Capitulo 2. La primera prueba.

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No podía recordarlo sin reírme al menos un poco. Mi primer día en una nueva ciudad y ya había quedado inconsciente en una pelea. Casi sonaba a un busca problemas. Ya habían pasado algunos días desde que pude salir del hospital y aún sigo pensando en eso. No estoy enfadado en lo mas mínimo con cualquier cosa que aya pasado. De echo recordarlo siempre me saca una sonrisa. Aunque... esos dos chicos se enojaron bastante. Al tercer día en el hospital, un hombre extraño tocó a la puerta de mi habitación. Entró casi sin permiso de nadie, ni siquiera sabía quien era. Recuerdo como se veía. Alto, piel blanca con ojos de un marrón muy simple, pero muy profundo. Tenía un traje, pantalón y corbata, todo de negro a excepción de su camisa blanca. Ese hombre tenía una presencia algo extraña. Lo único que hizo fue dejar una carta en un banco cerca de mi cama. Luego, simplemente se fue sin decir nada mas aparte de un simple, ojala que te recuperes pronto. 

Esa carta tenía un sello rojo con un símbolo que aun no logro recordar.  Pero, al abrirla, lo único que sentí fue una mezcla entre impresión y resentimiento. Fue como si un aire helado hubiera atravesado la habitación. En ella estaba escrita una simple oración. Vimos lo que hiciste. 

Eso fue algo que no me esperaba. No sabía exactamente que sentir al respecto, aun no se que pensar sobre eso. Al día siguiente pude salir del hospital y regresar a mi casa. Aunque a pesar de haberme mejorado, no me siento del todo bien desde que recuperé la consciencia. Sigo pensando en la carta y en esos dos chicos. No pude volver a verlos desde aquel día, ni siquiera pude sentir sus presencias.

Todo siguió normal desde entonces. Mi madre seguía buscando alguna escuela en la cual anotarme en el siguiente año, mientras tanto yo estudiaba de a poco para rendir libre las materias de este. Mi madre no quiere que salga por lo que pasó, aun tiene miedo de que algo vuelva a suceder. No puedo culparla, nunca fui un chico muy quieto y responsable. Recuerdo que siempre me metía en problemas de pequeño. Y ahora... solo me queda ver las gotas chocar contra la ventana. La lluvia no para de caer desde el día en que recibí la carta. Parece tan calmada y constante, como si no fuese a parar nunca. Eso también me hacía recordar, casi cada segundo me traía un nuevo recuerdo. No se porque aun sigo pensando en ese día. La lluvia era tan rara y tan tranquila como siempre, solo que en esta ocasión, algo me daba un mal presentimiento. Como si esas gotas fueran un mensaje.  

Decidí salir por la ventana solo unas horas para respirar un poco de aire fresco. Agarré mi mochila, una campera, un paraguas, y como siempre mi bufanda roja. 

Caminé por las calles sin un rumbo fijo. Paseaba por enfrente de los locales y las casas recubiertas de ladrillo. Había personas del otro lado de cada ventana, como si la lluvia no les impidiera nada. Todos salían de sus casas para ir a cafeterías o a bibliotecas. Cada una de las personas parecía tan calmada y feliz, nadie sabía que había pasado hace pocos días. Aunque tampoco me importaba demasiado, ninguno tenía porque saberlo, al menos ninguno de los normales.  

Quise entrar a una pequeña biblioteca que estaba a pocas calles de mi casa. Aunque... terminé por plantarme en la entrada por alguna razón. No sabía que hacer, si simplemente entrar como si nada, o si debía pagar algo, nunca había ido a una biblioteca antes. Pero, algo dentro de mí quería cruzar la puerta de vidrio y entrar. Algo me llamaba desde dentro, aunque no una voz ni una persona en si. Tal vez solo era mi imaginación, pero mientras estuve parado en la puerta de aquella biblioteca, sentía algo muy parecido a lo que cruzó mi mente al abrir esa carta. 

Entré detrás de una mujer simulando que venía con ella. Se que parece algo patético, pero estaba un poco asustado por entrar a un lugar desconocido. 

Todo era nuevo para mí, muy parecido a las bibliotecas de las películas, estanterías, personas leyendo en sillas o sillones, muchos escritorios, y sobre todo, cientos y cientos de libros. La tranquilidad abundaba en el aire, pequeños murmullos, respiraciones concentradas y el incesante sonido de la lluvia, eran los único que podía oír. 

Entre espada y espada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora