Siempre he pensado en la capacidad de la gente para actuar. La capacidad de la gente para sentir. Siempre he tenido esa capacidad donde no la podía encontrar. O quizá, vivía a mi lado, en un rincón de mi mente, donde solo tenía que hayarla y usarla a mi beneficio. Cómo si se tratara de una llave y su cerradura. Una llave que no quieres romper.
Siempre me he centrado en actuar. Tan rápido como me fuera posible. Tan rápido, como para que la gente no se de cuenta de que estoy ahí. Y no es fácil. En contadas ocasiones, eso a sido sencillo para mí. Mirar a los ojos y pensar que el momento es tuyo. Parece una tontería. Y probablemente lo sea. Pero nunca he mirado así a los ojos, y jamás he tenido un momento en mis manos. Es más fácil ser invisible. Es más fácil pensar que lo soy.
En cuanto a las ocasiones que no he contado, me he limitado a existir. Me he convertido en aquello que no quiero ser. O en aquello que sé que quiero ser, pero no puedo. He mirado a personas con otros ojos que no eran los míos y he mentido a gente que me ha llegado a importar.
Y he pensado, que nunca llegas a ser del todo tu mismo con los demás. Con el mundo. Porqué eso no importa. No importas. Nadie importa. Todos somos nadie y nadie somos todos. Y quizá algún día alguien te descubra tan adentro, que consiga encontrarte.
O puede nunca nadie nos encuentre, que nadie tenga la llave de su cerradura y seamos eternos, tal como somos, tal como estamos... Solos.