CAPÍTULO 1

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-Ana..

Creí escuchar que me llamaban, pero yo estaba demasiado embobada mirando por la ventana del autobús. Serían imaginaciones, pensé. Hasta que de pronto..

-¡Ayyy!- grité- ¿se puede saber qué pasa contigo Mara? ¿Por qué me has dado con la carpeta?

-Te había llamado ya tres veces y tú ni parpadeabas. Estaba comentándote algo y tú ni caso, de verdad, vaya amiga.

Juro que en esos momentos quería matarla. No pensaba en nada importante, ni siquiera en algo específico, pero estaba tranquila y a mi queridísima amiga no se le ocurrió otra cosa que empezar a molestarme.

-¿Y bien? ¿A qué se debe el ataque? ¿Qué es eso tan importante preciada amiga? – ironicé.

-Te había sugerido venir a mi casa esta tarde. Mis padres se largan después de comer hasta la noche a comprar unas cosas y sabes que no me gusta estar sola en casa tanto tiempo.

-Ah, vale- asentí-, me parece bien. ¿Quieres que lleve algo?

Me miró con cara de Mara. Sí, así es, mi amiga tiene una cara que yo identifico con su nombre porque cada vez que me la pone quiere pedirme algo o espera que haga algo que no me va a gustar. Esta vez, se trataba de lo primero.

-Pueeeess, ya que te ofreces... ¿Me ayudarás con matemáticas?

No me lo podía creer, Mara era la única persona que conocía capaz de llevar mal una asignatura después de tres semanas de empezar las clases. ¿De verdad era posible haber dado ya temario suficiente como para andar despistada?

-Claro que sí- asentí y volví a mirar por la ventana del autobús, aún quedaban un par de calles para llegar a mi parada.

Nada más abrí la puerta de casa, ya se escuchaban las voces de mi madre discutiendo con mi hermano. Entré en la cocina, cogí una manzana y subí a mi habitación. Me senté en el escritorio mientras se encendía el ordenador. Alcé la vista al corcho que tenía colgado encima de la mesa, noté algo extraño. Hasta que me di cuenta y salí corriendo hacia la habitación de mi hermano con un humor de perros.

Abrí la puerta de un portazo y encontré a mi hermano echado en la cama. Se sobresaltó y me miro con mala cara.

-¿Qué quieres? Lárgate Ana, no es un buen día.

Por su cara de fastidio supe que no era el momento, pero aun así no quise callarme:

-¡Has pintado la foto de mi corcho!

-¿Foto? ¿Qué foto?

Mentía, sabía que estaba mintiendo. Quién sino iba a dibujarle un bigote y unos cuernos a Mara en la foto que tenía pinchada en el corcho.

-Sabes muy bien de qué foto te hablo. Joder Fran, ¿cuándo dejarás de ser tan infantil? Supera ya que Mara te dejó, no es tan difícil.

Se levantó con intenciones de replicar pero, antes de tener la oportunidad, salí con la misma rapidez que entré y puse dirección a mi habitación. Cerré con un portazo y me tiré en la cama.

Esa era yo, la malhumorada Ana. Sé que era una tontería y que no debería haberle gritado a mi hermano quien, por cierto, era un año mayor que yo, pero me repateaba cuando él o Mara se comportaban como niños chicos. Tuvieron una relación casi efímera, ¿cuánto fue? ¿Seis, siete meses? Y de eso hace ya tres meses. No sé por qué lo habían dejado, no es que me alegrara por ello, pero la verdad es que una relación entre tu hermano y tu mejor amiga resultaba incomodo, por no hablar ya de cuando lo dejaron.

De todas formas ahora tampoco tenía tiempo para pensar en eso. Me levanté y fui hacia mi portátil, comprobé mi correo y puse la pantalla en suspensión. Cogí una mochila y lo entré junto al libro de matemáticas y mi móvil, no sin antes mandar un mensaje a Mara informándole de que ya salía de casa.

Bajé las escaleras y entré en el salón. Mi madre estaba viendo una de sus telenovelas, de verdad no comprendía como podía ver tantas y no perder el hilo de algún que otro argumento.

-Voy a casa de Mara, mamá.

-¿Vendrás a cenar? Hoy llega tu padre de viaje.

Asentí. Hacía al menos tres semanas que mi padre tuvo que viajar a Ámsterdam, cosas de trabajo como siempre. Salí en dirección a la casa de Mara, vivía a la vuelta de la manzana, no tardaría mucho en llegar.

Carmen, la madre de Mara fue quien me abrió la puerta. Tan efusiva como siempre, se abalanzó a darme un abrazo y dos besos.

-Hola Ana, ¡cuánto tiempo! Tienes que venir más por casa- asentí aunque la última vez que estuve allí fue hace tres días, pero ella era así de cercana.

Me dirigió hasta la cocina donde me encontré con una Mara devoradora de donuts, al verme saltó del banco donde estaba sentada, recogió sus cosas y nos dirigimos a su habitación.

-¡No me puedo creer que hiciera eso con mi cara!- se quejó tras contarle el incidente con mi hermano.

-Bueno, ya sabes como es. Terminará disculpándose y sacándome una copia de la foto a modo de disculpa.

Mi amiga se rió, sabía que llevaba la razón. Mi hermano podía ser impulsivo y hacer tonterías, pero en el fondo era un bollo de pan y siempre intentaba arreglar hasta la tontería más insignificante.

-He oído que lo vieron el sábado con una chica saliendo de una discoteca, ¿sabes algo?

Y ahí estaba, la situación con la que me encontraba al menos una vez por semana, ya fuera de parte de mi hermano o de mi amiga. Por mucho que dijeran ambos, aún se querían o, al menos, eso es lo que se daba a entender cuando uno preguntaba sobre los supuestos ligues del otro. No tenían remedio.

-Sabes de sobra que no está saliendo con nadie- frunció el ceño-, aun así le preguntaré- le dije con tal de que se relajara un poco.

Empezamos a estudiar y al rato entró Carmen con el bolso colgado y las llaves del coche en la mano.

-Chicas, nos vamos ya, si tenéis hambre he dejado abajo un bizcocho que hice esta mañana- asentimos y, cuando creía que se iba, se volvió hacia nosotras otra vez-. Mara, recuerda que tu primo llega mañana, no te olvides, por favor, de arreglar la habitación de tu hermana para él.

Mi amiga asintió y su madre se despidió mandándonos unos besos mientras atravesaba la puerta por segunda vez y la cerraba tras de sí.

-¿Tu primo Sergio? ¿A qué viene?

-Mm sí, sus padres se están divorciando y por lo que se ve no está siendo de forma muy amistosa por lo que han decidido mandar a mi primo aquí este curso para evitar involucrarlo más de la cuenta y que le afecte menos.

-Vaya, no sabía nada, hace muchos años que no sé nada de él.

Mi amiga asintió quitándole importancia a la conversación y seguimos con las matemáticas.

Recordaba a Sergio como un chico tímido, nunca era de los que buscara atención y era muy atento. Eran un gran chico, debía ser difícil para él la situación.

RISAS PERDIDASWhere stories live. Discover now