Capítulo 1.

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En su sueño, Leia se encontraba en medio de una hermosa pradera, con algunos árboles que en sus ramas cubiertas de hojas había pájaros trinando. Olía el dulce aroma de las flores mientras caminaba con sus pies desnudos sobre la fresca hierba. La brisa movía su cabello rubio, y empezaba a tener frío en las piernas. En el sueño, ella llevaba puesto un vestido corto de color rojo con algunos adornos de encaje negro.

Leia estaba andando cuando de repente empezó a sonar una hermosa y triste melodía de un violín. Se paró y miró a su alrededor, en busca de alguien que tocara aquel instrumento, pero no había nadie. Intentó averiguar de dónde venía esa canción concentrándose en escuchar. Hasta que por fin lo supo. Provenía de un bosque oscuro, a las afueras de la pradera. Le daba miedo entrar allí pero el sonido era tan agradable y Leia tenía tantas ganas de saber de dónde salía esa canción que no le importó ir allí. Era como si la música la hipnotizara, como si la arrastrara hacia ella.

Se adentró en el bosque y apenas veía nada, sólo podía ver el suelo cubierto de hojas secas y muchos árboles altos y desnudos. Cada vez veía menos a causa del bosque, hasta un punto en el que no veía nada, solo la oscuridad.

Comenzó a andar más deprisa hasta que se tropezó, se hizo daño en la rodilla derecha y vio que sangraba, pero aún así se levantó del suelo y continuó caminando.

De pronto, Leia empezó a ver con más claridad, alzó la mirada, vio que la salida estaba cerca y se dirigió hacia ella. Cada vez la música se oía más y más fuerte, eso significaba que ya estaba muy cerca. En cuanto huyó de esa zona, la canción se detuvo y eso hizo que ella volviera a la realidad.

Estuvo en otro lugar, el paisaje era sombrío y oscuro. La vegetación que había estaba quemada y muerta. El cielo estaba encapotado y las espesas nubes tapaban el sol. Atisbó a lo lejos un castillo de color negro, cuando lo vio le dio un escalofrío.

Escuchó el sonido de una rama partirse, se giró y vio a un chico alto, pálido, de cabello negro y unos ojos tan azules como el mar, en su mano izquierda sostenía un violín y en la mano derecha el arco. Pero lo que más la sorprendió fue que tuviera detrás de él unas alas tan negras como el carbón.

Dio un paso hacia él, pero éste retrocedió. Tenía una expresión de horror. La miraba como si tuviera miedo de ella. Como si Leia fuera un elemento tóxico.

- ¡Eres la hija de los cielos! -Exclamó el muchacho.

- ¿Qué? -Preguntó Leia.

El chico retrocedió, se giró para echar a correr, pero al darse la vuelta se paró. Un hombre se aproximaba hacia ellos, tendría unos cuarenta años, era alto, físicamente un poco grueso, de pelo negro, con unas cuantas canas blancas y unos ojos oscuros y profundos. Al igual que el muchacho, tenía unas alas negras que nacían en el medio de su espalda.

- ¡Hijo! -Gritó el hombre muy furioso-. ¿Qué haces hablando con la hija de Uriel? ¡Es el enemigo!

- ¿Qué? ¿De qué estáis hablando? -Preguntó Leia.

- Niña estúpida, ¡sal de nuestro reino antes de que te mate! -Le amenazó el hombre, apuntándola con el dedo índice.

Aunque fuera un sueño y no fuera real, Leia tenía tanto miedo que se dio la vuelta y empezó a correr como se lo permitían sus piernas. Se metió en el bosque tan oscuro por el que había venido, mientras se alejaba de ese lugar. Pero Leia se paró. No podía moverse. Sólo podía mover los ojos. De repente se cayó, pero no podía mover los brazos ni las piernas. No se podía levantar, estaba aterrorizada y frustrada.

Leia oyó unos pasos acercándose a ella. Alzó la mirada y vio al hombre, con un cuchillo afilado en la mano, encerrado en un puño. Fue a levantar el cuchillo y lo bajó muy rápido, para matar a Leia.

Pero en ese momento se despertó.

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