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Estaba concentrado en las patatas del bol y la serie de dibujos animados. Fruncía el ceño de tanto en tanto ante algun chiste malo.

Pero aunque parecía relajado viendo la televisión, no me quitaba de la cabeza a mi padre besándome la frente y diciéndome lo orgulloso que está de su hijo Nash. Mi padre de verdad y no el frío y calculador Jack Hackett. Jack era un hombre... Bueno, mi sensación respecto a él cambiaba cada día. Unos días, su pose callada trasmitía tranquilidad. Pero otros, creía que su poca habla se debía a un muy oscuro secreto.

La casa de los Hackett me parecía de todo menos segura. Mi padre contrató guardaespaldas desde que nací para que fueran pegados a mi culo. Y nunca había ido al colegio sin ellos. Ni siquiera tenía un grupo de amigos como el que tengo ahora, tenía mis guardaespaldas. Mi padre siempre me decía que lo más importante para él no era el dinero, era mi seguridad. Y eso lo llevó a las oficinas del FBI, suplicando protección para su hijo, ante las amenazas de otras mafias. Eso me daba escalofríos.

Comencé a temblar y Zoe lo notó.

Zoe era como Jack, con la diferencia de que ella me abrazaba cada vez que creía que lo necesitaba. Y claro que alguna vez había oído la voz de Jack. Pero Zoe nunca abría la boca. Llevábamos una semana en Arizona y aún no sabía como era la voz de mi supuesta hermana.

Aunque hay que decir que no necesitaba hablar para contar una historia. O almenos para decir algo. Sus abrazos eran suficientes. La conocía bastante. Escuchaba punk a escondidas y me robaba tabaco. Aunque delante de sus amigos era muy dulce y parecía tan inocente y tan enamorada de Justin Bieber sabía que por dentro no era así.

-Zoe, ¿por qué nunca hablas?

Ella levantó los hombros y se llevó a la boca un puñado de patatas.

-¿No temes quedarte muda?

Ella rió levemente y se acurrucó en mi hombro.

-Eres frustrante-dije sin quitar la mirada de la televisión-Seguro que tienes un montón de cosas interesantes que decir.

Sonrió pero no lograba sacarle una palabra de la boca.

-Pareces sarcástica. Vamos, di algo sarcástico.

Ella solo sonreía.

-No tengo mucho que decir, pero deja de comprar esa marca de tabaco, sabe a muerto.

Yo reí satisfecho. Su voz era tal y como me la imaginaba: ni muy aguda ni muy grave. Con un tono irónico y gracioso en cada palabra.

Qué chica...

Lost In HeavenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora