Abrí lentamente los ojos, haciendo el mayor esfuerzo por mantenerlos así, ya que me di cuenta de que la enfermera venía a hacer el chequeo diario.
Como cualquier día hizo todo su trabajo, dejándome completamente lista para las próximas 12 horas, aunque sé que volverá antes que eso.
Moví mi cabeza lentamente para ambos lados, estar acostada tanto tiempo me daba calambres en el cuello y los brazos, pero no tenía más energía como para sacar los brazos que estaban debajo de las sábanas, y mucho menos mover las piernas.
Mi mañana pasó lentamente como todos los días que pasaba en este hogar, solo con la televisión prendida en un canal que dan exclusivamente noticias, ya que por más que quisiera cambiarlo no podía, hoy no tengo la fuerza necesaria para hacer absolutamente nada, a excepción de mantenerme despierta. Necesitaba estarlo, de lo contrario no lograría conciliar el sueño en la noche.
Para mi suerte la tarde al fin llegó, por lo que sonreí internamente, sabiendo que tendría una tarde distinta de una vez por todas. Al fin vendría mi hija a visitarme junto con mi nieto, ahora que era fin de semana no tendría excusa para no venir, así que con esperanza la espero.
Entra la enfermera nuevamente para avisarme de que tengo visitas, a lo que simplemente asiento con pocas ganas, pero ella ya está acostumbrada, por lo que solo deja pasar a mis invitados, que para mi sorpresa eran 3, solo esperando que llegaran los de siempre.
Entró mi hija con su hijo menor en brazos, mis visitas de siempre, pero esta vez también estaba junto a ellos el hijo primogénito, que está en plena adolescencia y que no creo haber visto desde hace bastante tiempo.
Todos me saludan cordialmente, uno por uno me dan un beso en forma de saludo, a lo que solo les respondo con una sonrisa, por lo que el hijo mayor solo me mira unos segundos y al no ver respuesta simplemente saca su celular y se sienta alejado de su madre, la que se ha sentado en el borde de mi cama, aún con el pequeño niño sobre su regazo.
Mi hermosa hija simplemente me habla de su semana, de todo el trabajo que ha tenido y todo el que todavía le falta por hacer. Se nota que está estresada, pero solo lo esconde detrás de una sonrisa. Es igual a su padre.
-Madre, hoy te ves mejor que la última vez que te visité -dijo sonriendo mi hija- al parecer estás mejorando.
Sé que no es cierto. No he progresado en nada, solo que hoy tengo la fuerza para hablar. Puede ser que tenga razón en ese sentido.
-Hija mía, tu positivismo me recuerda tanto a tu padre –dije mirándola a los ojos.
-De nuevo con eso, sabes que no sé si es cierto, solo lo dices para que me sienta bien, pero no tienes que hacer eso. Lo digo en serio, no necesito que lo hagas.
-Me malinterpretas linda, solo lo digo porque es la verdad.
-¿Nuevamente pensando en él?
Claramente tenía razón, no había un momento en mi vida en que lo haya olvidado, es algo imposible, es como pedirme que olvide de parpadear. Mi cerebro lo hace de forma involuntaria, no es algo que pueda controlar. No es posible que mi mente deje de repetir la misma historia.
Un frío día de invierno, eso es lo que es hoy. Realmente me estoy congelando las manos debido al fuerte viento que había, pero ya era muy tarde para arrepentirme, además de que los niños que viven aquí deben estar pasándola igual o incluso peor que yo, teniendo que vivir siempre aquí.
Mi mañana fue larga, martillando tablas de madera en la pequeña escuela que estábamos reparando junto con un grupo de ayuda social al cual me había inscrito, pensando que como los últimos días habían estado soleados nos daría calor, por lo que no vine preparada para este clima.
