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Kim Taehyung creía firmemente en ser el Dios de Marte. Sin embargo, su reino estaba lejos y él encarcelado.

Su espalda desnuda se posaba en aquella pared blanca llena de bocetos incompletos, mientras tomaba pelotitas de ping pong y las pintaba con atardeceres saturados y noches estrelladas.

Abría paso a que una luz se posara dentro de ellas y alumbrara su paisaje recién pintado.

Con las yemas de sus dedos lo levanto y observo detenidamente.

Satisfecho dejo a un lado su pequeña distracción. Dando unos cuantos saltos hacia delante sentado sobre la cama, se levanto y sin mucho interés tomo una camiseta de cuadros roja que estaba tirada sobre el suelo.

Por el pasamanos corrían sus dedos con manchas de acrílico, llevando su camiseta sin abrochar dejando a la vista su piel ligeramente morena.

"Madre, iré por materiales" sin esperar respuesta salió de casa pero ahora sin acrílicos sobre él y con su torso cubierto.

Sin enfocarse en algo, pasaba de todo estando en su propio mundo. En el cual Jung Hoseok no existía.

Pasando de él sin saber de su existencia o sueños. Los jóvenes nunca cruzaron miradas. Nunca se dedicaron una palabra, ni mucho menos esperanzas.

Pero ambos sin saberlo habían cruzado por primera y ultima vez con aquella alma gemela que gritaba blasfemias contra el sistema opresor. Una voz que solo llego a oídos sordos.

Vidas tan simples, vidas tan humildes. Uno deseaba acrílicos, otro ganar el permiso de sus padres para ir a una fiesta.

El primero consiguió sus acrílicos, pero el segundo no consiguió ni un permiso, ni un fin de semana con amigos.

Negro de MarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora