Magnus buscó en el armario ropa limpia y se encaminó al baño, cuando un pensamiento lo hizo detenerse. Lo consideró un momento y fue hasta la puerta, le quito el seguro y la dejó entreabierta, apenas unos centímetros, los suficientes para que Alec lo notara y entrará si llegaba mientras Magnus se bañaba. Sonrió suavemente, con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo normal. Se sentía extraño pero feliz por la idea de recibir a Alec en su apartamento, sobretodo tan temprano. Magnus no solía recibir a nadie temprano.
Alec llegó hasta la puerta, llevaba dos vasos térmicos con café que compró en el camino, estuvo por llamar cuando notó que estaba entreabierta, con el corazón empezando a latirle de prisa y sus sentidos agudizados, empujó la puerta y entró. El apartamento estaba igual que la noche anterior, no había más diferencia que la luz creciente del sol en vez de la luz de la luna. Dejó los cafés sobre la mesita frente al sofá.
-¿Magnus?-No obtuvo respuesta, cerró la puerta y avanzó, se sentía extraño caminando ahí, entrando sin invitación, sin saber si quiera si Magnus estaba despierto-, ¿Magnus?-repitió, escuchó el sonido de la ducha.
Alec se detuvo en seco y juntó sus manos, inesperadamente nervioso. El sonido de la ducha significaba que no había ningún demonio inoportuno atacando a Magnus o una invasión de cualquier cosa.
Magnus escuchó el ruido de algo golpeándose contra el sofá y el maullido suave de Presidente Miau. No pudo evitar sonreír al imaginarse a Alec nervioso, solo en la sala, acariciando a Presidente…, salió del baño con la ropa ya puesta: una bermuda recta de color blanco y una camiseta verde con la palabra “INVALUABLE” en letras de color rosa mexicano atravesándole el pecho.
-Oh… hola-sonrió Alec, con Presidente Miau en sus brazos, estaba de pie, mirando distraído a ningún lado, hasta que vio a Magnus aparecer, con el cabello húmedo y natural cubriéndole ligeramente el rostro, iba descalzo, olía a jabón y champú de coco, sonrió suavemente al ver a Alec-, la puerta estaba abierta…
-Lo sé-interrumpió Magnus-, la dejé abierta para ti. ¿Tienes algún problema con mi sofá?
-¿Qué? No, ¿Por qué?
-Porque al parecer no sabes para que sirve. La gente se sienta en los sofás.
-Yo… ¿no creí que estuviera bien invadir tu casa?-murmuró y las palabras salieron como una pregunta.
-Está bien. De cualquier forma, pensé que podría enseñarte a preparar algo, así no tendrás que depender de lo que haga Isabelle-dijo Magnus, no muy seguro de si la idea le agradaría a Alec.
-¿En serio?-Alec sonrió entusiasta.
Magnus pensó que no había visto a nadie sonreír de esa manera, desprendiendo luz y brillo que te sobrecogían el corazón. El rostro de Alec se iluminaba y el azul de sus ojos se intensificaba. Magnus se encontró pensando que era capaz de cualquier cosa por seguir provocando esa sonrisa en el rostro de Alec.
-En serio. Pero la próxima vez que vengas, puedes usar el sofá sin que yo te lo diga-comentó Magnus, sin pensar antes de hablar. Alec abrió los ojos sorprendido por el comentario-, es decir, si quieres venir otra vez…