Santiago y yo seguimos viéndonos con frecuencia. Íbamos a cine, comíamos algo, o simplemente caminábamos por ahí y hablábamos de cualquier cosa. Obviamente mis sentimientos ya no eran los mismos, pero me alegraba de que pudiéramos pasar tiempo juntos de nuevo como solíamos hacerlo antes.
El domingo acompañé a Naomi a pasear a Hamlet. Cuando llegamos a casa, subí directamente a mi habitación. La falta de sueño de la noche anterior había comenzado a atacarme y lo único que quería era dormir en la comodidad de mi cama. Sin embargo, la presencia de Audrey sentada tranquilamente sobre la silla de mi escritorio sacudió el sueño de inmediato.
—Ustedes en serio tienen que dejar de aparecer así.
Audrey le dio un giro a la silla y me miró.
—Entonces dile a tu mamá que deje de abrirnos la puerta.
Me quité los zapatos y tomé asiento en la cama.
—¿Y Maddie?
—Está en casa —respondió Audrey, mientras le daba una hojeada a uno de mis libros que había tomado al azar—. No quiso salir y estoy muy aburrida.
Suspiré. Adiós a mi siesta.
—Bueno, ¿qué quieres hacer? —pregunté. Mi amiga dejó el libro sobre el escritorio y sonrió.
—¿Conoces ese nuevo restaurante en el centro?
—¿El que abrieron como hace una semana? —Ella asintió con la cabeza.
—Deberíamos ir. Todo el mundo dice que la comida es muy buena.
Accedí a su propuesta, y luego de una larga sesión de peinado y maquillaje (a la cual me rehusé en un principio pero finalmente caí ante la insistencia de mi amiga), nos encaminamos al restaurante.
Audrey aparcó su auto en el parqueadero para clientes del establecimiento. Había una fila de 3 personas en la entrada del lugar, así que nos ubicamos detrás de un chico alto y una chica de cabello negro a esperar que nos asignaran una mesa. Esa es la ventaja de vivir en un lugar tan pequeño como Motli, las filas más largas que tienes que hacer son de 5 personas, más o menos.
Charlamos por unos segundos y de pronto, Audrey se quedó callada, mirando a un punto específico dentro del restaurante. Abrió la boca en una "o".
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Mira quién está allá —contestó, sin apartar la vista.
Dirigí la mirada al interior del restaurante, intentando buscar aquello que había impactado tanto a Audrey. Una escena en particular llamó mi atención. Una chica rubia y un chico castaño cenaban en una mesa, frente a frente, conversando y riéndose. Agudicé la vista y entonces los reconocí.
—¡No puede ser!
—Esa maldita mentirosa —bufó Audrey mientras buscaba algo dentro de su bolso.
—¿Qué estás... —La pelirroja me interrumpió, poniendo su dedo índice frente a mi rostro, indicándome que esperara un momento.
Tomó su celular y tecleó un par de cosas antes de ubicarlo junto a su oído. Trasladé mi mirada al interior del establecimiento, donde Madison buscaba impacientemente algo dentro de su cartera. Luego de unos segundos, sacó su teléfono y contestó a la llamada.
—¿Hola? —Escuché su voz del otro lado de la línea.
—Hola, Mads —habló Audrey.
—Audrey, hola. ¿Ocurre algo?
—No es nada. Es solo que salí con Ana pero olvidé mi billetera —dijo, observando las uñas de su mano izquierda con una sonrisa en el rostro—. Y tú estás en casa, ¿verdad? ¿Podrías traérmela, por favor?
Madison abrió los ojos e hizo una mueca, aterrada.
—Yo... ehh... es que... mmm... no estoy en casa ahora. Mamá me pidió que comprara leche y bueno, tuve que salir.
Audrey negó con la cabeza, enarcando una ceja.
—Ah, ¿en serio? No tenía idea de que cenar con Santiago López en un restaurante del centro era comprar leche.
Madison frunció el ceño y se puso de pie en su asiento. Giraba la cabeza de un lado a otro, buscando el punto en el que Audrey y yo nos encontrábamos. Finalmente cruzó miradas con su hermana. Se inclinó para susurrar algo junto al oído de Santiago, quien miró hacia atrás y nos dio la espalda tan pronto posó sus ojos en la entrada del restaurante.
