Ahí estabas tú
en medio del bar
bailando sola y sin complejos
bajo la mirada lujuriosa de todos los hombres.
Ahí estaba yo,
entrando en otro tugurio
buscando algo que no sabía que era.
Antes de llegar a la barra te ví,
disfrutando de las miradas lascivas de los extraños
que te impulsaban a seguir.
Me acerqué
y te dije al oído la primera frase estúpida
que pasó por mi cabeza.
Sonreiste.
A las pocas frases ya estábamos comiéndonos la boca,
y las miradas se tornaron celosas
viendo alejarse su posible presa de la noche.
Me mordías el labio pidiéndome todo.
Nuestros dientes chocaban impacientes
buscando llegar hasta el final
hacerte gozar
y volver a empezar.
Corrimos a tu casa,
y seguimos rápidos hasta el éxtasis final.
Después de un rato,
volvimos a empezar,
bajo el juego de sábanas,
pero esta vez despacio,
queriendo disfrutar de cada detalle del polvo.
Nos besamos cada recoveco del cuerpo
lamimos cada poro de la piel
buscando las imperfecciones
para hacerlas especiales por un momento.
Metí mis dedos en tu coño húmedo,
acariciando tus labios
siguiendo el ritmo de tu respiración.
Tu agarraste mi pene erecto
que apuntaba a tu pecho derecho,
acariciaste mis huevos tus frías manos
sobresaltándome y acelerando mi respiración,
y empezaste a frotarme el miembro
despacio, sin prisa, disfrutando del juego.
Retrasamos al máximo el polvo,
me puse sobre ti
y empuje con fuerzas.
Buscamos evitar
que el corazón se desbocara
y dejarnos llevar por la sangre.
Una vez dentro,
cada estocada era más suave y lenta
llegando a mirarnos
en los instantes que separábamos nuestras bocas.
Con cada suspiro la temperatura subía,
y sentíamos más cerca el placer.
Seguimos frotándonos y follando
cambiando de postura
hasta que no pudimos más
el deseo era inaguantable
y nos corrimos mirándote a los ojos.
Ahí quedó todo
una noche mágica
un polvo idílico
y otra sonrisa para olvidar.
DSF

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Juegos húmedos
PoesíaUna noche oscura en la que dos jóvenes se conocen y dan rienda suelta a sus pasiones.