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La sangre se escurría entre sus dedos.
Phoebe soltó un pequeño grito, la puerta de su habitación se abrió bruscamente revelando a sus padres; ambos con rostros cansados y asustados. No era la primera vez que algo así le sucedía.
Apretó la sábana que cubría su cuerpo con fuerza, está harta de ello. Las pesadillas habían sido solo eso, pesadillas; hasta que de un día a otro se tornaron reales. No tenía explicación, tampoco la había buscado, tenía miedo.
¿De quien era toda esa sangre?
—Phoebe cariño—su madre la envolvió en un fuerte abrazo, no parecía importarle la sangre que circulaba a su alrededor.
Su padre por otro lado, tomaba cierta distancia.
—Voy a prepararle un baño—murmuró él, miró a su madre y luego a ella, dedicándole una pequeña sonrisa tranquilizadora.
Phoebe apoyó el mentón sobre el hombro de su madre, suspirando con pesadez. Ambas manos las mantenía como soporte detrás de su espalda, podía apostar no eran lo único en esa habitación que resultaba perturbador.
La humedad bajo su sábana le daba una pequeña idea de ello. Soltó un pequeño sollozo, que en consecuencia causó que su madre la apretara con fuerza, acaricia su espalda y susurrar en su oído una dulce melodía.