La chica rubia caminó hacia nosotras. Audrey cruzó los brazos cuando se detuvo frente a las dos.
—¿Qué pasó con "prometimos no volver a hablarle" y "es un imbécil", ah? —exclamé.
Hice una pausa, esperando que Audrey se uniera a mis reproches, pero eso no ocurrió. Me sorprendió un poco que no hubiera dicho nada con respecto al hecho de que su hermana le había mentido y ocultado todo aquello. Solo nos observó en silencio. Madison suspiró, dirigiendo su vista al suelo.
—Lo siento, es que...no quería contarles aún. —Alzó el rostro para mirarme— Victoria, no tenía idea de cómo reaccionarías. Audrey —murmuró, dirigiendo la mirada hacia su hermana—, perdona por habértelo ocultado todo. En serio, lo lamento tanto —Movía la cabeza, alternando su atención entre Audrey y yo—. ¿Puede alguna decir algo, por favor?
Intercambié miradas con Audrey, y de forma muda decidimos que ella hablaría primero. Se aproximó a su hermana y la rodeó con los brazos.
—Acepto tus disculpas. Sabes que siempre te perdono y siempre lo haré, Maddie. —Acariciaba la espalda de su hermana mientras hablaba— Sé que prometimos decirnos todo, pero a veces hay cosas que no sabemos manejar y necesitamos un poco de tiempo —Se separó unos centímetros de Madison, aún con sus brazos alrededor de ella, y la miró a los ojos—. Lo importante es que al final lo digamos. Más vale tarde que nunca.
Ambas sonrieron y se abrazaron de nuevo. Audrey se alejó de su hermana luego de unos segundos, y supe que era mi turno de hablar. Ignoré la escena conmovedora que se había presentado frente a mis ojos. Estaba furiosa y dolida. No entendía cómo Audrey había dejado ir el asunto tan fácilmente. Quizá era por su vínculo especial de gemelas, no lo sé. Pero ese no sería mi caso.
—Siempre te gustó, ¿cierto? —dije, acercándome más a Madison— La única razón por la que lo rechazaste fue por lo que me hizo. Y tú —dije, señalando a Santiago, quién se había puesto de pie hacía unos segundos y ahora se encontraba junto a Madison—, no puedo creer que lo hayas hecho de nuevo... ¡No puedo creer que caí otra vez!
—No, Victoria, no es... —Lo interrumpí.
—No quiero escuchar tus excusas. Ya tienes a Madison —exclamé, señalando a la chica rubia con el brazo—. Ya déjame en paz.
Me di la vuelta y me alejé del lugar sin mirar atrás.
Llegué con un insoportable dolor de pies por lo zapatos que Audrey había insistido que usara. Me encontré a mamá bebiendo algo en la cocina.
—¿Está todo bien? —preguntó, acercándose para darme un abrazo.
—Sí...No... No sé.
—¿Pasó algo con Madison y Audrey? ¿O tiene que ver con ese niño de los ojos azules?
Solté una leve risa frente a su comentario, y ella hizo lo mismo.
—La primera opción, mamá.
—Ah bueno, pues ya verás que van a arreglar todo, como siempre—dijo, tomando un mechón de mi cabello entre sus dedos.
—Eso espero —suspiré.
—Todo estará bien, mi niña.
Me dio un beso en la frente, sonriendo, y se dirigió a las escaleras. Se dio la vuelta antes de marcharse.
—Buenas noches —exclamó.
—Buenas noches —contesté.
Dudo que esto vaya a estar bien tan pronto. He tenido peleas con Audrey y Madison antes, pero esto es diferente. De verdad no quiero ni ver a Madison, al menos no por ahora. Me duele que ella haya sido parte de todo eso. Sabía que me lastimaría, pero aun así lo hizo. Solo quiero dormir y no pensar en nada por un largo rato.
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Al final
Teen FictionVictoria vive acomplejada con el color de su piel. Desde que tiene memoria siempre ha querido lucir como aquellas chicas que todo el mundo llama "hermosas": rubias, de ojos claros y piel blanca. Solo el tiempo, cargado de experiencias y nuevas pers...