▪ Capítulo 1: Introducción ▪

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Izuku baja la mirada mordiendose el labio. Las palabras dichas por aquellas personas llegan cómo puñales a su pecho, pero él no puede disimular su dolor y, aunque él no quiere, las lágrimas se forman en la esquina de sus ojos, junto con discretos sollozos. Siempre se lo habían dicho, Midoriya era un llorica.

—Uhhh, ¡está llorando!

—¡Jajaja, que novedad! ¡El nerd llorando!

Y se lo repetirían hasta el cansancio.

Una sonora carcajada resonó por el salón de clases, a la vez que pequeños murmullos preocupados e inclusos asustados por lo que estaba pasando pero, por supuesto nadie haría nada, porque ninguno en aquel lugar daría algo por Midoriya Izuku, el apestado, cómo se solía llamar así mismo. Le dolía, pero era la verdad.

Deja escapar un sollozo.

El chico frente tira su cuaderno, su preciado cuaderno, frente a él y lo pisa. No una, no dos, no tres. Él no los contaba, pero el ritmo de los pisotones aumentan, y Midoriya sólo puede ver cómo las ojas se arrugan. La caligrafía se volvió ilegible. Él deseo que todo acabará ya. Todo.

Entonces, el chico frente a él lanzó una última carcajada burlona y lo empujó antes de salir, terminando callendo al suelo. No se movió hasta que el aula quedó vacía. Algunos pasaron mirándolo con la misma burla, algunos con lástima, y otros indiferentes, cómo si no existiera.

Lo gracioso fue que él ni si quiera conocía al chico de antes. Supuso que era algún amigo de Koiji Kimura, o alguien que buscaba desestresarse, porque sí, el se había convertido en el saco de boxeo de su escuela. Aquel chico era el que realmente parecía golpearlo por odio.

—Mi cuaderno...—Aquello sonó como un suspiro tembloroso y lastimero.

Se levantó, comenzando a caminar fuera de la escuela. Quería regresar rápido a su casa, el único lugar dónde estaría a salvo. Él vivía lejos, por lo que tenía que tomar el metro, sin embargo el nunca lo tomaba. Todo por seguridad, puesto que su tren coincidía con aquella persona, Koiji Kimura, y Midoriya no tenía ganas de verlo nunca más.

Ciertamente, Midoriya nunca entendió cuál era la necesidad de hacerle pasar aquello, él nunca había hablado con Koiji antes y, unos días después de transladarse a esa escuela, aquel chico le había tomado como su objetivo, y todo había evolucionado a eso. A menudo, él se preguntaba si alguna vez le habría hecho algo malo para recibir tanto odio por su parte. Se preguntó si se lo merecía.

Midoriya volvió a suspirar.

Algunas veces, pensó en acabar con todo, hacer caso de lo que le decía. Recuerda lo que le dijo alguna vez.

Querido nerd, la única forma de librarte de mí sería en tu muerte.

Él al principio había tenido miedo de incluso llegar a considerar aquella posibilidad, pero con el tiempo descubrió que ya ni si quiera le importaba lo que pasase con él.

Por eso, detuvo sus pasos y, cuando se vio en medio de la carretera, quieto, con la luz de un cuche cegándolo, estando a centímetros de impactarse contra su cuerpo, no se movió.

El casi sonríe si no fuera por el intenso dolor que le invadio después.




Midoriya oye sollozos ahogados a la vez que gemidos lastimeros. Él reconoce la voz de su madre cuando empieza a reclamar su nombre casi con desesperación, pero no entiende lo que ha pasado. A su vez, las pisadas, las respiraciones agitadas, y el murmullo a su alrededor le extraña. No entiende que está pasando.

—Izuku...—Su madre vuelve a llamarlo entre sollozos, y el busca su voz para responder, pero no lo encuentra.—Lo siento tanto...

Se pregunta porqué su madre está así, porque lo siente y porqué es su culpa. Él no recuerda nada de lo que ha pasado.

No recuerda absolutamente nada.

Se concentra de nuevo en las voces extrañas, que hablan con urgencia. Fuerza su vista y, entonces, abre los ojos. Midoriya se obliga así mismo a cerrarlos, pestañeando cuando una potente luz inunda su vista, y dándose cuenta del lugar en donde estaba.

—¡Ha despertado! —Una voz se oye sorprendida, y la habitación queda en silencio durante unos minutos antes de empezar a salir y entrar, en busca de aparatos.

Su madre, a su lado, se levanta de golpe.

—¿Izuku?—Pregunta incrédulta.

Él se gira hacia ella, aún en la cama y con dificultad. Siente sus músculos pesados.

—¿Mamá? ¿Dónde estamos? —Tiene la garganta aspera y su voz suena ronca.

—En el hospital cariño, en el hospital.—Y ella, sin aguantar más, rompe a llorar, sintiendo toda la opresión de su pecho liberarse de golpe.

Midoriya queda en silencio. Quiere abrazar a su madre con fuerza, rodearla con sus brazos y hacer que pare, pero siente tan pesado que lo único que puede hacer es hundirse contra la cama y cerrar los ojos.

Los pasos se vuelven a formar alborotaros a medida que, en un tirón, su pecho se oprime y se encurva contra la cama. El oxígeno no llega a sus fosas nasales, y sus pulmones parecen contraerse. Un fuerte pitido constante fulminan sus oídos, dándole un dolor de cabeza que no nota por la opresión en su pecho, Midoriya desea que paré. Un grito femenino se llega a filtrar en sus óidos, suena horrorizado y entonces, se da cuenta que es su madre.

—¿¡Doctores, ¿qué está pasando!?

Aquello es, de hecho, lo que él quiere saber.

Un señor, con un traje de medico, conduce a su madre hasta la puerta. Midoriya no oye lo que le dice, pero ella se va y, aunque Midoriya no quiere perderla de vista, tampoco quiere que la vea así.

Entonces, él siente una descarga eléctrica por su cuerpo antes de no ver nada.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2017 ⏰

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