Fueron idiotas. Dejaron de ser felices, renunciaron a su felicidad, a pesar de que se les alentaba a ser, como el sol, que no renunciaba nunca a brillar, a pesar de que su luz se dedicara a irradiar detrás de las grandes nubes grises; a ser como un corazón, que continuaba latiendo incluso en su más doloroso palpitar.
Palabras.
De esa manera, de esa tan simple pero a la vez complicada manera, nosotros, los escritores (quienes creíamos serlo), rogábamos, con cuerdas atadas a la garganta, que no renunciaran, ellos no sabían, que con una simple palabra, podían arreglarlo todo.
La última bala fue disparada.
Todo estaba acabado.
Todos.
Todos fueron lo suficientemente torpes como para alejar de ellos lo que les mantenía con vida, dejaron de respirar cuando sus pulmones todavía imploraban por oxígeno.
Tú, que lees esto y aún tienes tiempo, no seas como ellos, no ignores el deseo que tienes de ser feliz, después de haberte refugiado en las sombras por tanto tiempo.
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Las palabras que terminaron con el mundo
Short StoryEl mundo se acabó. Luego de tantas alegrías, tantos abrazos, tanta vida, llegó el turno de la muerte. La guerra pudo con la gente. La esperanza estaba supuesta a ser lo último que se perdería, pero cuando pasó, nadie supo qué hacer. El mundo se acab...