El príncipe renacuajo

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Todavía recuerdo cuando me sentía un subnormal por no encajar en los estándares sociales... ¿Alguna vez te pasó?
A mí sí, y no fue cosa de un momento aislado. No señor, sino que así fue mi vida por largos y decadentes años, hasta que todo cambió cuando descubrí a Cristo. Entonces comencé a entender lo que en realidad somos los que estamos Él: seres extraordinarios, sobrenaturales y eternos, que estamos de paso por un mundo natural, ordinario y fugaz...

Ojalá hubiera sido una epifanía repentina, pero no. Más bien mi vida pasó por un proceso parecido a... ¿Conoces la historia de la princesa y el sapo? Bueno, la mía es parecida pero distinta (:P). Es como la crónica de uno que estaba destinado a ser príncipe, pero vivía creyéndose un renacuajo. Por eso, para desatar su potencial, era necesario atravesar una serie de metamorfosis. Sólo así, este pequeño y confundido ser podría llegar a entender verdaderamente quién era, de dónde venía y hacia dónde iba.

Esta empieza siendo una historia normal, como la tuya o la de cualquier hijo de vecino. Hasta que un día, este príncipecuajo (¿O renacuapríncipe? Da igual, de todos modos, ese vendría a ser yo) se encontró con el ser mas excepcional del universo: Dios. Y desde entonces nos embarcamos en la aventura más fantástica que jamás hubiera imaginado. Ahora no recuerdo la fecha exacta, pero sí se que pasó cuando tenía unos veintipocos años.

Antes de descubrir que Dios existe de verdad, podría decirse que yo era miembro de la "tribu" metalera (los que prefieren el heavy metal por sobre cualquier otro género musical), pero era uno con muuuuy baja autoestima. Las tachas, guitarras distorsionadas, el exceso de alcohol, tabaco y alguna que otra droga, eran (en mi caso) una manera de mostrarme duro por fuera para esconder lo débil de mi flácido ser interior. Es que a veces nos mostramos de una forma, para ocultar que en realidad somos todo lo contrario, y creo que eso no está bueno (más tarde me percaté de que ser auténtico es mucho mejor).
Mi vida era pasármela trabajando por cada centavo en la semana, para poder gastarlo el finde en mis escoriados deleites. Así, mes tras mes y año tras año, empecé a girar en un círculo vicioso que no se detendría sino por un golpe de esos que te sacuden hasta los huesos.

Ese golpe llegó cuando mi padre enfermó y falleció de cáncer.

Para que tengas una idea más certera de lo que estás leyendo, te cuento que soy el quinto de un total de ocho hermanos, criados en una familia ultra católica apostólica romana (aunque no somos romanos). Sin embargo, a pesar de saber mucho de esa religión, nada de lo que aprendí allí me sirvió para encontrar a Dios, o algún tipo de consuelo al dolor y angustia tras el impacto de la partida de mi padre.

Aquí tengo un recuerdo curioso: cuando ví el cadáver de mi padre tuve una sensación tan extraña que fruncí el ceño y pregunté ¿Dónde está?
Es que no se por qué, pero me di cuenta que él ya no estaba ahí. Tenía la forma de mi padre, pero su cuerpo era un envase vacío. Todo lo que lo hacía ser él, se había ido a otra parte. Desde entonces me propuse averiguar a dónde se había ido mi papá.

Por esa razón mi rutina cambió y, aunque me seguía sintiendo como una larva de sapo con campera de cuero y tachas, agarré mi guitarra eléctrica y salí en busca de respuestas.

Tengo que decir que el resultado de esa búsqueda fue mayor de lo que esperaba, porque no sólo averigüé lo que quería, sino mucho, pero mucho más: además de localizar hacia dónde partió el alma de mi padre, también me enteré de hacia dónde iremos nosotros, de dónde venimos, y lo que es aún más importante, quiénes somos... Si tú también quieres saberlo, quédate conmigo un ratito más y te lo cuento...

Una historia con DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora