El laboratorio está solo, en poco tiempo el reloj digital dará la medianoche y afuera, tras las paredes metálicas, la nieve sigue cayendo en el Campo83, un lugar desolado donde los cadáveres sepultados duermen bajo el sol sofocante del día o las estrellas lejanas y solitarias, como los pocos árboles sin hojas que todavía quedan, o como los ojos del coronel y científico Raúl Fuentes, que mira el triste paisaje al otro lado del cristal blindado, de pie y fumando uno de esos cigarrillos inofensivos con los que habrían soñado los fumadores empedernidos de principios del siglo XXI y él, nacido el año 2150 en la colonia espacial Estrella de Marte, tiene la suerte de disfrutar cada día sin miedo alguno a deteriorar su salud.
Sus pequeños y hundidos ojos de color verde-esmeralda tienen la mirada penetrante de aquellos misteriosos personajes de mente brillante y corazón oscuro; su nariz es ligeramente grande, pero recta y bien formada; sus cejas son largas, grises, pobladas y un poco desordenadas; su quijada es rectangular y, al igual que sus mejillas y el sitio en que podría estar el bigote que nunca se deja crecer, tiene casi siempre esos puntos grises de las barbas que no tienen más de tres días; sus labios son finos y secos; su frente es recta, alta y ancha; y su cabeza, con apenas un poco de pelos grises en los costados, está casi totalmente calva y generalmente cubierta por uno de esos gorros de lana, que no tienen visera y suelen emplearse en climas fríos. Del cuello para abajo, está cubierto por una bata blanca de doctor, es de contextura delgada y mide 1,90 metros de estatura, cosa que es importante porque medía apenas 1,60 antes de que ascendiera a coronel y, con el excedente salarial, se mandase a poner unos implantes metálicos para aumentar su estatura y "mirar literalmente por debajo del hombro" a tanto soldado que consideraba rústico y carente de masa encefálica.
Mirando al pasado:
Como puede imaginarse a partir de la descripción, Raúl Fuentes no era un hombre muy amable: era frío, calculador, cerebral, duro, a veces áspero y, en ciertas ocasiones, cruel hasta rozar o caer en el auténtico sadismo. Los de bajo rango le temían, pero en general los oficiales lo respetaban. Por su parte, la mayoría de civiles lo consideraban un verdadero monstruo, una especie de personificación del mal. El punto es que no siempre fue así: de hecho, era todo lo contrario...
La transformación comenzó en la ciudad de Diotima, en el año 2165. Para aquel entonces, Raúl tenía quince años, era un "come libros" y un estudiante destacado que sacaba las mejores notas sin esfuerzo alguno, tenía unos dos o tres amigos, y una amiga a la que deseaba convertir en su primera novia. Era amable, conversador, generoso, compasivo, con un sentido del humor un poco extraño, y una cierta tendencia a molestar y poner apodos, aunque nunca llegaba a pasarse de la raya, a cargarse mucho con uno o dos, o a ser cruel en sus bromas. En la clase le apodaban "Einstein" y le pagaban pequeñas sumas para que les hiciese tareas o les ayudase a entender problemas complicados, cosa que aceptaba a menos que estuviese muy ocupado. El gran cambio se dio cuando un día, abruptamente, la Confederación Blanca invadió la ciudad, matando a cuanto civil, policía o militar presentase resistencia, saqueando comercios y casas, violando mujeres y adolescentes, y asesinando por diversión a mascotas, ancianos o cualquier ser humano que no pudiese caminar y hablar por su corta edad. En el caso de Raúl, él vivía con su madre Antonia, su padre Roberto y su hermana Adelaida, que tenía 17 años y era no solo su hermana sino su amiga y consejera. Todos estaban escondidos en el sótano, pero los soldados invasores los encontraron y les ataron las manos y los pies, con el añadido de que a su madre y a su hermana las desnudaron y las violaron entre todos, que eran diez en total aquellos cerdos miserables. Roberto habría sido capturado como rehén ya que era un matemático destacado que podía ser muy útil a los invasores, pero uno de los soldados, el más violento y estúpido, se descontroló cuando Roberto lo insultó mientras abusaba de Antonia, y encolerizado sacó su sable láser y lo cortó en dos, recibiendo inmediatamente su castigo a manos del sargento, que le gritó "¡imbécil, ese nos servía!", e inmediatamente sacó su pistola láser de doble cañón y le voló la cabeza, dispersando su inútil cerebro por el lugar... Esas y otras atrocidades se dieron aquel amargo día, en el cual Raúl, Antonia y Adelaida fueron conducidos a un campamento de prisioneros, siendo categorizados como "potencialmente muy útiles" después del exámen médico y psicológico al que sometían a todos los civiles capturados, eligiendo siempre a los de gran fuerza física, elevada inteligencia o ambas cosas, exceptuando casos de mujeres atractivas que, sin poseer fuerza, inteligencia o talento alguno, eran simplemente usadas como esclavas sexuales, siendo arrojadas a los bimús (una raza de perro creada con Ingeniería Genética, más poderosa que el pitbull y más inteligente que el pastor alemán) hambrientos cuando se desgastaban o enfermaban. En cuanto al resto de prisioneros, si llegaba a descartarse su utilidad potencial tras los éxamenes, eran simplemente usados para alimentar a los perros. A él, a su madre y a su hermana, los habían capturado al sospechar que tenían gran inteligencia por ser hijos de un matemático y, en el caso de Antonia, una destacada bióloga marina. Y sí, los exámenes mostraron que los tres eran superdotados, pero lastimosamente Antonia y Adelaida fueron ejecutadas por intentar escapar: él les dijo que las descubrirían, pero no le hicieron caso y ahora solo las veía en sus pesadillas, como dos cuerpos destrozados sobre el suelo de acero del área121 (área de los perros), como dos cadáveres rodeados de canes feroces que gruñían y competían entre sí por arrancarles más trozos de carne ensangrentada...