Era alto, pero no demasiado. Era la altura perfecta, lo suficiente cerca del cielo, lo suficiente cerca de mí.
Tenía unos ojos preciosos, con unas pestañas largas y ese café delirante, con un universo entero dentro de ellos, y lo mas hermoso es que yo los miré y ellos a mí.
Poseía un olor embriagante, bastaba respirar un poco cerca de su cuello para volverte una adicta. Y esa sonrisa tranquilizante todo de el recibía la palabra perfección.