~

1.6K 155 69
                                    

Nunca imaginé que el final llegaría.
-

Esta es una historia sobre un cierto día de invierno que se abalanzó sobre nosotros más frío que ningún otro invierno al que haya sobrevivido. La nieve era un manto blanco que cubría la ciudad, y yo caminaba bajo copos helados que caían sobre mí como si me encontrara en una bola de cristal, bajo un cielo gris que ya empezaba a advertirme del peligro. Escalofríos recorrían mi espalda, pero yo me perdía entre las mil preguntas que creaban aquel laberinto en mi mente. Quizás si tan solo lo hubiera sabido antes, quizás si hubiera tenido más coraje. Quizás si algo hubiera sido diferente...Si no hubiera nevado, si la vida no hubiese decidido ser cruel aquel día. O quizás si no hubiese culpado a las nubes que tan solo observaban expectantes. Quizás todo habría sido diferente si nunca hubiera soltado su mano.

Pero esta historia comenzó mucho antes, en un día de primavera, cuando los cerezos teñían el paisaje con un rosa pálido que hacía juego con el azul celeste del cielo que por aquel entonces me parecía tan inmenso y lleno de esperanza y sueños. Caminaba a través de aquel pasillo vacío cuando el Sol ya nos sonreía y saludaba con sus rayos tenues, envolviéndonos con brazos afectuosos y una mirada indulgente. Unos cuantos pétalos de un cerezo cercano a aquella ventana caían arrastrados por el viento para estamparse contra el suelo, y uno de ellos se coló por la puerta que conducía a la sala de música, en la cual me adentré siguiéndole. Y allí, sentado frente a un piano negro, estaba él apenas rozando las teclas con la punta de sus dedos.

Él no notó mi presencia o al menos eso creí, y cuando empezó a tocar no pude evitar quedarme a escuchar aquella melodía. Cerré los ojos y sentí que viajaba a lugares lejanos, donde no había sonido alguno más que esa sintonía, el paisaje era bañado por un verde esperanza y la hierba estaba tan fresca como si acabara de llover, sin embargo, las flores ya brillaban bajo los primeros rayos de Sol. Pero de repente, comenzó a tocar con apenas un hilo de fuerza y aquella escena proyectada en las paredes de mi mente se desmoronó para, momentos después, volver a resurgir de entre los escombros por unos segundos. Fue entonces cuando aquella figura de cabello largo de color azabache se detuvo, y yo abrí mis ojos; le encontré sonriéndome y en ese instante me di cuenta de que había estado tocando para mí.

Aquella primavera nuestros caminos se cruzaron por primera vez.

-¿Sabías que hay mil leyendas sobre este cerezo?

Dejábamos atrás la escuela atravesando el inmenso patio, dirigiéndonos hacia la salida, donde un enorme árbol se alzaba tan alto que parecía alcanzar las nubes. Tan solo me limité a negar, esperando que él me hablara sobre cada una de ellas.

-Cuenta una de ellas que si le pides un deseo al último pétalo que caiga de este cerezo, se cumplirá sin importar qué.

-Si esto fuera más que una simple leyenda desbaratada, hoy, ¿qué desearías?

Desde aquel día en adelante, cada vez que pasábamos cerca de aquel árbol, pedíamos deseos frívolos presos de la esperanza, aunque el cerezo siguiera reinado por miles de pétalos que se desprendían de él con lentitud.

El verano llegó antes de lo previsto y sin aviso alguno.

Desde aquella mañana en que el destino provocó nuestro encuentro, nos veíamos cada día a la misma hora, en el mismo lugar, para ser arropados por esas melodías que su mente dejaba escapar, pero con el verano llegan las vacaciones; las últimas de nuestra vida escolar. Quedaban menos de doce hojas de calendario hasta el momento en que tuviéramos que enfrentarnos a ese mundo de los adultos que tanto nos intimidaba.

Mientras tanto y durante todos los meses en los que el Sol abrasador hacía suyo todo lo que nos rodeaba, nos reuníamos en casa de Jimin, en aquel hogar que se me asemejaba tan acogedor. En el salón, tenía un gran piano marrón y sobre él decenas de partituras. Pasaba horas perdido en las notas que sonaban en los rincones de su corazón, componiendo, y yo simplemente escuchaba atento. Aunque esto no siempre era así.

el último pétalo del cerezo. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora