La bahía estaba enmarcada por un conjunto de montañas de la más verde y pura naturaleza, siendo por ello un destino de playa de gente adinerada muy poco conocido. Y sinceramente no alcanzaba a entender por qué, pues sus aguas eran tan claras y cristalinas como las de cualquier destino idílico de postal, y la arena en toda la costa de medialuna tan suave y fina como la de cualquier playa caribeña.
Estaría por dormirse arrullado por la brisa marina si no fuera porque le preocupaba despertar y que todo estuviera oscuro, entonces no ver el camino de vuelta. Se sintió como en un sueño cuando miró de reojo hacia un lado suyo, a unos cuantos metros de distancia, al hombre más apuesto que había visto en su vida. No pudo despegar su mirada de él y seguía cada uno de sus movimientos. Al parecer era más alto que él, de un cabello negro, ligeramente largo y escurriéndole agua a los lados por recién salir de las cálidas aguas del mar. Nunca se había sentido así por alguien atractivo, era más como una especie de lazo que le unía a él. Extrañamente no se ruborizó al ser descubierto mirándole sino que se acercó lentamente hacia él como si tuvieran esa confianza. El pelinegro asintió cuando al fin estuvieron frente a frente, puso una mano sobre su pecho y sonrió.
—La tranquilidad es un estado que no debes perder por nadie, respira —la voz varonil le hizo que sus latidos fueran más deprisa lo cual el alto notó e hizo que se le escapara una sonrisa que casi no se notaba—. Mis palabras no te ayudan mucho.
—No entendí a qué te refieres —se excusa—. ¿Puedo quedarme?
—Es muy egoísta que creas que es a la persona a la que le tienes que pedir permiso para quedarse y no a la madre naturaleza.
—¿Y cómo podría saber su respuesta?
—Quédate, yo también puedo sentirlo.
—¿Sentir que?
—Nosotros —Luhan sintió que su corazón se detenía con aquella simple palabra. Lo único que pudo hacer era bajar su mirada un tanto confundido—. Anda, venías a relajarte, te espero dentro —sintió cómo le alborotaba los cabellos cariñosamente y se iba hacia el agua.
Se apresuró a quitarse la playera así como los pantaloncillos para meterse a nadar un poco sin sentir un ápice de inseguridad de hacerlo junto al desconocido que le había revuelto sus emociones. El agua estaba tibia y se permitió adentrarse lentamente, sintiendo cómo la arena se arremolinaba entre los dedos de sus pies. Alzó la mirada y una versión sonriente de aquel chico le indicaba que se acercara con señas, al cual no pudo evitar corresponder a esa sonrisa y acercarse con rapidez.
—Me llamo Luhan —se presentó primero en cuanto estuvo cerca.
—Sehun, pero no pensemos en formalidades y disfrutemos —sin esperarlo, recibió un poco de agua salpicada en su rostro. Jadea indignado pero divertido, le devuelve el agua comenzando una tarde de juegos, mar, risas y algún sentimiento cálido surgiendo en ambos corazones.
—¿Volveré a verte? —susurra el castaño para no romper la aura del atardecer que contemplaban sentados en la arena.
—Haré lo posible para que suceda —el pelinegro se gira a mirarlo fijamente y suspira—. Es sorprendente... —murmura más para sí mismo.
—¿El qué? —le devuelve la mirada un tanto nervioso.
—Lo tranquilo que estoy cuando te miro —Luhan jadea ante lo directamente honesto que es Sehun. Aun en shock mira cómo se acerca a su rostro y no puede moverse. Reza en su interior que no esté jugando con él y que no le diga eso a cualquier desconocido.
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La Última Ola // HunHan // OS
RomanceLuhan se ha sentido muy solo y un encuentro con el atractivo Sehun cambiará el rumbo de su vida mostrándole cosas que nunca había sido capaz de sentir. Historia para el Concurso de verano de Zeniev