Parte 1 Sin Título

3 0 0
                                    


- La fama suele ser algo complicado – les dice el hombre vestido de vaquero a los dos pequeños niños que lo miran con los ojos abiertos como platos, cual si estuviesen viendo a la persona más importante del mundo. Quizá para ellos el viejo Deckard sea una de las personas más importantes, pero para todos los demás ha dejado de serlo hace mucho.

En la pared de su oficina se encuentran un sinfín de fotografías de tiempos mejores, cuando él solía codearse con los mejores y los más reconocidos actores, productores, artistas y críticos del medio. De eso ya hacen, al menos, dos décadas y el tiempo no perdona a un actor cuyo presupuesto no hace más que disminuir año con año. Quizá por eso, al final, ha terminado por recurrir a esto, un último intento, desesperado, para volver a lo que solía ser, volver a ganar algo de lo mucho que ha perdido.

Los gemelos sentados en los sillones frente a su escritorio son un par de genios, el noticiero de las 8 los ha transmitido en vivo, son las mayores estrellas del internet y todo por una boba rutina numérica que cualquier adulto funcional podría representar ¿El truco? Los niños tienen apenas 4 años, se les entiende poco al hablar y aun así logran descifrar la complejidad de los números mejor que muchas de las personas que Deckard conoce. Al final se las ha apañado para ser el primero en poder hablar con los padres, ofreciéndoles un importante contrato, asegurando que serán famosos, que él conoce solo a los mejores, que podrá abrir toda clase de puertas para sus pequeños querubines.

- Complicado o no, el dinero que le hemos dado es bastante – la voz impostada del padre parece indignada, como si desde hace bastante tiempo se sintiera robado y justo ahora encontrara el pretexto perfecto para decirlo en voz alta.

Deckard levanta las cejas en dirección al padre, un hombre robusto, de mirada adusta y cuyos ojos son tan pequeños que apenas pueden verse debajo de las pobladas cejas. A su lado se encuentra la madre de los gemelos, una mujer mona y delgada, de apariencia respingada, cuyo aire recuerda más al de una profesora estricta que al de una madre. Juntos hacen una pareja bastante curiosa, casi risible, digna de un programa de televisión de los años 50's.

- Los gastos del medio tienen su precio, creo que fue una de las cosas que vienen estipuladas en el contrato – El vaquero rebuscó en su viejo y confiable cajón, allí donde normalmente guardaba las cosas realmente importantes, como contratos, tarjetas, comprobantes, habanos de los finos, y un par de fotografías de su hija cuando aun era una pequeña niña.

- No es necesario que saque el contrato – dice la madre casi ofendida, como si considerara el solo acto de buscar dicho documento un insulto. Quizá lo haga, Deckard en realidad no sabe absolutamente nada del pasado de ninguno de los padres de aquellos niños.

- Como guste, señora Smith – vuelve a cerrar el cajón, mirando nuevamente al par de gemelos sentados en aquellas sillas, sobre las piernas de sus curiosos padres - ¿Por qué no toman una paleta y nos vemos mañana para grabar el vídeo colaborativo con la pequeña Eugenie? – termina, con una voz que suena de lo más apagada.

Veinte minutos más tarde, la familia Smith sale por la puerta de su oficina y Deckard cierra la puerta de su oficina por dentro. Está harto de tratar con familias como esa, pero un actor retirado debe ganarse la vida de alguna manera.

Abre su confiable cajón nuevamente para poder sacar uno de sus habanos favoritos, mientras contempla una de sus fotografías preferidas. Se trata de la más intrigante de todas, porque solo contiene un viejo piano al que le faltan muchísimas teclas, pero para Deckard es una posesión valiosa. Mientras enciende el habano, su mente comienza a perderse entre sus recuerdos. Fue una de sus primeras películas. En ese entonces ya lo hacían vestir como vaquero, le aseguraban que se trataría de su sello personal, cuánta razón tenían. Lo habían hecho practicar una melodía para piano, a él que la música no se le daba, y al final habían logrado una ejecución medianamente decente. Se necesitaron seis horas para grabar la escena, la melodía antes de la explosión, el clímax de la película, donde se le veía a él, al vaquero Deckard, salir por los aires, mientras las teclas de aquél viejo piano volaban en todas direcciones. Fue su escena más aclamada, la crítica terminó amándola, incluso los viejos capullos de la academia.

El simple recuerdo le produce una sonrisa, amplia, real. Hace bastante que no sonríe de esa manera, pues normalmente recordar lo hace llegar a la melancolía, sentirse viejo, saberse olvidado. Pero esa tarde es diferente, él se siente diferente. Da una gran calada al delicioso habano y comienza a reírse, ahora que ha abierto la puerta a sus recuerdos, a sus buenos recuerdos, todas las fotografías enmarcadas parecen afianzar su sonrisa.

- ¿Señor? – la voz metálica de su secretaria, proveniente del parlante sobre su escritorio, lo saca de su ensimismamiento – ¿Se encuentra bien?

- Si, Loretha, más que bien, estoy feliz – responde aun con aquella sonrisa. Loretha, la secretaria, puede adivinar de inmediato que algo bueno le ha sucedido, quizá por fin le haya cruzado una de sus famosas ideas millonarias por la mente y eso la pondrá a trabajar como hormiga nuevamente - ¿A qué hora salimos normalmente, Loretha? – pregunta Deckard, como si pudiera adivinarle el pensamiento.

- Nosotros nunca hemos salido de aquí – responde nuevamente la voz metálica y luego suelta una risa – Si para mi doceavo año trabajando con usted sigue molestándome con eso, voy a demandarlo – luego, la comunicación se corta.

Loretha no siempre fue su secretaria, hace bastantes años era su asistente. Los tiempos difíciles solo ayudan a saber cuánta gente leal tienes a tu lado, y aquella mujer siempre había estado de su lado. Él solía molestarla con ese diálogo, esa pequeña línea "nosotros nunca hemos salido de aquí", sacado de la primer película en que participaron juntos, donde su extraño, peculiar y agradable vínculo había quedado marcado... Aunque también se trataba de la peor película que ambos pudieran recordar. Un vaquero que liberaba a una tribu de nativos americanos tras el hundimiento de un buque. Otra carcajada, no puede evitarlo, incluso ahora se pregunta qué carajos pasaba en la cabeza de aquellos productores y por qué habrían decidido hacer una película así de absurda.

- Si sigue riendo tan alto, las otras oficinas volverán a reclamarnos – esta vez la voz metálica viene acompañada de otra risilla, como si ella también hubiera recordado el origen de esa frase que los une, que los seguirá uniendo quizá para toda la vida – además, la señorita Eugenie ha venido a verle –

No es necesario si quiera que le diga que puede pasar, Eugenie es la estrella más reconocida que el viejo vaquero ha representado. Ya no es una niña, pero aún conserva ese aire inocente que a la gente le encanta. La puerta se abre y la pequeña de cabellos dorados entra con su aire adorable, seguida de su madre que, justo como la señora Smith, tiene ese aire de persona estricta.

Hoy se le ve feliz – comenta la pequeña, luegosonríe en su dirección y al final se sienta en el mismo sillón que han ocupadolos Smith un rato antes oig

Sin títuloWhere stories live. Discover now