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Al igual que todo funeral al que ella había asistido, no era tan callado como se esperaba. 

Todos entablaban conversaciones con otros, usando este evento como una oportunidad para socializar o ponerse al día con la vida de aquellos a los que veían muy pocas veces. Ella sólo podía oír frases incompletas al pasar por su lado, caminando entre la gente, pero se hacía algunas ideas de lo que hablaban.

- Hubieras visto como estuvo ese día...

- ...iba a usar el vestido azul que me compré pero...

- Sigo sin poder creer que...

Sacudió su cabeza, intentando evitar entrometerse en conversaciones que no eran suyas y no le incumbían, pero ella siempre había tenido ese extraño don de poder escuchar conversaciones a metros de distancia y se lo habían reprochado muchísimas veces. Luego de notar que la única manera de no escuchar era irse, simplemente tomó asiento resoplando y resignándose a que era imposible lograr mantenerse ajena a lo que todos hablaban. Y, como era de esperarse, le entraron ganas de saber más. Así que intentó centrarse en un grupo a la vez y entender la conversación por completo.

- Siempre pensé que ella iba a superarlo, la vi intentar... -la que hablaba era la maestra de su clase- ¿ustedes la vieron mal?

-Aquella chica pelirroja y extrovertida que le caía bien habló primero- Estaba igual que siempre, algo apagada y leyendo todo el tiempo. Hasta hablamos de lo divertido que sería escoger vestido de fin de año. 

Muchos sólo miraban al suelo con los ojos llenos de consternación. Ni si quiera se abrazaban entre ellos, era como si el dolor fuera tan fuerte que les impedía ser el soporte de otro. A nuestra chica le entraron una ganas inexplicables de ir y acompañarles en su duelo, pero algo no se lo permitía, así que siguió escuchando. 

- Ahora la escuela va a usar este hecho para promover más el uso de pastillas antidepresivas, acciones antibullying y fingirán en realidad preocuparse por la salud de sus alumnos cuando lo único que quieren es que haya más de nosotros y llenar sus bolsillos. -la que hablaba ahora era la presidenta de la clase, siempre con esa idea de que todos los de mejor estatus sólo lucran con ellos. 

- Por un lado es bueno, menos chicos queriendo... -no pudo completar la frase.

Y es ahí cuando se dio cuenta de que en realidad ella no sabía de quién era este funeral, ni si quiera sabía si era de un familiar de alguien o de algún alumno de su escuela, aunque por lo que acababa de oír, así era. De la nada su visión se tornó borrosa y se mareó lo suficiente como para provocarle y gran dolor de cabeza. Y como vino, se fue. No se sorprendió mucho, siempre le pasaban estas cosas, extraños dolores y sensaciones que llegaban y se iban de la nada. 

Dejó de lado el grupo que conformaban sus compañeros y maestra, centrando su total atención en otro grupo de jóvenes. También conocía de cerca a éstos. Muchos tenían su edad, algunos un poco más, otros un poco menos. Eran de la parroquia a la que ella iba hace algún tiempo, no que ella creyera en una religión como el catolicismo, en realidad habían muchas cosas de esta religión que le molestaban, pero era una buena forma de compartir con gente sin si quiera intentarlo realmente. Además, pensaba ella, todas la religiones tienen algo cierto en sus doctrinas y precisamente ésta no me deja creer que eso es real. Entró a la conversación en la mitad de una frase.

- ... ponerse a pensar en formas de llegar a nuestros niños y hablar de este tema.

- Pero, es un tema muy difícil de tocar. -comenta una chica baja de tez morena.

- Es por eso que hay que trabajarlo y... aunque suene cruel, usar este evento para abordarlo de una manera más rápida.

- Todos los chicos la conocían, no puedes pretender usar su muerte para esto. -mientras tanto nuestra amiga se preguntaba otra vez, de quién hablaban.

- Tenemos que hacerlo si no quieren que se vuelva a repetir, no podemos correr riesgos. 

- Mira, pienso que hay que discutir esta situación en otro momento. -dijo un chico con nariz aguileña.

- Es cierto, es muy insensible de tu parte ponerte a pensar ahora en este tipo de cosas. -indicó otra chica que estaba de espaldas a ella.

- Tampoco peleemos, por favor. 

Esto último cerró la conversación y el muchacho que lo pronunció, un chico alto de cabello rubio y ojos profundamente celestes, caminó con rostro enfadado lejos del grupo, dejando a todos ahí, sin saber qué responder. Ella quiso ignorar el actuar de este chico, pero no quitó su mirada ni un segundo de él, hasta que desapareció por la puerta que llevaba al patio. Suspiró y se irguió de su asiento, estirando un poco las piernas y repasando lo que llevaba puesto. Sonrió de lado, pensando en que vestirse de color crema en un funeral, al que todos iban vestidos de negro, era salirse de lo establecido, algo que le encantaba. Caminó sin rumbo dentro del salón repleto de gente que, extrañamente, conocía. Es decir, todos eran alguien que ella había visto por lo menos una vez en su vida. De nuevo intentó acallar los murmuros que escuchaba, porque sólo la hacían sentirse mal por no poder sufrir este acontecimiento con ellos. Ella no quería eso, le arruinaban la única vez que se había sentido plenamente feliz en su vida, aunque sonase egoísta. De pronto algo la llamó hacia el exterior del lugar, pero ese algo se quería llevar con él su felicidad y ella no se lo permitiría.

De la nada, una chica pequeña entra.

Iba vestida con un vestido negro corto y simple sin escote, un blazer negro también, medias en rejilla y zapatillas Converse negras. El cabello lo llevaba en un coleta y su fleco era sostenido por horquillas de color blanco. De todas las personas que había visto por la tarde, ella era la que le había sorprendido más. 

¿Qué hacía ella aquí? 

Se armó de valor para acercarce a ella y pedirle explicaciones ¿por qué aparecía por aquí en esta ocación? ¿por qué ahora y no antes? 

No pudo.

La chica pequeña comenzó a caminar rápidamente en una dirección que ella desconocía, pero la siguió. Y sin hablar con algún familiar o si quiera saludarles, dar sus condolencias, la chica pequeña llegó al altar que nuestra amiga había estado buscando inconcientemente toda la tarde y tomando la foto de la fallecida, se largó a llorar, con esta pegada a su pecho. De vez en cuando miraba la foto y hacía el gesto de acariciar a la persona dentro de ésta, pero sólo podía ver su espalda y nada más, nuestra chica no podía contenerse y quería saber quién era. Así que se acercó a la chica pequeña y se arrodilló junto a ella, la abrazó y le dijo que todo iba a estar bien y que luego podrían hablar de manera más calmada.

Miró la fotografía. 

Y todo cobró sentido. 

En la foto estaba ella.

En la foto estaba yo.

Yo, Nalhué. 

Yo estaba muerta.

Yo estaba narrando cómo "ella" no lograba tomar conciencia de su propia muerte.

Todo el tiempo estuvieron hablando de mí, todo el tiempo estuve hablando de mí. 

- ¿Por qué lo hiciste? tenías más opciones. -escuché decir a la chica que miraba mi fotografía y supe que no me escuchaba, que no me sentía.

Y así fue cómo me levanté y finalmente seguí ese algo que llamaba a mi alma desde el exterior. No le temía a la muerte, no en realidad. Sólo quería paz y la había conseguido. 

- Perdón. -susurré- Perdóneme todo aquel que sufrió por mi culpa, en ningún momento quise dañarlos. 

Perdón.

AlaziaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora