Aleximitia.

Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 1

Ninguno de los dos sabía cómo había terminado en ese acto tan pasional, aunque ambos sabían que el amor no era correspondido como se debía, lo habían hecho, lo estaban haciendo.

— Ngh, Kei... ~

La voz del capitán del Seijoh se logró escuchar entre el beso que ambos ejercían. Aquel beso era demandante por parte del rubio, ¿por qué lo hacía?, había correspondido como si fuera recíproco, lo había hecho.
Guió al castaño hasta la pared de aquel salón, colocando sus manos en su cintura, apretando la misma, estaba siendo demasiado brusco con él, pero no lo entendía. El mismo Oikawa estaba disfrutando de su tan demandantes acciones, era algo que había deseado entonces, ¿estaba bien? Entre tanto desenfreno que se estaba descarrilando, el menor se había atrevido a meter su lengua dentro de la boca de su contrario, se estaba dejando llevar demasiado, pero no podía controlarse. Sin embargo, no fue él si no el mismo setter quien separó su acto tan placentero.
Tsukishima había chasqueado la lengua al momento del separo, notando el obvio hilo de saliva que conectaba ambos par de labios, desvió la mirada con un suave pero notable sonrojo en sus mejillas.

— Ne Kei, no me importa si no puedes sentir nada más que frustración hacía mí, que estés confundido, quiero despejar tu mente y tus emociones.~

Era cierto, cada palabra por más molesta que le pareciera era cierta. No podía decir que realmente había sentido algo emocionalmente, sí, su cuerpo lo había disfrutado y deseaba repetirlo pero sus emociones no correspondían con sus actos. Apretó en puño una de sus manos, golpeando la pared frente a él, era molesto no poder expresar lo que su mente le decía. Por un momento, guardó silencio, ya hasta había olvidado por qué el mayor estaba en su salón de clase, tampoco era como si le importara ya.

— Haz lo que quieras —, con un tono molesto, logró pronunciar esas palabras. Tal vez estaba molesto, irritado, frustrado, o simplemente quería acceder sin sonar tan obvio, no lo sabía, pero quería saber.

La sonrisa que Tooru había formado en su rostro era de satisfacción, ¿en serio sería el juguete de un niño 2 años menor sólo por mero capricho? Bueno, si él tenía el control, no había necesidad de cuestionarse tanto.
Después de todo, no fue él quién lo había buscado.