Capítulo 2

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-Creo que será mejor que volvamos- dijo su madre luego de un rato, un tanto preocupada.

-¿Quieres que volvamos, Rose? -repuso su padre-. Pero si has sido tú la que ha sugerido este atajo.

-Sí, lo hice. Pero ya está muy oscuro y hay mucha neblina, ¿no tienes ni un poco de dificultad para ver?

-Para nada. ¿Tú sí? -pregunto su padre con un tono que la retaba.

Su madre le dio una sonrisa de suficiencia. -Para nada.

Allydia giró sus ojos. Sus padres tenían una obsesión por superarse el uno a el otro. En cualquier cosa. Recordó el día de su cumpleaños, donde se habían puesto el reto de quién podía comer más, y al final los dos habían terminado vomitándolo todo en medio de la noche. Sí, ese no había sido su mejor cumpleaños. Al día siguiente, con el remordimiento de todas las calorías que habían consumido se habían retado para ver cuál de los dos podía correr más. Lo que había terminado con su padre a punto de desmayarse. Sus padres tenían momentos de locura, pero ella los amaba con la misma locura. Y el amor entre ellos parecía sacado de un libro. Se habían conocido en el instituto cuándo tenían 10 años y se habían convertido en mejores amigos, cuándo entraron a la adolescencia se dieron cuenta de que estaban enamorados del otro, pero ninguno se atrevió a confesarlo por miedo a arruinar su amistad. Y así duraron varios años; viendo como el otro tenía parejas, y amándolo en silencio. Hasta que, en una fiesta un poco ebrios habían revelado sus secretos. Y comenzaron su relación, duraron 6 años como novios y luego se casaron. Un año después de eso habían nacido Allydia.

Y ahí estaban, 18 años después de su nacimiento, enamorados como el primer día. Y era esto lo que le hacía creer en el amor verdadero a Allydia, a pesar de que ella no anhelara enamorarse. No aún. Y tampoco en un futuro cercano.

Sus padres no habían tenido más hijos por decisión propia, creían que una familia de tres era más que suficiente. Y así eran felices. Cuando Ally era más joven ansiaba tener un hermano; pero sus vecinos que tenían su misma edad habían ocupado el vacío. Y con el paso de los años había aprendido a verle el lado bueno. Porque lo tenía.

-Bueno tal vez, y solo tal vez tenías razón. Creo que deberíamos volver. -dijo su padre pasados unos minutos deteniendo el auto.

Su madre le dio una sonrisa de suficiencia. Y movió su cabellera llena de risos -que Allydia había heredado- de un lado a otro. - ¿Yo? ¿Yo tenía la razón? ¡Que novedad!

-Sí. Toda una novedad, presumida. -su padre sonrió y su madre le dio una mala mirada que él decidió ignorar- Pero ahora la pregunta es, ¿por dónde? No veo nada.

-Yo tampoco. -agregó su madre

- ¿Quiénes eran los que decían que podían ver perfectamente, eh? -intervino Allydia.

Los dos compartieron una mirada para luego voltear a verla. -Tú- dijeron al unísono.

Ella se llevó una mano al pecho indignada, mientras que fingía sollozar.

-Siempre mintiendo, ¿pero que clase de educación es la que me están dando?

-La mejor. -dijo su padre y le guiñó un ojo.

-Bueno- dijo su madre-, ya es muy tarde. Creo que puedes retroceder un poco, encontraremos alguna forma de volver.

Su padre encendió el auto, pero antes de realizar cualquier movimiento recibieron un fuerte golpe. Escuchó a su madre gritar seguido de el sonido de cristal rompiéndose. Sintió un intenso dolor en cada parte de su cuerpo y gritó. Trató de incorporarse, pero un segundo golpe, más fuerte que el anterior la dejó inmóvil. Empezó a ver todo borroso y sintió una fuerte punzada de dolor en su cabeza. Sus parpados pesaban demasiado y la idea de cerrarlos en este momento la espantaba. Trató y trató de mantener la conciencia, pero cada segundo que pasaba le hacía ver la idea de dormir más atractiva.

Creyó escuchar voces, pero no podía estar segura. Tenía tanto sueño. Cerró los ojos con el sonido de ramas rompiéndose retumbando en su cabeza.


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⏰ Última actualización: Aug 17, 2017 ⏰

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