Epílogo

776 145 32
                                    

Jamás olvidé aquella promesa.
-

Con un corazón frágil colgando en mis manos, camino bajo el cielo azul de la primavera. Siendo guiado por nubes compasivas, las cuales pueden palpar la esperanza que me consume y empuja levemente por detrás, me abalanzo calle abajo, anhelando que aún no haya llegado el final. Y sujetando con fuerza aquello que llevo entre mis dedos, pido el mismo deseo entre suspiros una y mil veces.

El mismo que pedí aquellos días en los que aún estaba junto a él.

Impulsado por una promesa me adentro en las calles de esta ciudad una vez más tras tan solo siete hojas de calendario que ya fueron arrancadas desde la última vez que mis pies tocaron este suelo. Y es que mi mente débil y ojos que anhelaban contemplarle un poco más, no pudieron olvidar aquella figura gentil que conocí a causa del destino fortuito un día como hoy en aquella sala de música. Pero a pesar de aquel amor ingenuo que apenas comenzaba a florecer, nuestro final ya estaba escrito.

Así que decidí componer una canción que llevara su nombre, y juré que acabaría antes del invierno, sin embargo, aquello nunca sucedió. Pues fui asaltado por la frustración y carcomido por el tiempo que tan rápido pasaba, y siendo poseído por aquel piano y controlado por aquellas notas que sonaban como un CD roto, terminé alejándole. Pero aún así mis dedos no desansaron y proseguí intentando añadir más y más notas a aquellas partituras; fue entonces cuando me prometí a mí mismo que, al acabarla, confesaría al fin aquellas palabras.

Porque creí que así reuniría el coraje que tanto me había faltado.

Y ahí está. Asomado a la ventana de su casa, su pelo mecido por la brisa y su cabello siendo adornado por un par de pétalos de cerezo que vuelvan valerosos de acá para allá.

-¡Jimin!

Cuando nuestros ojos se cruzan de nuevo, recuerdo aquella leyenda que una vez le conté preso de una ilusión más propia de niños que aún pueden contar sus años con los dedos de una mano. Y me doy cuenta de que jamás pude pedir un deseo al último pétalo de aquel cerezo.

Me pregunto si él lo haría.

-Prometí que acabaría. -Aseguro agitando en el aire esas partituras que sostengo con fuerza.

Me pregunto si él me habrá estado esperando.

-Y aunque el invierno ya nos haya dejado atrás hace tiempo, ¿podríamos pretender que aún no ha llegado la primavera?

Durante unos segundos permanece en silencio, mi corazón se detiene y el viento parece soplar con más intensidad, tanta que podría acabar derrumbándome.

Pero entonces sucede.

Desde esa ventana que se alza delante de mí, me muestra un pequeño globo terráqueo, aquel que una vez yo posé entre las suaves palmas de sus manos, anhelando que así no me olvidara.

-Tenías razón.

Al escuchar su voz tras lo que sentí como una eternidad, un sentimiento cálido recorre mi espalda y provoca que una sonrisa sutil reine en mi rostro.

-Por ello siempre supe que volverías.

Con unas simples letras que podrían no significar nada para alguien más, me hizo saber que, al igual que yo, él jamás había olvidado el tiempo que pasamos juntos, aquel que ambos atesoramos.

-Al fin y al cabo, son solo dieciséis centímetros.

Y no necesito que ni una sola palabra más cuelgue de su boca, ni siquiera aguardo hasta poder rozar su piel de nuevo, en este preciso instante, esas palabras que durante tantas noches he llevado clavadas en mí como espinas, alcanzan y rozan sus mejillas, invitándole a sonreír:

-Te quiero, Jimin.

~~~~~~~

Dedicado a imcalledBeth, porque a pesar de que este epílogo no estaba planeado, ella tiene razón: merecen un final feliz.

el último pétalo del cerezo. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora