Amigas.

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Elizabeth se encontraba cerca del pequeño río, habían pasado horas desde que llego a ese lugar, pero se negaba a pensar que Meliodas la dejaría plantada, jugueteaba con los pequeños insectos que había en las ramas de los árboles, Nadó un poco en el río e incluso práctico dar vueltas en el aíre, pero no había rastro del demonio, finalmente decidió dormir un poco, ya que en la noche anterior no pudo descansar adecuadamente por culpa de Nerobasta, otra de las diosas del clan, una mujer sumamente hermosa pero con unos senos tan enormes que rayaban en lo perturbador.

*Flashback*

Era de noche, Elizabeth acababa de llegar a su hogar luego de ese fascinante encuentro que tuvo con el mismísimo futuro sucesor del rey de los demonios, uno de los hombres mas temidos por todos los de su clan.

Elizabeth: esto parece un sueño...- Dijo entre leves suspiros y con el corazón agitado por la emoción -siempre me educaron para temer y odiar a todo lo que tuviese que ver con el clan de los deminios... ¡Pero ahora me eh hecho amiga de uno de sus líderes!... Sin embargo... Ahora que lo pienso todo esto es demasiado irónico, lo mejor sería mantener esto en secreto por ahora..- decía Elizabeth para si misma, sin notar que alguien la estaba escuchando entre las sombras del sagrado palacio, ese alguien se acercó velozmente a la joven diosa la cual soltó un grito al sentir una mano sobre su hombro.

Nerobasta: ¡tranquila Elizabeth! !Soy yo! - dijo la voluptuosa mujer tratando de calmar a la pobre diosa.

Elizabeth: ¡Nerobasta! No vuelvas a hacer eso! - reprochó mientras dirigía su mano a su agitado corazón, su amiga solo se limitó a reír, sin embargo un nuevo miedo inundó la mente de Elizabeth - no puede ser... Espero que no me haya escuchado... -suplicó internamente.

Nerobasta: oye Elizabeth... ¿A que secreto te referías hace unos momentos? -pregunto curiosa, Elizabeth sentía como si le hubiesen hechado un balde de agua helada, maldijo su manía por hablar sola en voz alta sobre lo que pensaba.

Elizabeth: ¿q-qué tanto escuchaste de lo que dije? - preguntó temerosa.

Nerobasta: solo escuché que mencionaste algo de guardar un secreto por ahora... ¿Es algo de lo que deba preocuparme? - preguntó.

Elizabeth: ¡no! ¡En lo absoluto! Es solo que fué un día muy agitado...

Nerobasta: ¡vamos Elizabeth!, sabes que puedes confiar en mi... - dijo sonriendo tiernamente, en efecto Nerobasta y Elizabeth tenían una relación de amistad y confianza enorme, de alguna modo sentía que ella no la juzgária.

Elizabeth: de acuerdo -sonrio con un poco de resignación - es solo que esta tarde... Yo conocí a un hombre...- en ese momento sintió a su querida amiga abrazarla con fuerza entre gritos agudos de emoción.

Nerobasta: ¡Elizabeth! Tienes que contarme todo! ¡Vamos a mi habitación ahora! - gritó con alegría mientras jalaba la mano de la joven diosa y se dirigían a su habitación, una vez ahí se sentaron en su cama y comenzaron a hablar sobre el tema.

Nerobasta: ¡tienes que decirme como es él! -pidió emocionada cuál niña.

Elizabeth: pues... Tiene cabello rubio y brillante... Ojos verdes... Y cuerpo atlético... -susurró un tanto ruborizada.

Nerobasta: Elizabeth! No tenía idea de que te gustaban así! -dijo de forma pícara provocando aun más la vergüenza en la joven diosa.

Elizabeth: ¡no somos nada mas que amigos por ahora! -se apresuró en decir.

Nerobasta: jajaja ¿por ahora? -río con expresión emocionada.

Pasaron horas hablando acerca de lo que había sucedido, Elizabeth le mencionó lo tierno que le había parecido encontrarlo durmiendo, y lo gentil y amable que parecía ser su alma, mientras mas le contaba, Nerobasta mas se emocionaba, sin embargo Elizabeth nunca le comento la verdadera identidad de aquel joven extraño, mucho menos su nombre, el cuál ya todos conocían e incluso temían. Elizabeth terminó durmiendo solo un par de horas, y en cuanto el brillante sol comenzó a hacerse visible en el cielo ella emprendió vuelo directo al lugar de encuentro.

*Fin del Flashback.*

Elizabeth se encontraba recostada sobre el pasto, dormía pacíficamente a una orilla del río, cuando repentinamente una oscura presencia comenzó a manifestarse en el lugar, el capitán de los diez mandamientos decendía en aquél sitio, pudo ver a la joven diosa recostada y envuelta en un profundo sueño.

Meliodas: perdona por tardar tanto... Seguramente tu espera fue muy aburrida -susurró él tratando de no despertarla, dejó su enorme espada en el suelo y se recostó al lado de la joven diosa - no entiendo por que estoy aquí... Pudo haber sido una trampa... Pudiste haberme engañado como a un completo imbécil... Pero aquí me tienes... -susurro mientras la veía respirar levemente- sabes... Nunca había conocido a alguien como tú... No creí que en este mundo existiera alguien que realmente creyera en un futuro pacífico entre los clanes... O por lo menos alguien de otro clan que no me temiera... Ninguna mujer me había hecho tener sueños tan eróticos por la noche... -se ruborizó al decir eso ultimo tras recordar lo que inconsciente deseaba, pero agradeció infinitamente el que ella estuviese dormida en aquel momento. - diosa Elizabeth... Realmente... Quiero conocerte más... -susurró posando su mano sobre la mejilla de ella, y lentamente comenzó a perderse en un profundo sueño, de algún modo, estar con ella le traía una paz inexplicable, como si en ese momento nada mas existiera.

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Hola a todos! Les advierto que el siguiente capitulo podría darle diabetes a algunos ^_^ gracias por seguir leyendo!

El inicio de una maldición. ( Meliodas Y Elizabeth )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora