2: Capítulo... ¿Final?

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Escandalosa, así era Beatriz por cualquier cosa que se le presentara en frente.  Escapar antes de su berrinche había sido sin duda una cautelosa idea. Sabía que en ese segundo de silencio tan sólo estaba revolucionándose en su interior una buena cantidad de gritos en los que no sólo reclamaría por el estúpido pez.

—Mamá se puso como loca.

Lamentablemente habían escuchado parte de su discurso.

—Dime algo que no sepa —murmuró con cansancio esperando que el ascensor parase en su piso —. Pero no te preocupes, ese pez es tuyo, ¿sí?

—Lorena, su nombre es Lorena, pez no le queda —Nick suspiró y desparramó el cabello castaño de su hija con cariño —. ¿Comeremos pizza?

—Tu madre dijo que debías comer tus vegetales —ambos se miraron fijamente un par de segundos para luego romper en carcajadas —. ¡Por supuesto, Sara! Eso no se pregunta.

Ordenaron dos pizzas de muzzarela y una botella de coca cola de dos litros. Demás está decir que quedaron más que satisfechos y Sara quedó rendida en el cuarto sueño más pesado, una hora después. Y allí viene el momento al que no quería llegar. 

Después de acostar a su pequeña en su habitación. Se quedó con Lorena un par de horas hasta que se le ocurrió cambiarle el agua de la pequeña pecera en el baño. Claro, como se imaginarán Nick era alguien que no creía tanto en la suerte, sino más bien en la «mala suerte»; que era la que siempre lo había acompañado en todos los aspectos de su vida.

Y... Bueno, esa misma es la que causó el estrafalario accidente. Su codo golpeó la pecera y Lorena voló inevitablemente al inodoro. En un descuido, o en sus ansias de reparar su error, su manga quedó enganchada en la palanquita y el agua se la tragó para siempre.

¿Cómo era posible? Bueno, con Nick todo lo era. Incluso lo más estúpido e inimaginable.

—Yo sé Dios que he sido un hombre de poca fe pero, ¿no creés que estás siendo un poquito cruel? —metió la mano en el inodoro mientras miraba al techo del baño —. O si esto es obra de ti, Diablo mugroso, quiero que sepas que te odio, hoy más que nunca. 

Nada, no tocaba nada. Lorena se había ido. ¡Se había ido!

Chuchú llegó media hora después de esa llamada amarga. Llevaba consigo un paquete de pañuelos descartables y una botella de tequila bajo el brazo. No traía una solución, pero sí una buena disposición y un poco de burla sana.

—Llora todo lo que quieras, hermano.

—Eres un idiota, Carlos —éste sonrió y dejó las cosas sobre la pequeña mesa alargada que había pasando la puerta.

—Así que Lorena se fue por el inodoro. Eso sí que es extremadamente un problema, sobre todo porque ya es media noche y no hay una tienda de mascotas abierta en ninguna maldita parte. Oh, y no podemos olvidarnos de los sentimientos recientemente encontrados de Sara hacia Lorena. Eres hombre muerto —agrandó sus ojos mientras negaba con su cabeza —, y bien muerto.

—Es por eso que soy tu único amigo —agarró el tequila por despecho y se encaminó al sofá.

Tenía que pensar rápido; necesitaba una solución inmediata. Aún si tuviera que vender su alma por otro maldito pez dorado, Dios, en verdad haría cualquier cosa. Chuchú lo observaba desde donde estaba, todavía de pie, cerca de la mesa. Él no era el cerebro en ninguna operación, de hecho con suerte notaban que existía. Pero esa noche se vio inusualmente iluminado. Tan destacado. Tan seguro de sí mismo.

—El Motel de la vuelta tiene una gran pecera —soltó sin más. Nick se giró hacia él lentamente —. ¿Qué? No es que frecuente ese tipo de lugares.

—Por supuesto que no —rodó los ojos —. Sin embargo, ¿sabes? Es hasta ahora la mejor idea que haz tenido en años.

—Querrás decir, mi idea es tu única opción.

*·*·*

El Motel de mala muerte a la vuelta de su edificio, era el escenario perfecto para una película de horror. Frío, mugriento, con un hedor rancio que Nick prefirió no ponerse a averiguar su procedencia. No había mucho para observar, pero lejos de la pequeña recepción, justo cerca de la única ventana a la vista, se encontraba la bendita pecera, quizá lo único de allí que tenía signos de ser limpiada con frecuencia.

—Ya estamos aquí, ¿y ahora qué?

—No creí que llegaríamos tan lejos —susurró Chuchú.

Un carraspeo interrumpió su pequeña discusión y levantaron la mirada para encontrarse con el que parecía ser el dueño de aquel desagradable lugar. Un tipo calvo de anchas dimensiones con la ropa harapienta y sucia. Tenía una barba descuidada en su mentón y restos de comida en la comisura de su boca.

—¿Qué buscan? 

Nick codeó a Chuchú y éste tragó saliva con dificultad. Era hora de dejar su recién descubierta timidez de lado, por una muy buena causa. De hecho, quería creer que lo era.

~*~

—¡Lorena, buenos días! —se escuchó la tierna voz de Sara a lo lejos.

Chuchú fue el primero en despertar, tenía un ojo morado y la nariz hinchada con uno de sus orificios obstruido por un exagerado tapón de algodón. Miró hacia todas partes completamente desorientado hasta que dio con su hermano mayor tirado en la alfombra. Su aspecto era mucho más saludable, sin embargo, su ropa tenía signos de estar húmeda aún.

—Pss... —Nick se removió entre sueños —. Oye... —susurró Chuchú estirando el pie para golpearlo en la cabeza.

—¡Corre, Carlos, corre! —se había levantado sobresaltado. Sus ojos verdes abiertos de par en par, su cabello despeinado y baba aún cayendo de su boca —. ¿Qué demonios? —pestañeó varias veces hasta tener una imagen clara de Chuchú —. Te ves horrible.

—Mejor cierra la boca.

—¡Papá, papá! —ambos se miraron y salieron en búsqueda de la pequeña que gritaba con alerta. La encontraron en el baño mirando el inodoro con angustia —. ¡Lorena se fue por el inodoro!

—¡No!

[Historia Corta]Lorena se fue por el inodoroWhere stories live. Discover now