U N S P R E Z E C E

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Sus manos se encontraban sudorosas, al igual que su frente y otras partes del cuerpo. Había estado corriendo por todos lados intentando buscar un collar para JiMin, pero no encontraba el que le convenía a la perfección con el menor. A pesar de la mentira que le había dicho a su hyung, JungKook quería comprarle algo especial a JiMin, después de todo era como su amigo-novio... Solo que el menor no lo sabía.

Paró en una plaza donde se encontraban varios niños jugando; simplemente los ignoró y se sentó en un banco cansado. Tomó sus cabellos castaños en sus manos y suspiró.

¿Dónde estaría aquel collar que se imaginaba JungKook?

Esperó unos minutos para pensar antes de levantarse e ir al lugar indicado por su propia mente, ¿para qué se necesita Google Maps, si el cerebro es más?

JungKook no había pensado que esto podría ocurrir, pero en un momento de desesperación cualquier cosa sale de sus labios y se arrepiente mucho de haberlo dicho, aunque no tanto.

Entonces lo vio, allí estaba... La joyería más reconocida por toda Corea del Sur: Jennie's Jewelery.

Entró sin siquiera pensarlo y comenzó a ver las joyas expuestas en aquellos vidrios. Los apreció uno por uno, pero luego de ver los precios dejó de apreciarlas.

Con un mohín en la cara, comenzó a buscar en las cosas de plata. Agachó la mitad de su cuerpo haciendo que su vista quedara fijamente en aquel collar de dos piezas, un collar para parejas. Ya tenía pensado cómo pedir a JiMin aquello que tenía en su cabeza desde hace mucho. Sonrió sobrio cuando imaginó a JiMin sonriendo y aceptando su propuesta.

Esperó a que lo atendieran y al instante pidió aquel collar. Pagó lo debido y guardó el collar en una cajita rosa de seda, era preciosa a la vista de cualquiera.

JUNGKOOK POV.

Luego de pasarme el día buscando el collar para JiMin, caminé un poco más para llegar a una heladería. Buscar tanto me cansó y más lo hizo con el calor de Busan.

Empujé las puertas de la tienda haciendo sonar las características campanas. Busqué un asiento y me senté alejado de la mayor cantidad de gente, hasta que vino un chico moreno –bastante apuesto a decir verdad– a tomarme la orden.

—Bienvenido a Frezze, mi nombre es JongIn, ¿qué desea ordenar?– musitó con una sonrisa brillante, quería cerrarle la boca.

—Un helado de chocolate y vainilla, por favor.

—¿Sólo eso, joven? Le recomendamos el helado extravagante de cinco sabores, al mismo predio que el de dos, con descuento si lo paga con tarjeta de crédito.– volvió a decir con una sonrisa. Como odio las promociones.

—Solo quiero mi helado de chocolate y vainilla.

—Enseguida se lo traigo.– dijo algo avergonzado ante el rechazo.

—Gracias...– dije en un ligero suspiro.

Saqué mi celular y comencé a jugar Candy Crush para matar la fatiga. Hasta que me interrumpió el mismo chico.

—Aquí tiene joven.– dijo, para luego irse rápidamente sin darme tiempo de agradecerle por el helado.

Junté una gran parte del helado de chocolate y lo llevé a mi boca, pero, antes de poder saborear el delicioso helado, me llegó una llamada. Bajé mi cuchara y me dispuse a contestar la llamada.

—¿Qué?

—Pareciera que te interrumpo algo de nuevo, Hyung.– río. —Debería dejar de llamarte y que me llamaras tú, pero sé que no lo harías.

—¿Ahora qué quieres?

—Quiero que vengas a casa, estoy solo. Jin hyung salió con un tal NamJoon y me quedé solo.– paró un momento. —Podríamos ver una película, pero esta vez te dejo elegir a ti.

—Está bien, ahora voy.– corté la llamada.

Dejé el dinero en la mesa junto al recibo, y me retiré haciendo sonar nuevamente las campanas.

Caminé hasta la esquina donde se encontraban varios taxis y, sin hablar, me adentré a uno. El conductor entró de inmediato y encendió el motor.

—¿A dónde señor?– preguntó con un tono serio.

—Al Gangnam de Gwangalli, por favor.

Sin responder comenzó a conducir hacia la casa de JiMin. Luego de unos veinte minutos llegamos; le indiqué la casa y paró frente a ella.

Maldita sea, joder, carajo, rayos y centellas... Había olvidado mI MALDITO HELADO.

Pagué y bajé del auto, esperando a que se vaya. Me acerqué a la puerta y la golpeé para que me abriera, pero nada. Golpeé de nuevo, pero nadie me volvió a atender. No tuve de otra que abrir la puerta, todo estaba apagado, por lo tanto no veía nada. Seguí caminando con mis manos frente a mí para sentir si chocaba con algo.

Noté las escaleras a pocos centímetros de mí, que si no lo hubiera sentido por haber levantado el pie hubiera caído. Subí hasta el cuarto de JiMin y entré despacio sin hacer ruido alguno. La luz también estaba apagada allí, pero podía divisar un cuerpo en la cama, –para ser específico el de JiMin–, me dispuse a caminar hasta que lo escuché susurrar. Dirigí mi mirada hasta el sonido y lo vi a él... JiMin estaba semidesnudo en su cama, ¿soy yo o sus labios se ven apetecibles?

—JungKookie hyung...

¿Está despierto? No, ¿entonces por qué exactamente me llamaba?

Comencé a sudar frío cuando lo escuché esta vez gemir y tocar su miembro. Estaba teniendo un sueño húmedo conmigo, Dios.

Sin pensarlo salí lo más rápidamente y silenciosamente que pude, tratando de hacer que el suelo de madera hiciera algún sonido y espantase el sueño de JiMin. Cuando salí totalmente de la casa, suspiré de una manera de la cual hasta yo me asusté. Puse mis manos en mis rodillas y me agaché; eso fue exhaustivo.

Me levanté y me estiré. Miré por varios segundos la puerta y me reí por la estupidez que acababa de hacer. Volví a tocar la puerta, pero esta vez la golpeé más fuerte para que al menos JiMin despertase.

Esperé unos segundos hasta que escuché pasos sonar contra la madera. Sentía los nervios por las venas, me daba un poco de pena verlo luego de aquella escena. Hasta que abrió.

Nunca había apreciado una vista tan hermosa; JiMin se veía tan somnoliento y caliento.

—Hola, hyung.– su dulce voz se había vuelto ronca.

Sentí que me moje, digo, se me paró.

Suspiré y sonreí.

—Hola JiMinie, ¿qué hacías?– ojalá haya notado mi fingida inocencia.

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