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El verano concluyó lentamente para Marinette, el regreso a clases se encontraba a unas pocas semanas de lejanía y eso no era que la animase mucho.

-Alya, ya te he dicho que estoy bien- Decía por décimo quinta vez la ojiazul a su amiga que escuchaba refunfuñar incómoda a través del teléfono.

-¡A mí no me engañas Marinette Dupain-Cheng! Si tan bien estuvieras no estarías por mudarte en estos momentos- Marinette escuchaba la entrecortada voz de su amiga mientras le reclamaba imaginándose su reacción tras la linea telefónica.

-¿Crees que no es difícil todo esto para mí también? ¿Crees que decidí esto sin problema de la noche a la mañana?- Le cuestionó ya airada a Alya, la cual no se tomó tal actitud nada bien.

-¡Entonces explícame el porqué de todo esto Marinette!- Pidió exaltada aquella joven, al borde del llanto.

-¿Quieres saber? ¡Pues bien! Deseo comenzar de nuevo ¡Es todo!- Explicó enfadada por la situación Marinette -¡Este lugar sólo me trae malos recuerdos!.

-Aja, ¿y qué con lo que pasamos juntas? ¡unidas! ¿Eso te trae malos recuerdos?- Preguntó Alya con una mezcla de enojo y decepción en su tono de voz, sin saber cómo expresar el remolino ocasionado en sí.

-¡No! ¡Alya! ¿Pero por qué te preocupa tanto?- Manifestó aquellas palabras llenas de confusión hacia su amiga, lo cual hirió a la misma.

-Pues bien, ya que a ti no parece importarte si me vez o no otra vez, te lo aclaro yo. ¡Voy a perder a mi mejor amiga por culpa de un idiota!- Logró formular con dificultad aquellas palabras Alya, con una voz entrecortada y en un tono bajo que apenas le era audible a su amiga. Sin más, entre tanta frustración, la de ojos cafés no dio tiempo a opinar a Marinette y colgó el teléfono.

Marinette refunfuñó desde sus adentros, dando un grito exasperado al aire para tirar hacia su escritorio el teléfono local malhumorada. Se derrumbó sobre su cama hundiendo su cabeza entre las almohadas, ahogando gritos y lágrimas en éstas; a lo mucho le proporcionaba uno que otro golpe a su colcha.

El sonido de la lluvia al comenzar a descender le produjo cierta paz en sí. La joven levantó su mirada y se rodó en la cama para dejar fija su mirada en el tejado.

Lágrimas rodearon sus mejillas desparramándose sobre su cama, entonces ella esbozó una tímida sonrisa colocada de lado.

-Todo estará bien...- Musitó para sí misma, intentando levantar su ánimo.

-¿Estás segura de esto?- Le preguntó inseguro el señor Dupain a su hija. No completamente convencido con la decisión que ésta había tomado.

-¡Papá!- Exclamó fastidiada la chica -Por quinta vez, estoy más que segura- Replicó cansada de la actitud de sus padres la de orbes azules.

-Marinette, entiende que sólo deseamos lo mejor para ti y nos aterra la idea de que te iras todo este tiempo lejos de nosotros- Le explicaba la madre angustiada, pensando en el bienestar de la menor.

-Sólo será una año. Lo prometo, además podrán verme en vacaciones de invierno y demás. Confíen en mí, voy a estar bien- Pronunciaba con clama aquellas palabras Marinette, regalando una amplia sonrisa a sus progenitores.

-De acuerdo. Te dejaremos partir pequeña, creo que ya no necesitas tanta sobre-protección- Se decidió el padre mirando con melancolía a su hija. A pesar de su decisión, no lo hacía por convicción, hacía todo aquello para su preciada hija por amor.

Tras darse un cálido abrazo familiar entre los tres, Marinette subió serena a su habitación para terminar de empacar.

-¿Por qué la has dejado irse tan fácil?- Preguntó en un tono entrecortado la señora Cheng, mirando a su esposo con lágrimas en sus ojos darle la espalda tras levantarse.

-Para que crezca, para que se haga fuerte por sí misma. En menos de lo que pensamos ella puede irse y deseo que se valla con una sonrisa en su rostro que con pena en su alma- Contestó intentando sonar firme para que su voz no resonara en la habitación en un tono quebrado.

Aquella mujer bajó su mirada desilusionada. -Si esto es lo único que nos devolverá la felicidad de nuestra florecilla, que así sea-.

El día de partida para Marinette no se hizo esperar. La joven ya tenía todo organizado y empacado, cuando oyó desde la persiana de su habitación la potente bocina del coche de su tía hacerse escuchar en todo el lugar.

-¡Marinette ya es hora!- Avisó desde el primer piso su madre, a lo que Marinette suspiró relajada.

Tomó por fin sus cosas y bajó dificultosa las escaleras, para toparse con los rostros alegres de sus padres esperándola.

El señor Dupain-Cheng sostuvo parte de las pertenencias de su hija y junto a su esposa la ayudaron a acomodar todo en el baúl del coche.

-¡Sobrina!- Mencionó eufórica la tía de Marinette, al bajarse de su coche y quedarse mirándole. -¡Cuánto tiempo!- Dijo rápidamente para correr a abrazarle.

-Ciertamente tía...- Susurró con ligereza la de ojos azules sin gran emoción en sus palabras.

Al romper el abrazo, la alta mujer levantó con pena su mirada para encontrarse con la de su hermana y cautelosa intentó abrazar a la misma, la cual interpuso una mano entre los dos para mantener la distancia y sin insistir aquéllas sólo se estrecharon las manos cordialmente.

-Ha pasado largo tiempo desde la última vez que nos vimos Sabine- Opinó tensa la hermana de la mencionada, mientras Marinette y el señor Dupain sólo observaban en silencio la escena.

-Y no pensé que volveríamos a toparnos Karon, pero aquí estamos- Comentó con indiferencia Sabine, volteando la mirada fríamente.

-Entiendo. No tienes que decir más. Feliz matrimonio- Concluyó Karon intentando ignorar las obstinadas palabras de su hermana, --porque las obstinadas eran las palabras, no la hermana..., bueno, quizá ella lo sea, pero sólo un poco--. -Te espero en el coche Marinette- Pronunció con dulzura la mujer de ojos claros para retirarse de la escena.

Y en ese momento de privacidad los padres de Marinette aprovecharon para regalarle entre los dos un fuerte y cálido abrazo que la joven nunca olvidaría. Tras esto la madre depositó un pequeño beso en la frente de su hija y pidió su esposo que se retirara para tener un momento a solas con su pequeña.

-Mary...- Susurró levemente Sabine a su hija, mientras miraba aquellos ojos desesperanzados con tristeza -Todo saldrá bien. Recuerda que te amamos- Decía lentamente mientras colocaba alrededor del cuello de la joven un bonito colgante plateado con forma de estrella. -Tú eres nuestra pequeña estrella- Y al decir esto la señora Dupain volvió a abrazar a su niña como si fuese la última vez que la vería.

Con una sonrisa posada en sus labios y lágrimas que se asomaban por sus ojos amenazando con desbordarse de ellos, la joven Marinette abordó el coche de su tía con una pequeña lágrima que se deslizaba por su mejilla y conmocionados por la escena aquella pareja vieron partir a lo lejos a su hija hasta perderle de vista. 

Enamórate de mí - Miraculous Ladybug - Adrinette.Where stories live. Discover now