tristán estaba allí para eso.
Se pasó las manos por la cara, mientras se alejaba de la ventana. Matar a un dragón no era tan posible como se puede creer, no cuerpo a cuerpo, y tampoco un hechizo podría con un ser así, de esa forma. Para matar a un dragón había que matar a su complemento, a su enlazado, a su alma compartida, al corazón del dragón. Hacía dieciocho años que Kilgharrah estaba ligado a una mortal en especial: Nyneve, la hija bastarda del fallecido rey. Para matar a ese dragón había que matar a Nyneve.
Suspiró y se acomodó el largo cabello rubio detrás de la oreja. Necesitaba atárselo para poder verse más presentable, aunque él estaba acostumbrado a la naturaleza desprolija y menos elegante de los druidas. En Ordartya, y cuando uno estaba a punto de subir a los camarotes de la reina Nyneve, tenía que acomodarse a la situación.
Consiguió una cinta de cuero y levantó la bandeja con una sola mano. No había necesitado mucho para arrebatarle el trabajo a una pobre condenada que apenas vivía para servir a la reina y tampoco había sido tan difícil convencer al cocinero de que él era el mejor para atender a la señora, incluso aunque fuera un hombre.
Cuando la gente estaba bajo embrujos cualquier cosa era posible y Tristán era muy bueno en lo que hacía, por eso tenía esa misión. No había nada de qué preocuparse, se dijo mientras alcanzaba las escaleras, todo eso estaba escrito en el firmamento: era su destino, para eso había nacido. Otros magos estabas destinados a enseñar a otros, algunos ya sabían que su papel estaba en los bosques, guiando almas en pena o protegiendo a las criaturas que allí habitaban, y él estaba allí alistándose para matar a una reina bastarda.
Subió lentamente, balanceando la bandeja de plata y madera en el aire. Al llegar al último piso, a los aposentos de la reina, se detuvo para observar su reflejo en un cristal de una ventana cerrada. Nyneve tenía que impresionarse con él, tenía que desearlo. No podría bastar con un encantamiento, porque aquellos que comparten el corazón con un dragón no son simples humanos. Son algo un poco más allá de los mortales que pisaban la tierra.
Algo más, como él.
Tocó la puerta suavemente, aclarando la garganta y cerrando y abriendo los ojos azules, mentalizándose. Nunca había pensando que tendría que cumplir el papel de galán, de mejor amigo, de protector, de asistente… de lo que sea que Nyneve necesitara.
Escuchó, apenas, la voz suave de la reina permitiéndole la entrada y empujó la puerta de madera. Las cámaras de la reina eran mucho más acogedoras que las partes bajas del castillo. Los ladrillos de roca gris estaban revestidos con estandartes azules con el símbolo del dragón blanco. Las cortinas apartaban el frio de las ventanas y los suelos estaban cubiertos con alfombras mullidas y suaves de pelo.
Nyneve estaba sentada en una butaca de madera labrada y adornada, junto a la ventana, con el cabello blanco cayéndole por encima de los hombros. Tristán no la había visto nunca antes, solo se la habían descrito, pero nada lo hubiera preparado para lo que la imagen de la muchacha provocó en él.
Nunca le habían dicho que Nyneve era tan hermosa, tan delicada, tan angelical. No sabía si era el cabello blanco y brillante, o los ojos verdes y redondos, o los delicados pómulos sonrosados, pero sin duda ella era la viva efigie de un ser de otro mundo.

ESTÁS LEYENDO
Dragón blanco, sangre negra
Short StoryTristán tiene una misión entre manos: matar a la reina Nyneve y así acabar con la tiranía del dragón blanco. Sin embargo, Nyneve se le mete debajo de la piel y ahora esta en sus manos decidir por futuro del reino o por la muchacha de la que se ha en...