Llueven Estrellas

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★★★★☆☆☆☆☆☆

Hoy en mucho tiempo, la oscuridad volvía a ser terreno de la castaña, Eiren aprovechó el húmedo clima para dar un par de vueltas y dejar que el tiempo pasara sin problema alguno.

El semáforo cambió a rojo anunciando la pasada del tren. dándole aún más tiempo a solas con sus brillantes y lejanas amigas. las estrellas decoran el colorido cielo y al detenerse a observarlas, los recuerdos se plantaron en su cabeza << faltan estrellas>>. Rápidamente buscó entre el montón de esferas, aquellas constelaciones que le parecían hermosas, pero en especial, dos de ellas que siempre han sido sus favoritas: Libra y Escorpio.

Constantemente buscaba la forma de no llorar, desde la despedida de su madre, la situación más dolorosa que ella causó. El fallecimiento de aquella mujer sabia, seria, reservada y que siempre permanecía formal ante las personas, aun viviendo en el campo; pero que detrás de los muros de su hogar se convertía en la persona más alocada, dulce y consentidora que podrías conocer. Era cómodo pasar el dia con ella porque su sonrisa y su rubia cabellera le hacían recordar a su pequeño amigo del templo.

Las lagrimas se acumulaban sobre sus mejillas de nuevo, y como si el creador del universo hubiera desaprobado su llanto, dejó caer algunas gotas de lluvia sobre sus hombros. El cielo frente a ella había sido totalmente poseído por las inmensas nubes casi negras que parecían haberla seguido todo el dia. Finalmente, el semáforo cambió cuando el extenso tren terminó de transitar y con ello, permitiéndole observar el resto del camino y aun pelirrojo esperando, al igual que ella, el paso libre.

— hola, ¿Cómo estás? — saludó la chica abriendo su enorme sonrisa mientras con sus largas mangas, limpiaba el rastro de "la lluvia" sobre sus mejillas.

— Damara sigue preocupada por tu repentino escape — respondió el escarlata mostrando cómo sus orbes rojizas se veían extrañamente apagadas — ¿te encuentras bien? — cuestionó sintiendo la pesada aura ajena. La castaña se mantenía en silencio escondiendo su tímida mirada, adhiriéndose al suelo.

En lo más alto del cielo, dos deidades tan distinguidas y opuestas observan su pequeña apuesta. Afrodita y Layna, modificaban la atmósfera a su merced, para evitar perder lo que dejaban sobre la mesa.

— quizás una lluvia más intensa acelerara el paso del tiempo — planteó Afrodita al ver el denso silencio entre sus dos personajes.

Al momento, una fuerte ventisca acarreó las gigantescas nubes hacia ambos y, con eso, la lluvia se intensificó a punto que comenzaba a empaparlos. Instantáneamente, Eiren tomó el brazo del mayor arrastrándolo entre el fango hasta un descanso para los ganaderos cuando cuidan a sus animales bajo el sol, una especie de cabaña con una pequeña entrada.

— ¿de donde llegaron esas nubes? — cuestionó el pelirrojo intentando observar algo bajo la lluvia.

— Quizás el aire las trajo con... — un fuerte rayo resonó causando escalofrío a la castaña. Como un niño con su madre, la chica se lanzó hacia el físico ajeno.

— ¿es enserio? ¿le temes a los rayos? — preguntó el chico conteniendo su risa burlesca ante la acción tan infantil que la había llevado hasta su cercanía.

— no es de tu incumbencia — escupió apenada por ello, pero sin dejar de abrazar el torso del mayor. En un corto momento, la risa del pelinegro, se dejó escuchar sonrojando a la chica.

— oye — detuvo su burla, devolviendo el abrazo a la pequeña — lo siento, pero... solo un momento — susurró el pelirrojo sujetándola con un poco más de fuerza.

En el silencio, la tormenta del exterior sonaba como una bella melodía que calma hasta al más vil demonio. Sin pensarlo más, la castaña dejó su tensión clavando su cabeza en el pecho del pelirrojo deleitando sus oídos con el suave latir foráneo, en cambio, el mayor se sumergía en la dulce esencia de la cabellera ahora azulada de la chica. Y muy a lo lejos el par de diosas continuaban su juego.

— tomaré mi turno ahora — informó la diosa blanca, convirtiendo su voz en un sigiloso susurro inaudible.

(un aleteo se puede convertir en un torbellino)

Sus ojos azulados de abrieron en totalidad ante el susurro, alejándose del escarlata — lo siento... enserio, lo siento mucho —

— ¿por qué te disculpas? —

(si, ¿por qué?), se quejó la diosa del amor, sintiéndose igual de desconcertada que el pelirrojo.

— no debo estar cerca de ti... o mejor dicho, tú no debes estar conmigo... Damara... — su voz se entrecortaba, se ahogaban sus palabras en la desesperación de las mismas por salir todas a la vez.

— oye ¿de que estas...? —

— no hables — interrumpió tapando sus oídos — no menciones nada si ni siquiera me recuerdas —

— espera, tú ¿de qué demonios hablas? —

— me tengo que ir, mi madre me espera en casa — sus manos temblaban mientras caminaba de un lado al otro sin dejar que el pelirrojo la toque.

— hey... ESCÚCHAME, OYE — con delicadeza, tomó el hombro de la chica intentando detener su caminata y alejando las tapaduras de los oídos ajenos — no puedes irte, afuera hay una tormenta, espera a que... —

— NO ME IMPORTA DEFINITIVAMENTE ME VOY — gritó zafándose del chico y corriendo lejos de su alcance.

A pocos pasos fuera del refugio, ya estaba completamente empapada. El suelo arenoso se había vuelto fango, ralentizando sus pisadas y, sus ojos eran atacados por las ráfagas de aire y la oscuridad que era totalmente impenetrable.

— ¿ESTAS LOCA? — gritó el pelirrojo deteniendo a la chica a la fuerza

— NO ME LASTIMES MAS, POR FAVOR, NO TE QUIERO CERCA — el fuerte sonido del agua y los rayos, complicaba la comunicación, convirtiendo simples palabras en gritos.

— ¿POR QUÉ NUNCA ME ESCUCHAS? INTENTA HACERME CASO SOLO UNA VEZ —

— SUÉLTAME, DEBO VOLVER A CASA —

— AHORA SOLO DEBES REFUGIARTE — la paciencia del mayor se agotaba tan rápido que la necedad de la castaña se volvía cada vez más irritante — NO HAY MANERA DE VAGAR EN PLENA OBSCURIDAD... LIBRA NO SEAS TERCA — los ojos del aqua se abrieron al escuchar ese viejo título, pero su papel debía continuar hasta el final del juego... aun sin saber exactamente cuál era ese final.

— YO ENCONTRARÉ EL MODO DE LLEGAR... — finalmente el vaso se desbordó; el mayor tomó a la chica por la fuerza llevándola sobre sus hombros hasta su anterior refugio — SUÉLTAME, TÚ YA NO TIENES NADA QUE VER CONMIGO... NO TE ENTROMETAS EN DONDE NO IMPORTAS — gritaba y pataleaba exponiendo las palabras más hirientes que podían salir de sus labios, hasta que finalmente fue bajada y sujetada a con fuerza para evitar que volviese a repetir su absurda acción.

— YA ME DESESPERASTE, NIÑA — escupió buscando tranquilidad en los cristalinos y llorosos ojos aqua.

— ENTONCES SIMPLEMENTE DÉJAME DE UNA VEZ... VE CORRIENDO A LOS BRAZOS DE DAMARA... QUIZÁS A ELLA SI LA EXTRAÑES... quizás con ella si quieras volver... —

La rabia del escarlata de descargó con furia y desesperación en los finos labios de la chica, quien solo se paralizó entre los brazos del mayor. Las manos de Escorpio se movieron posándose dulcemente sobre las mejillas de Libra. Entreabriendo los ojos ante la separación, aquellas orbes azules se deslavaban con la cascada de lágrimas que se desbordaba de ellos.

— deja de decir idioteces que no sabes...por favor deja de hacerme creer que tú intentas olvidarme todos estos años —

Los brazos del azafranado terminaron por rodearla reconfortando los vagos sentimientos que la abruman. Esa cómoda sensación de volver a estar entre sus brazos, la calidez que su cuerpo emanaba, omitía por totalidad la fría atmósfera causada por la lluvia y las empapadas prendas que los vestía.

El frágil cuerpo de la menor se derrumbó, dejándola caer sobre sus rodillas sin dejar de aferrarse al escorpión que, la siguió hasta yacer ambos sobre las sobras de paja que habitaban ese húmedo suelo. Leves gemidos escapaban de la menor que se rompía descargando todo su sentimiento, fue decisión del escarlata ahogarlos entre suaves besos que acallaran ese dolor y el suyo.

Bajo Cielos Humanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora