Con una mezcla de sorpresa y repulsión, Louis se dio cuenta de que lo que había encontrado era una trampa para aquellos que, como él, buscaban lo inusual. El joven exhibido era una víctima del comercio ilegal, una realidad que había sido ocultada tr...
La tragedia había envuelto la vida de Harry en una marea oscura, y el asedio constante de la prensa solo amplificaba su angustia. La noticia del asesinato de Evangeline había conmocionado a la comunidad, y el papel de Louis como su defensor y confidente se volvía cada vez más desafiante.
Florence, consumida por la desesperación, llamaba a su hijo con frecuencia. Louis había pasado incontables horas consolándola, asegurándole que la seguridad se había reforzado y que el adolescente, aunque devastado, estaba a salvo.
Harry se había refugiado en la soledad. Su habitación se convirtió en un santuario oscuro donde el mundo exterior no podía alcanzarlo. Las llamadas de sus amigas quedaron sin respuesta, los mensajes sin leer, y cada intento fallido de contacto parecía sepultar su espíritu un poco más.
Louis sabía que no podía dejar que el duelo lo consumiera. Afrontar la pérdida era esencial para su sanación, aunque cada paso en esa dirección pareciera imposible de dar.
Cuando llegó el día del funeral, el cielo amaneció cubierto de nubes grises, como si el mundo compartiera su luto. La ceremonia se llevó a cabo en un cementerio apartado, rodeado de árboles que se mecían con el viento helado. La atmósfera era densa, cargada de solemnidad.
El abogado no se apartó de su lado en ningún momento. Mientras los asistentes murmuraban palabras de consuelo, él lo observó en silencio, reconociendo la lucha interna reflejada en su mirada vacía.
Se inclinó hacia él y, con una mezcla de ternura y desesperación, tomó su rostro entre sus manos.
—Hazz... —su voz era suave, pero firme—. Sé que esto duele más de lo que puedo imaginar, pero no puedes hundirte. Debes seguir adelante por ella... y descubrir quién le hizo esto. Te prometo que no dejaremos que nadie escape de su responsabilidad.
Las lágrimas del joven cayeron sin contención cuando se arrodilló frente a la tumba recién cerrada. La lápida, sencilla pero conmovedora, tenía grabado el nombre de su hermana: Evangeline Styles.
Con manos temblorosas, dejó una dalia blanca sobre la tierra aún fresca y susurró palabras que solo ella pudo oír. Un último adiós, roto y lleno de amor.
Desde una distancia prudente, Louis observó en silencio, sus ojos deteniéndose en la lápida contigua. Lisa Styles.
El significado era claro. Evangeline descansaba junto a su madre, en un acto de amor y dolor que solo Harry pudo haber organizado. El simbolismo de esa despedida le oprimió el pecho.
