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De no ser porque tenía el aparato cogido con firmeza con la mano, se le habría caído al suelo de puro asombro. Kyungsoo subió la mirada de su móvil y la dirigió al hombre alto que estaba a su lado, concentrado en cada uno de los movimientos que hacían las chicas en mayas sobre el escenario.

Después de sopesarlo por unos largos segundos, decidió guardarse la nueva noticia para él. Como le comunicara en ese instante al excéntrico director de escena que una de sus grandes estrellas había caído enfermo, seguro que se montaba un buen barullo. Habían estado trabajando en esa obra por más de un año y apenas faltaban dos semanas para el gran estreno, todos estaban con los nervios de punta.

Volvió a desbloquear el móvil y leyó el mensaje de nuevo:

"Hyung, me encuentro fatal. Creo que voy a morir. Casi no puedo hablar y me duele todo el cuerpo. ¿Qué hago? El director Wu me va a matar..."

Kyungsoo lanzó un suspiro al vacío y se guardó el móvil en el bolsillo del vaquero al final. Hasta que no terminara el ensayo de las bailarinas secundarias no le iba a contestar, se lo tenía merecido por no haber sido cuidadoso y haberse enfermado.

Por suerte, ese día estaban programados solamente los ensayos de los bailarines secundarios, ya que el director de escena, el gran Yifan, no quería que le pasara nada a sus grandes estrellas, pero lo que no sabía era que ya había pasado, y Kyungsoo no paraba de morderse nervioso las uñas, rogando a los cielos que terminara ya el ensayo para poder ir a ver cómo estaba el bailarín.

Pasaron un par de horas hasta que al fin se escucharon los aplausos pausados del director de escena que dieron fin al ensayo, pero ahí no acababa el trabajo del Do Kyungsoo. Él era el ayudante principal de Yifan, algo así como el que está por debajo del director (o al menos eso fue lo que le explicó Yifan cuando lo contrató), pero lo que más bien parecía era su criado. Se ocupaba absolutamente de todo, los horarios de los ensayos, el llamar a la promotora, el reservar el mejor teatro de todo Seúl para la temporada, el contactar con los patrocinadores, el llamar a la empresa de luces...prácticamente él era quien lo hacía todo. Por suerte él no tuvo que encargarse del casting para los bailarines (era lo último que le faltaba), sino que lo hizo el mismo Wu Yifan, el cual fue muy exigente con los jóvenes que se presentaron.

Pero de entre todas las responsabilidades que cubría Kyungsoo, la principal era la de encargarse que todos los bailarines principales estuvieran en condiciones para el día del estreno, que se alimentaran bien y que no se sobre-esforzaran en los días venideros, pero parecía ser que el joven había fallado y ni siquiera llegaba a ser su culpa del todo.

En cuanto pudo salir del recinto del teatro, sacó el móvil y marcó el número de Kim Jongin, la estrella de aquella temporada, y esperó impaciente a que contestara mientras caminaba hasta su coche, aparcado dos calles más allá del teatro.

-¿Sí? -Respondió una voz lastimera al otro lado de la línea.

-¡KIM JONGIN! ¿Qué has hecho?

-Hyuuuuuuung... -Lloriqueó el otro, pero aquello no tenía ningún efecto en el mayor. -Siento que voy a morir pronto, me siento fatal. -Tosió dramáticamente y el mayor suspiró.

-En una hora estoy en tu casa. Asegúrate de no salir de la cama, ¿entendido? -Soltó con fastidio y colgó antes de oír una respuesta.

Se montó en su pequeño coche de cinco puertas color plata y condujo hasta el distrito donde vivía Jongin. De entre todos los bailarines y bailarinas a los que les tenía que echar el ojo, Jongin era el peor. Apenas tenía los veintiún años cumplidos, pero se comportaba como todo un crío. Siempre tenía que estar detrás de él recordándole que se tomara sus vitaminas o que se secara todo el sudor después de cada ensayo para que no pillara un resfriado, básicamente era un niño del que había que estar pendiente siempre.

Miel para el oso | SooKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora