veintinueve

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Estar al lado de su novia se le hacía demasiado extraño, pero en el buen sentido de la palabra. Físicamente eran muy distintas; Chelsey tenía las piernas largas y tonificadas, y podía medir perfectamente unos 175 centímetros. Su piel estaba tostada por el sol, y tenía los mofletes llenos de pecas, además de unos hipnóticos ojos marrones. Su rostro era delicado y tenía unos carnosos labios rosados que parecían hacer conjunto con cabellera pelirroja, la cuál era larga y ondulada. A pesar de su delgadez, tenía bastantes curvas, y no se molestaba en ocultarlo al usar camisetas transparentes y pantalones ajustados.

Por otro lado, Kaethelyn era más bien bajita, y muchas veces era confundida con una niña de 14 años a pesar de tener 17. Su piel era casi translúcida por pasar tanto tiempo encerrada en su habitación, y sus ojos azules se hubiesen visto mucho más bellos de no ser por las permanentes ojeras que los adornaban. Además, su cabello estaba teñido de negro y cortado hasta la altura de sus hombros, y solía esconder su cuerpo en ropas anchas por miedo a que alguien señalase todos los kilos que le sobraban.

Solo con ver la ropa que usaban, se podía adivinar que Chelsey era adinerada y estaba orgullosa de su atrayente cuerpo, mientras que Kaethelyn parecía acomplejada e insegura en sus propias carnes.

— No ibas a ducharte? — Chelsey sacó a la otra chica de sus pensamientos. Ambas estaban sentadas en la cama de la habitación número 560, en el hotel en el que estaba hospedada la pelirroja. 

— Es que me parece de mal gusto dejarte aquí sola después de que has venido a verme... 

— Oh, entonces preferirías que me bañe contigo? Así no estarías sola, no? — La chica de ojos marrones se mordió el labio inferior, y miró a su acompañante de una forma tan seductora que Kaethelyn sintió que se iba a derretir allí mismo. Chelsey añadió rápidamente, entre risas— Oye, oye, estaba de broma. No te asustes, no voy a violarte salvajemente,

La situación era extraña, cuando hablaban por Skype podían estar horas y horas conversando de cosas sin sentido, pero ahora que estaban una en frente de la otra no les salían las palabras. 

— Chelsey. — La mayor alzó la voz de pronto, captando la atención de la otra chica. — Q-quiero... Un beso. Por favor.

— Quieres un beso? — Las mejillas de Chelsey se encendieron, pero no más que las de Kaethelyn. 

— Por favor... Sí.

Chelsey se recostó un poco y le dió un beso en la mejilla a la muchacha de pelo negro.

— Me refería a... Bueno, da igual. — Un beso en la mejilla también le valía, aunque no fuese lo que había pedido.

— Te referías a un beso en los labios, verdad? — La pelirroja rió, y Kae sintió como se ponía aún más roja que antes, hasta tal punto que le ardía la cara. — Ven, acuéstate en la cama. Apoya la cabeza en la almohada.

Algo nerviosa, la chica pelinegra le hizo caso, y se recostó con las piernas estiradas en el lecho. Chelsey aprovechó para moverse un poco y se colocó justo encima de su novia, apoyándose en sus brazos y rodillas. Su pelo rojizo le hacía cosquillas a Kaethelyn, y las narices de ambas se rozaron de forma torpe. Los ojos marrones clavados en sus propios ojos hicieron que Kae tragase saliva y se relamiese de forma inconsciente. Aquel detalle causó que un escalofrío recorriese la espalda de Chelsey, y las ganas de probar aquellos labios rosados que tanto destacaban en la piel blanca de su novia aumentaron.

Poco a poco, Chelsey bajó su rostro hasta el de Kaethelyn, y lentamente presionó sus labios contra los de la otra chica, y tras unos segundos de contacto los separó. 

Kae miró a Chelsey con los ojos llenos de emoción, e inmediatamente clavó la mirada en los labios de la pelirroja, dando a entender que estaba deseosa de más. Era su primer beso, tanto con una chica como con un chico, y la sensación le había gustado. 

— Más... Quiero otro más. — Los profundos ojos de la pelinegra se veían brillantes por culpa de la gran felicidad que estaba sintiendo en esos momentos, y provocaban a Chelsey a darle otro beso.

— Creí que tardarías mucho más en atreverte si quiera a agarrarme de la mano... Me gusta que seas tan segura. 

Y así fue como las dos jóvenes pasaron una tarde llena de besos y mimos, tiradas en la blanca cama del hotel y tomando refrescos. 

Letters For Her; lesbianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora