Nervios y ansiedad

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La noche había cubierto a Konoha, las estrellas y la luna comenzaban a destacarse en el cielo. Los locales comerciales ya habían cerrado, sólo los puestos de comida y restaurantes quedaban abiertos; la mayoría de las personas había regresado a sus hogares, sólo parejas se veían caminando por la calle principal, las cuales eran alumbradas por las luces de los faroles a lo largo del camino.

Shikamaru y Temari acababan de salir del restaurant donde habían tenido su primera cita, y se toparon con ese romántico ambiente. A esa altura de la noche, eso ya no los avergonzaba tanto, habían cenado juntos, así que podían sobrellevarlo, pero de igual manera, no podían evitar sentir algún grado de incomodidad, o quizás nerviosismo, sobre todo si topasen con algún conocido. Aunque, tal vez, la atmosfera con la que se encontraron era una señal de que todo se estaba dando para ellos, y simplemente debían aprovechar el momento.

—Gracias Shikamaru por invitarme a cenar—prosiguió la rubia, mientras caminaba junto al pelinegro. Su semblante se veía sereno, aunque por dentro seguía nerviosa—, la comida estaba deliciosa. Lo pasé muy bien.

—No tienes nada que agradecerme, Temari—señaló, el moreno, con las manos en los bolsillos y mirando el cielo, tratando de disimular su inquietud—. Yo debería agradecerte por haber aceptado. Pudiste haber rechazado la invitación, por lo que ocurrió el otro día en las aguas termales.

—Sólo fue un mal entendido, Shikamaru—acotó con algo de culpa, la kunoichi, mirando el suelo—, yo tampoco reaccioné muy bien después de todo, lo siento.

—No te preocupes, ya lo olvidé —suspiró, el estratega, deteniendo su cansino caminar.

—¿Qué pasa Shikamaru? —inquirió dudosa, la mujer, girando su rostro para verlo a los ojos—, ¿por qué te detienes?

—Estamos caminando sin rumbo definido, si te fijas bien —agregó, el estratega, desviando su mirada y rascándose la nuca—. No sé si tienes que volver pronto a tu hotel o quizás... te-te gustaría ir a otro sitio.

Temari al escuchar esas últimas palabras se ruborizó, no quería tergiversar las palabras del moreno, pero no lo pudo evitar, su mente la traicionaba, vaya que era mal pensada, pero sabía que él hablaba sin mala intención. Era un hombre de mente sana, ya lo había comprobado la otra vez en las aguas termales, cuando ella había hablado una sarta de cosas, y él, siendo el hombre más inteligente de país del fuego, nunca entendió nada.

—No, todavía no es tan tarde—acotó nerviosa, la rubia, mirando a cualquier lado—, ¿a dónde podemos ir?

—Vamos a dar un paseo —respondió un poco más sereno, el pelinegro, atreviéndose a mirar los ojos aguamarina de la kunoichi—, hay lugares en Konoha que se aprecian mejor de noche, te mostraré uno.

La embajadora asintió, y así, la pareja reanudó su camino. Los nervios nuevamente se apoderaron de Temari, ella había logrado controlarlos en el restaurant, al igual que al salir de éste, pero luego de ver tantas parejas juntas, las mariposas en el estómago comenzaron de nuevo a revolotear, y más aún, ahora que Shikamaru le dijo que dieran un paseo. Muchas veces ellos habían paseado por Konoha, pero las circunstancias habían sido diferentes, sino eran por asuntos de trabajo, eran por cuestiones diplomáticas. En lo que respecta al estratega, éste igual estaba algo inquieto con la situación, pero había decidido dejar a un lado su cobardía, con el fin de aprovechar el poco tiempo que le quedaba con la rubia, ya que sabía que al día siguiente, ésta partiría con sus hermanos de vuelta a Suna.

Caminaron unos cuantos minutos en silencio, y luego empezaron a hablar de simples banalidades. Había acordado que en esta cita, no hablarían nada relacionado con trabajo, y lo estaban logrando; la idea era conocerse más como simples seres humanos, dejando a un lado al ninja que los caracterizaba, ya que como shinobis se conocían bastante bien.

El primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora