CAPÍTULO 3

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-Ahgggg, no puedo más, de verdad, un descanso.

-Está bien, pero solo quince minutos que después no hay quien te mueva- repliqué.

Definitivamente, Mara no soportaría las matemáticas nunca. Teníamos examen mañana y me había vuelto a pedir ayuda para estudiar.

-¿Tienes sed? ¿Hambre? Me muero por un donut, ¿tú quieres?

-Me basto con un poco de agua, sabes que los donuts te los dejo a ti- reí.

-Y por ello eres la mejor amiga del mundo- dijo con una sonrisa que le ocupaba toda la cara-. Iré a por ello abajo, ahora vuelvo.

Me reí, no podía hacer otra cosa. Su adicción a los donuts era tan grande como la mía a los helados, así que la comprendía hasta la saciedad.

-Oye Mara, podrías dejar...- Sergio entró por la puerta y, al verme, calló-. Lo siento, no sabía que estabas aquí, buscaba a mi prima.

-Mm sí, está abajo en la cocina pero si te puedo ayudar yo en algo, solo dímelo.

-No te preocupes, después vengo- se dio la vuelta con intención de irse.

-Oye Sergio- me miró-, quería disculparme si el otro día te hice sentir incómodo, no era para nada mi intención, yo solo...

-¿Querías entablar una conversación y fue lo primero que se te ocurrió? La culpa fue mía, tú no sabías nada y yo me lo tomé mal sin tener motivos, no te preocupes. Sé que nunca has sido una persona que diga las cosas con maldad ni nada de eso- esto último me sorprendió.

-Sí, supongo que está bien.

-Sí...

Nos quedamos mirando sin decir nada, la verdad es que la situación respiraba un aire incómodo.

-Bueno, será mejor que me vaya y te deje estudiar, por favor dile a mi prima que quiero hablar con ella.

-Sí, claro- y con esto, salió de la habitación.


En casa todo estaba en silencio, supuse que todos estaban fuera. Me dirigí a mi habitación para dar un último repaso para el examen de mañana. Nada más sentarme en el escritorio, mi hermano entró en la habitación.

-Hey, ¿qué tal por casa de Mara?

-Agotador- suspiré.

-¿Sigue siendo tan negada con las mates?

-Fran, lo dejasteis hace apenas tres meses, ¿crees que en ese periodo de tiempo va a superar su lo que sea que tiene en contra de las matemáticas? Por favor, las aborrece...

-Tienes razón- sonrió-. Ten, sé que lo del otro día estuvo mal, pero...

Me extendió un sobre, en él había una copia de la misma foto que él mismo había pintado hace solo unos días. Sonreí. Sabía que esto pasaría.

-Pero eres un impulsivo que no se piensa las cosas y que aún sigue enamorado de mi mejor amiga- atajé. Se quedó algo pillado y comencé a reír.

-¡Eso no es verdad! Y además tampoco soy un impulsivo.

-Ah, ¿no?- lo miré enarcando una ceja.

-¡Pues claro que no! Y, debo confesar, que toda la culpa la tuvo ella. Si no hubiese andado por ahí cogida del brazo de Max, yo no tendría que...- mis carcajadas lo hicieron parar-. No tiene gracia...

-Oh sí, sí que la tiene- volví a reír.

-Gracias hermanita por hacer de mí tu chiste particular, pero creo que no me gusta.

-Es que es absurdo Fran- me miró confundido-. Me refiero a lo de Max, Mara no tiene nada con él.

-¿Entonces por qué el otro día iba agarrada de su brazo y hablándole muy pegada?

No me aguantaba más, volví a explotar en carcajadas. La situación era de lo más cómica, no podía creer que mi hermano no supiese que Max era homosexual.

-Se acabó, me voy.

-Oye, espera, ¡espera Fran, por favor!- capté su atención-. ¿De verdad no sabes que Max es gay?

Se quedó quieto, por un momento pensé que no me creía pero al final dio en sí.

-¿Me estás diciendo entonces que Mara no quiere nada con Max, ni viceversa?

-Al menos que una bonita amistad te parezca motivo suficiente como para pensar que quieren algo, no, no quieren nada- dije.

Noté como se relajaba, había estado en tensión, a la defensiva, todo este tiempo y ahora parecía que se tranquilizaba.

-Oye Fran- me levanté y me puse a su lado-, sabes que esto corrobora mis sospechas sobre que aún estás pillado por ella, ¿no?

-¡¿Qué?! Ni lo pienses, ¡claro que no!- se le veía en la lengua que mentía-. Yo solo me preocupo por ella, no quiero que ande con un mal tío, no se lo merece.

-Claro- asentí de forma exagerada-, eso explica tu ataque de celos contra mi inofensiva fotografía.

-Mira- se estaba sonrojando, lo había cazado-, olvídalo. No se puede hablar contigo, le das a las cosas un sentido que no tienen.

Y antes de que pudiera objetar algo, salió de mi habitación corriendo. 

RISAS PERDIDASWhere stories live. Discover now