FLORES MARCHITAS

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Notas del fanfic:

Alusiones a cosas que a muchos les pueden resultar graves, pero nada realmente explicito.
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FLORES MARCHITAS

-Este es el momento en que te preguntó si quieres continuar con esto- comentó Alois pasando el brazo alrededor del cuello de Ciel con una alegre carcajada.

-¿Y qué se supone que debo responder?

-No lo sé, sería un buen momento para dilemas existenciales y conflictos moralistas.

Ciel apartó de un empujón a su novio y sonrió por lo debajo, una mueca torcida que a cualquiera le habría provocado escalofríos decoró el rostro de bellas facciones, a medio camino entre la niñez y la adultez.
Alois lo rodeó por detrás la cintura y esparció besos por su cuello.
Dependiendo de quién los observara la escena habría resultado curiosa, encantadora o extraña.

Dos adolescentes de quince a dieciséis años con rostros angelicales seguros de su sexualidad y de su lugar en el mundo. Dotados de una particular elegancia y una excepcional inteligencia que se dejaba ver al fondo de sus grandes ojos azules.

Pero tras aquella primera impresión cualquier observador habría notado que había algo perturbador tras la particular escena.
Como el brillo demencial que se podía percibir en los ojos del rubio o la amargura y severidad que transmitía el cuerpo del más pequeño.
De lejos, a simple vista, ambos muchachos habrían parecido florecillas de verano, delicados, frágiles y tiernos.

Se habrían equivocado, todo mundo siempre lo hacía. Y ambos lo sabían. Eran florecillas marchitas, próximas a la muerte y cuyo contacto con sus venenosos pétalos podría resultar fatal.

Ciel se deshizo del brazo de Alois y recorrió en silencio el sótano.
Contó sus pasos.

Uno

Evocó el rostro de sus Padres

Dos

Vio la sonrisa que su Madre le dirigía antes de dejarlo a la puerta de la escuela.

Tres

Recordó la manera en que su Padre le revolvía el cabello cuando él conseguía ganarle en un movimiento de ajedrez.

Cuatro

Sintió el airé fresco de aquel domingo en la playa.

Cinco

Revivió el olor de la sangre cuando le dispararon a su Madre y rostro en pleno rostro.

Seis

Escuchó sus gritos desesperados y próximos a la locura cuando le subieron al automóvil y le golpearon hasta que no fue capaz más que de gemir y sollozar como un gatito indefenso.

Siete

Resintió el tacto de todas aquellas manos deslizándose dentro y fuera de su cuerpo y todas esas lenguas y penes inmundos entrando y saliendo dentro de él. El miedo, el asco, la impotencia y la desesperación. El terror en su estado más puro. Sabedor de que no existía la esperanza, no había Dios, no existía el Cielo ni tampoco el Infierno. No había salvación...

Se inclinó y vomitó.
No había comido nada en todo el día así que sólo expulsó bilis.

Alois se arrodillo a su lado y lo ayudó a recomponerse, lamió los restos de saliva que rodeaban sus labios y mentón antes de que ambos se fundieran en un penetrante y apasionado beso. El asco les era casi desconocido. Les habían obligado a beber orina y comer excrementos en algún momento. Hace mucho que ambos habían sobrepasado sus límites.

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