II

2 1 0
                                    

- Hola, ¿te puedo ayudar en algo? - Apareció ante mí de la nada, como si fuese un regalito del Señor enviado expresamente para mí, un apuesto, ¿qué digo apuesto? Si ese hombre no tendría que ser ni humano, ¡era un dios del Olimpo!

- ¡Hostia puta! - Que fina yo

- Perdón, ¿te he asustado? - No, si el asustado parecía él por lo que acababa de soltar por la boquita...

- No te preocupes, solo casi me provocas un infarto pero sin rencores eh... - Infarto por lo guapo que eres, ¡GUAPO!

- Ah vale, oye ¿buscabas algo?

- ¿Yo?

- Sí, he visto como mirabas de arriba a bajo todo como si buscaras algo, digo a lo mejor puedo ayudarte a acabar con tu curiosidad – Dice en tono vacilante

Pillada en toda regla, pero no me voy a amedrentar, por mucho que lleve razón no es nadie para dirigirse así a mi.

- Eh, perdona pero creo que te estas confundiendo, yo estoy en mi jardín y puedo mi...- Su cara fue cambiando de expresión hasta ponerse serio e incluso incómodo pero no era por lo que le estaba diciendo, ni siquiera me estaba mirando e incluso diría que ni escuchando, estaba mirando a lo que había detrás mía y eso le hizo meterse casi corriendo a la casa – ¡Oye! Que te estoy hablando, ¡no me dejes con la palabra en la boca! Será maleducado...

Se oyó una voz detrás de mí.

- Lya, cariño, ¿qué haces que no saludas a tus tíos y a tus primos? - La cara de mi madre era un poema, de psicópata en toda regla.

- Ah, lo siento, estaba mirando una cosa... Nada importante – Comienza la función – ¡Hola! Que de tiempo y que alegría y que de todo – No se me daba muy bien, la cosa sea dicha.

El día, por suerte iba pasando, pero por desgracia más lento de lo que me hubiese gustado. Miré varias veces a la casa de al lado, pero lo extraño es que no se veía movimiento, como si no hubiese nadie. Bueno, tal vez se ha ido, pensé.

Estaba empezando a anochecer cuando se fue mi familia.

- Por fin – Me susurró mi padre en el oído, a lo que le respondí con una sonrisa cómplice.

Para ser sinceros, esta vez no había sido tan mala como las otras, incluso hubo momentos en los que me divertí.

Acabé de ayudar a recoger y me salí un rato al jardín a echarme en una tumbona mientras revisaba mi móvil. Ahora que se acercaba el buen tiempo, me encantaba hacerlo, era mi momento de relax todas las noches.

De un momento a otro me vino un olor que no me gustaba nada, olía a tabaco, lo cual era raro porque en mi casa nadie fumaba. Levanté la cabeza para ver de donde venía y ahí estaba él, el chico guapo y maleducado de esta mañana.

- Hola - ¿Se atreve a saludar? Le hubiese dicho un par de cosas pero preferí no responder, así que volví a mi móvil – Maleducada...

¿Perdona? ¿Se refería a mí? ¿Yo la maleducada? Mira que no quería decirle nada, pero si me ha buscado, tranquilo, que me va a encontrar.

- ¿Qué has dicho? - Dije mientras me incorporaba en la tumbona

- Buenas noches – Dijo mientras sonrió y dió la última calada al cigarro. Lo apagó y se fue. Pero, ¿de que va?

- Gilipollas... pues tampoco es tan guapo – Digo en voz alta para mí.

La verdad que me resultaba extraño que desde la casa no procediera ni una luz, es decir, estaba completamente a oscuras, como si realmente nadie hubiese entrado ahí, pero si que había alguien, estaba él. Aunque creo que la única que lo sabía era yo.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 23, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El chico del jardín de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora