GIGANTOMACHIA
(Gigantomaquia)
TOMO 2: CapÍtulo de Sangre
ECHIDNA
El Santuario.
Vemos dos figuras en los aposentos al fondo de la Sala del Gran Papa: Una dama joven y un muchacho.
- Consigues verme, Mei?
- Saori... – El joven de cabellos plateados está echado en una cama y despierta lentamente. De pie delante
de él está una doncella de belleza sin igual: La joven encarnación de la diosa Athena – Yo... estaba
dormido? – Pregunta Mei, percibiendo que viste una túnica de tejido suave.
El más nuevo guerrero de Athena ya no está más con fiebre ni sudando y en su cuerpo no sobra ninguna
señal de marcas de las garras del Giga Typhon. Sobrevivió al ataque, más su rostro pálido y sin color le dan
una apariencia de una persona muy enferma.
- Dormiste más de diez días – explica la diosa, como si contase a un náufrago cuanto tiempo estuvo lejos de
casa.
Mei recuerda la batalla librada en Sicilia contra los Gigas, gigantes mitológicos de tiempos inmemoriales,
pero le cuesta recordar los detalles. De a pocos va recordando que había sido usado como una marioneta
por la voluntad del resucitado dios Typhon, y que por eso había perdido casi todo su Cosmo.
- Diez días... todo eso...
- Pero estoy aliviada... – Suspira Athena – Tú respiración era casi imperceptible... pensé que nunca más ibas
a despertar – La joven abre su corazón de forma sorprendentemente indefensa, tratándose de una diosa.
Por alguna razón, parece haber una compleja mezcla de sentimientos entre Saori y Mei, algo mucho más
grande que una simple relación entre ama y siervo.
- Tengo una sorpresa para ti – Dice Athena, gentilmente – Una persona que está aquí para verte.
A la señal de la diosa se aproxima a la cama una figura extremadamente ceremonial, un hombre alto, de
cabeza rapada, vestido de smoking negro.
- Tatsumi? Es usted? – Pregunta Mei en un tono de sorpresa.
- Que bien que el señor está vivo! – Dice el hombre con sus facciones ceñudas mojadas por una lluvia de
lágrimas – Este su criado... no tiene palabras para expresar su alegría...!
Se trata de Tokumaru Tatsumi, administrador de la Fundación Graad y dedicado mayordomo de la familiaQuiere decir entonces que usted continúa prestando servicio a la señorita Saori? – Pregunta Mei. El joven
guarda aún la imagen de Tatsumi como una especie de niñera o guardaespaldas de la joven, impresión
compartida en la infancia por todos los cien huérfanos reunidos por el fallecido Mitsumasa Kido para
volverse Santos.
- Sí señor! El maestro Mitsumasa estaría feliz si pudiese estar aquí contigo!
- Tiene sentido... – Continua Mei – Athena es también la heredera de la Fundación Graad... Pero veo que
queda mal andar de smoking dentro del Santuario!
Tatsumi suelta una risa sin gracia y levanta los hombros. Su sonrisa es sincera y sus hombros largos como
los de un boxeador.
- Yo ni lo imaginaba...! – Dice Athena con una voz temblorosa.
- Se lo contaste, Tatsumi? Pero estaba prohibido hablar de eso, por mí y por mi padre.
- Lo sé, mi señor! – Tatsumi se curva delante del joven – Pero... hace tanto tiempo. El maestro ya no está
más entre nosotros y como el tanto deseaba, la señorita Saori despertó como Athena. El... maestro Mei, el
señor está vivo! Este su siervo no sabe como contenerse...
- Esta bien, olvídalo – Dice Mei, de la forma más calmada que puede.
- Yo no sabía hasta ahora, Mei, tú eres el heredero de mi abuelo... de la familia Kido! Tatsumi me contó
como tú me trataste con cariño, como una verdadera hermana, mientras yo era criada como la nieta de mi
abuelo. En verdad, la heredera de la Fundación Graad no debería haber sido yo, sino...
- No digas esas cosas – Interrumpe Mei.
- Y, por favor, señorita, nunca les cuente esto a Seiya y los otros
- Guardas resentimiento hacia mi abuelo? De las decisiones tomadas por tu padre?
- Señorita, la decisión no fue del maestro Mitsumasa! – Tatsumi no se contiene, ansioso por revelar la
verdad escondida por tanto tiempo.
- La decisión fue mía – Explica Mei – Cuando descubrí que los huérfanos de la institución eran todos
hermanos que tenían la sangre del mismo padre en las venas...yo no soporté el hecho de estar recibiendo
un trato especial, sin que nada me faltase, como heredero de la Fundación Graad. Por eso, decidí por libre
y espontánea voluntad tener el mismo destino de mis hermanos.
- Por libre y espontánea voluntad... – Repite Saori en un tono pensativo.
- Mitsumasa Kido es mi padre. Y también el padre de Seiya, de Shun, de Hyôga... de todos los cien
huérfanos reunidos para ser Santos. Ese lazo de sangre nos acompañará por toda la vida.
- El abuelo sufrió hasta el último instante de su existencia por haber mandado a sus hijos a una vida
infernal de sacrificios, para que se vuelvan Santos. Pero hizo todo eso para proteger el amor y la justicia
sobre la Tierra.
- Lo sé, señorita – Mei levanta el rostro – No guardo resentimiento o rencor hacia mi padre. Por el
contrario, estoy agradecido por haberme dejado enfrentar el mismo entrenamiento de mis hermanos. De
lo contrario, yo no podría mirarlos a los ojos al reencontrarlos. No podría conversar con ellos sobre nuestra
infancia. Sería eternamente perseguido por un sentimiento de culpa.
- Por favor, no se culpe.
- Pues yo digo lo mismo, Saori – Mei decide que esta es la última vez que la llamará por ese nombre – La
señorita no debe tener ningún sentimiento especial por mi. Ahora, es Athena. Y yo un Santo de Athena. Ese
es el destino de las estrellas, que yo mismo escogí seguir.
- Maestro Mei? – La voz de Tatsumi parece llena de sorpresa – El señor pretende continuar escondiendo su
origen... y sus derechos?
- Lo pretendo. Cuando yo aún era un niño, hice esa promesa, y estaba dispuesto a morir por ella. Cómo
podría romperla ahora? Al abandonar el apellido Kido, pase a ser solo Mei. Por eso, Tatsumi, quiero que
me trate de la misma forma que me trataba cuando yo entré al orfanato. Que no sea por fingir, haga
conmigo como hacía con mis hermanos. Y pare de llamarme maestro – Completa el joven, con una sonrisa
amarga.
Athena! – Interrumpe una voz venida del otro lado afuera de los aposentos. Pidiendo permiso a la diosa,
aparece en la puerta Nicole, Santo de Plata de Altar – Mei! Despertaste! – Exclama el hombre. Su rostro
recuerda a una estatua griega, de una belleza intelectual y galante.
El joven brinca de la cama y, con las piernas tambaleantes en una inesperada debilidad, de arrodilla
delante del oficial mayor. Nicole, a su vez, se voltea hacia Athena.
- En calidad de Gran Papa sustituto, por tanto responsable por los Santos, le agradezco por haber salvado
la vida de Mei – Y continúa, curvándose levemente en dirección de Tatsumi – Al noble Tatsumi, también
me gustaría agradecer por interceder junto al ejército y al gobierno italiano en Sicilia – Solo entonces
Nicole dirige la palabra al joven Santo – Dime, Mei, recuerdas que ocurrió mientras estabas siendo
controlado por Typhon?
- Sí, pero los recuerdos son confusos. No tengo mucha certeza del orden de los eventos.
- Nicole, sea paciente – Defiende Athena – Mei acaba de recuperar la conciencia.
- Lo intento, diosa... pero necesitamos mucha información. La Tierra está en una situación crítica. Typhon
desapareció en la erupción del Etna y debe estar recuperando sus fuerzas en este preciso momento.
A medida que organiza sus pensamientos, Mei se va apenando por las cosas que hizo cuando estaba bajo
el dominio de Typhon. Había acertado a Nicole con un golpe en el teatro de la Acrópolis. Y peor: Por poco
no había matado a Seiya en Sicilia.
- Cómo está Seiya? – Pregunta Mei, mientras mira sus propias manos en estado de Shock. Aún puede sentir
en ellas el calor de la sangre de su hermano. El joven no está conforme con su debilidad - Como pude
haber quedado totalmente a merced de la voluntad de Typhon?
- Seiya está bien, los jóvenes se recuperan rápido – Responde Nicole, casi brincando, con una mano en el
estómago, donde Mei lo había alcanzado. Y entonces dice, en un tono extremadamente solemne: - Athena
reconoce a Mei como si nuevo Santo.
La revelación inesperada toma al joven completamente de sorpresa.
- Le otorgo aquí el Traje Sagrado, que prueba tu misión de Santo... – Continúa Nicole, comenzando allí
mismo la ceremonia de nombramiento de Santo.
Mei desvía la mirada hacia la Urna donde está la Cloth, colocada al borde del aposento. Es una caja negra,
tan oscura que parece absorber la luz a su alrededor. En ella está la figura de una mujer recostada, tallada
en bajorrelieve.
- Esta es la Cloth de Cabellera de Berenice, Mei, tu constelación.
Arrodillándose delante del Gran Papa sustituto, Mei jura lealtad eterna a Athena, volviéndose entonces
oficialmente el Santo de la constelación de Cabellera de Berenice, el más nuevo Guerrero Sagrado de
Athena.
- En nombre de Athena, yo, Nicole de Altar, te ordeno Santo. Deberás proteger a Athena y defender la
justicia sobre la Tierra. La Cloth sagrada jamás deberá ser usada por intereses o batallas personales. Si por
casualidad violaras la norma y mancharas el Traje... la constelación, la Cloth, en ves de protegerte, te
destruirá.
- La Cloth me va a destruir? – Mei parece estar confuso – Al final, de que es esta Cloth negra?
De hecho, la Cloth de Mei no pertenece a ninguna de las tres jerarquías: Oro, Plata y Bronce. Nicole decide
que este es el momento de contarle a Mei la historia de la antigua batalla contra los gigantes
“La morada de Typhoeus”. Apenas un poema épico griego preserva en estos días el nombre del más
poderoso de los Gigas. Con el tiempo: “Typhoeus” es otra forma de escribir “Typhon” ó “Tifón”. El dios de
los Gigas es un remolino que no estará satisfecho hasta no destruir y consumir toda la Tierra.
Renacido en el mundo físico al romper el sello de Athena, el dios gigante de las tempestades se esconde en
el punto más profundo de un conjunto de cavernas entrelazadas como un enorme hormiguero. En su
delante está un Giga que viste un Adamas de cornelina.
- Mi señor... – Dice el Giga.
Pero Typhon no le presta atención. Sus pensamientos están muy lejos.
- Athena consiguió reencarnar en esta era en su plenitud... – Dice para si mismo. La mitad derecha de su
cuerpo está forrada por llamaradas, las llamas inagotables de la gran tierra, mientras que relámpagos
llenan la mitad izquierda como terribles vientos de temporales fantasmas. De la carne asimétrica nacen,
como uñas, las placas de su negro Adamas de ónix. No es exactamente una armadura, es sino una coraza,
como una parte endurecida del cuerpo – Athena consiguió reencarnar en esta era en su plenitud – Repite –
Pero, que dices de mí? De este, mi cuerpo físico tan frágil?
- Quirri! El cuerpo de Enkelados... frágil? – Se sorprende Pallas, el Espíritu Estúpido. De hecho es resistente
e poderoso el cuerpo físico que fue ofrecido a Typhon por su hermano más viejo, el sumo sacerdote
Enkelados.
- No es suficiente para soportar mi verdadera fuerza – Responde Typhon, tocándose el mentón. El hueso
lastimado por los golpes de Mei en el Monte Etna ya está completamente recuperado – Necesito un
receptáculo digno de mi poder.
- Con todo respeto, su carne radiante fue totalmente rechazada, en sus cinco miembros por Athena – Con
las palabras de Pallas, un flujo más intenso de luz brota de las llamas y relámpagos en el cuerpo de Typhon,
iluminando todo el interior de la caverna. El lugar, con un inmenso altar, se asemeja al templo subterráneo
del Monte Etna. Estamos en Tierra Santas de los Gigas.
- Maldita sea Athena y sus Santos! – Typhon está delante del altar, sobre el cual está lo que parece ser una
estatua de grandes senos, representando talvez a una diosa. Pero un corazón pulsa en la figura,
demostrando que se trata en realidad de una mujer viva, a pesar de tener los párpados y los labios
cerrados como si fuesen hechos de piedra. Más aún: La imponente figura está embarazada – Es mi forma
femenina – Explica Typhon.
- Oh! – Pallas, el Espíritu Estúpido, parece estar hipnotizado por la belleza de forma femenina de su
maestro, enteramente desnuda, sus curvas provocantes ocultas apenas por los cabellos ondulados que
llegan hasta la cintura. Basta con mirar con más atención para percibir escamas donde deberían estar las
piernas de la criatura: Su mitad inferior tiene la forma de una serpiente.
- El calabozo del Tiempo Estancado – Por primera vez, Typhon dirige la palabra directamente a Pallas – En
la antigua Gigantomaquia, poco antes de ser exiliado por Athena y sus Santos en el Monte Etna, sellé a los
gigantes sobrevivientes. No fue Athena quien atrapó a ustedes mis hermanos en las profundidades del
espacio fantasma. Fue mi voluntad.
- Cómo? – Pallas está confundido. Él siempre creyó que había sido aprisionado por Athena, junto con
Typhon.
- Mis queridos hermanos más viejos, al contrario de mi, ustedes no son inmortales – Continuó Typhon – Si
su cuerpo físico fuese destrozado, ustedes no oirían la llamada del renacimiento. Por eso, sellé tanto su
carne como su alma en el Calabozo del Tiempo Estancado.
- Fue eso lo que ocurrió, mi señor? Usted, teniendo en sus manos al pelele de Mei, inicialmente desataste
los lacres atados sobre nosotros, Gigas, en las más diversas regiones y...
- Y, mediante el sacrificio de sangre de los Santos y de dos de mis queridos hermanos, finalmente volví a la
vida en el mundo presente.
- Y esta mujer, señor? – Pregunta Pallas, tragando en seco.
Esta es Echidna – Responde Typhon – La última de las mujeres Gigas. Ella abriga en sí mi cuerpo carnal, el
receptáculo de mi voluntad.
- Ah, entonces ya estaba preparando su propia reencarnación! – Exclama Pallas, finalmente
comprendiendo el plan de su maestro.
- Si, el cuerpo carnal que Echidna guarda en su vientre abrigará mi voluntad – Y entonces, en un tono un
tanto desanimado: Hasta eso, estaré hospedado en este cuerpo horrendo.
- Realmente que cuerpo horrendo! – Una voz surge de las sombras, de donde emergen tres figuras.
- Mis hijos – Dice Typhon, sin mirar a los recién llegados.
Pallas no entiende nada:
- Quirri! Hijos?
- Mis hijos, engendrados por Echidna en otros tiempos, criados en la cuna del Tiempo Estancado. Los sellos
fueron rotos – Typhon no llama a sus hijos por sus verdaderos nombres: Si lo hiciese, ellos verterían sangre
por las orejas y enloquecerían. De la misma forma, si los hijos mencionasen el nombre de Typhon, la
lengua les sería arrancada y ellos perderían el habla.
Así las sombras se presentan ellas mismas a Pallas:
- Orthos, el Maléfico Can Bicéfalo.
- Chimaira, la Bestia Pluriforme.
- Ladon, el Dragón de Cien Cabezas.
- Hijos, ofrezcan su alma para mi resurrección.
Las tres figuras se arrodillan en silencio delante de la voluntad del dios de los Gigas.
CABELLERA
Península del Peloponeso, extremo sur de los Balcanes.
- Aquí tampoco hay nada – Dice Seiya para sí mismo, al examinar la pared de piedra. Él reconoce la luz
débil que ilumina levemente la caverna, donde con certeza no llegan rayos del sol. Es la misma que vio en
las profundidades del Monte Etna, donde Typhon estaba aprisionado – Con certeza este lugar fue parte de
las Tierras Sagradas de los Gigas – Concluye el Santo de Bronce de Pegaso.
Esta caverna es bastante menor que la del Etna. No tiene templos, apenas ruinas de un altar de piedra.
“Extraño...”, piensa el joven. “Tengo la impresión de que alguien estuvo aquí hasta hace poco”. Seiya
parece sentir los resquicios de un Cosmo, pero no hay señal de los enemigos. Con excepción de
murciélagos, el Santo es la única criatura viva allí. Él no tiene otro remedio que dejar la caverna atrás.
Anochece en Atenas, el lugar sagrado de la guerrera protectora de la Tierra. Yulij, de la constelación de
Sextante, en un vestido y una túnica escarlata, está en el observatorio estelar del Santuario. A su lado, el
Santo Mei.
- Parece un mar de sangre – Comenta Mei, que viste una camiseta y pantalón negro, moderno, en
contraste con la vestimenta clásica de la joven – Desde cuando el atardecer es tan rojo bermellón?
- La erupción del Etna fue la mayor de los últimos siglos – Explica Yulij – La polvadera volcánica formó una
espesa capa en la estratosfera, bloqueando la luz solar, por eso el cielo está rojo bermellón. Según los
investigadores de la Fundación Graad, en los próximos tres a cinco años, la incidencia de la luz solar sobre
la superficie terrestre va a disminuir en más de 10% - Inestabilidad climática, perjudica la agricultura, falta
de alimentos... la cosa es seria – Suspira Mei.
- Tú estás bien? – Pregunta Yulij, con una expresión preocupada.
Yo iba a preguntarte exactamente lo mismo.
- Estoy bien.
Yulij había sido gravemente herida al ser secuestrada por los Gigas, pero parece estar casi totalmente
recuperada. Hasta su máscara, que Mei había quebrado cuando estaba sobre el dominio de Typhon, está
totalmente intacta, cubriendo su rostro.
- No tienes problemas en usar la máscara por encima de los vendajes?
- Qué se puede hacer? Ese es el dogma – La tradición dice que toda mujer que está con los Santos debe
abandonar completamente su feminidad, escondiendo siempre su rostro.
El piso destruido del observatorio, donde antes se veía un mapa del zodiaco es testigo del ataque de Mei.
- Sabes cual es el otro dogma? – Pregunta Yulij, en un tono casi pícaro, antes de colocarse en posición de
ataque, intentando aplicar un golpe en la garganta de Mei, con un golpe, o sable de mano – Para un Santo
Femenino, ser vista con el rostro expuesto es más humillante que verla desnuda en público. Si alguien ve
su rostro, el Santo Femenino tendrá que matar a esa persona.
- Esa regla la conozco – Sonríe Mei, ignorando los poderosos puños de Yulij contra su persona – Entonces
mataste a los médicos? Cómo es que te operaron la cabeza sin mirar?
- Los médicos son otra historia...
- Hey, no tenías otra alternativa? – Continua Mei.
- Amar a quien viese tu rostro?
- Te estás burlando de mí – Suspira Yulij – Que imprudente. Crees que no soy capaz de matarte?
- No tienes motivo. Infelizmente no vi tu rostro. Al menos, no lo recuerdo. Mis recuerdos de cuando estaba
sobre el poder de Typhon son confusos. Sé que quebré tu máscara aquí mismo... pero no consigo recordar
los detalles.
- Que amnesia más conveniente – Dice Yulij, recogiendo su puño, medio a regañadientes – Si fuera a amar
a un hombre irresponsable, prefiero creer que no viste mi rostro... Dónde se vio que un despistado como
tú, sea ordenado Santo... Las estrellas deben estar protestando. Qué tipo de aprendizaje tuviste con tu
maestro?
- Ah, de varios tipos... – Responde Mei, pensando – Aprendizaje de vida.
- El destino de tu constelación es bastante menos agradable que eso – La voz de Yulij suena ahora
entristecida. Ella levanta los ojos al cielo. La coloración púrpura de la puesta de sol va siendo gradualmente
sumergida en las tinieblas.
- Está difícil divisar las estrellas, eh? – Comenta Mei.
De hecho, la atmósfera parece estar cubierta por una densa niebla.
- Typhon cubrió el cielo estrellado con cenizas. Con eso no consigo divisar directamente el mundo o el
futuro – Lamenta Yulij – Y a tu constelación, Mei, es más difícil divisarla que a las otras – Continua,
apuntando un punto en el cielo.
En el lado oeste del firmamento sobran aún las últimas constelaciones de primavera. Un poco encima de
Virgo, entre las estrellas Denébola y Arturo, se encuentra la constelación de Cabellera de Berenice. Es un
conjunto de pálidas estrellas: Por más limpio que esté el cielo, visualizar en ella los largos cabellos de una
mujer es un verdadero ejercicio de imaginación.
- Puede no parecer, pero en ella están galaxias enteras – Explica Yulij.
- Por eso la llaman “Ventana de Galaxias”, no es así?
- Pues, vean eso... – La joven está sorprendida con los conocimientos de astronomía de Mei.
- Son galaxias distantes – Continúa Mei – Podemos divisarlas porque está al norte de la Vía Láctea, en un
pedazo de cielo donde tiene menos estrellas.
Yulij cambia debido a algo:
- Estoy preocupada por Seiya y los otros que fueron tras pistas de Typhon, todos los que son capaces de
caminar están en esa búsqueda, en este momento solo hay Santos heridos en el Santuario.
- Typhon no es como los dioses del Olimpo, que quieren el dominio de la Tierra – Reflexiona Mei – No
sabemos que realmente pretende, es eso algo asustador.
- Pensé que los Gigas querían dominar el planeta...
- Puede ser... Pero los Gigas son como esclavos presos por el temor de Typhon. Una voluntad divina
corrupta como la de él jamás estará satisfecha, a no ser que destruya todo, y al final, a sí mismo.
- Cuando fuiste marioneta de Typhon, tocaste su “voluntad”? – pregunta Yulij – Yo se que prefieres
olvidarlo, pero me gustaría saberlo aún así.
Mei esconde el rostro, como si estuviese recordando una pesadilla.
- Ven conmigo a la biblioteca – Continúa Yulij, tomando su mano – Quiero oír lo que tienes que decir.
En el margen norte del Mar Negro: Una región de Ucrania, antiguamente conocida como Citia.
- Tampoco es aquí – Dice Hyôga. Una pared bloquea su avance.
La Cloth de Cisne, blanca-azulada, y los cabellos rubios del joven brillan levemente en la oscuridad, prueba
de que esta fue una de las Tierras Sagradas de los Gigas. En la caverna vacía vemos apenas restos de un
altar de piedra.
- Este olor... es el olor de Typhon – continúa Hyôga para sí mismo, frotándose la nariz. Su Cosmo capta una
sensación anormal en el aire – Es como si fuese un rastro mezclado de una voluntad maligna... talvez el
propio Typhon ha pasado por aquí. Pero para qué?
Los rastros dejados eran insuficientes para cualquier conjetura.
- Yo tenía un miedo terrible de disgustar a Typhon y exponerme a su temor – Cuenta Mei.
- Como los Gigas? – Pregunta Yulij.
- Es... yo entiendo porque los Gigas le rinden culto a Typhon. Es un dominio psicológico absoluto...
suficiente para que ofrezcan su propia vida en sacrificio.
- Sabes que es el Calabozo del Tiempo Estancado? – Yulij anota con cuidado todas las informaciones
brindadas por Mei.
- Es una especie de sello temporal. Typhon selló a los Gigas sobrevivientes de la antigua Gigantomaquia en
diversas partes del mundo. Al contrario de él, que es un dios y por tanto inmortal, los otros Gigas no son
diferentes a los humanos, tienen una vida terrenal limitada. Detener el tiempo fue la única manera de
hacerlos volver con su cuerpo físico después de tantas eras.
- Un don secreto de los dioses – Suspira Yulij.
- Después de poseer mi cuerpo... – Continua Mei.
- Typhon rompió las ataduras temporales y trajo a los Gigas de vuelta a la vida.
- Cuántos Gigas renacieron?
- Solo recuerdo a cuatro: Agrios, Thoas, Pallas y Enkelados.
Pero hay algo extraño allí... – Comenta Yulij, pensativa – Según los registros del Santuario, Typhon y todos
los Gigas fueron sellados por Athena.
- Tiene sentido que la diosa haya sellado a Typhon, que es inmortal. Pero no habría razón para dejar a los
Gigas vivos dentro de las ataduras. Esos libros históricos del Santuario son confiables? – Pregunta Mei.
- Dicen que “verdad” y “realidad” son conceptos diferentes. Es la misma cosa con historia y realidad. La
revuelta de Saga, por ejemplo: Es un desafío decidir como ella va a constar en la historia oficial.
- De cierta forma, sería correcto decir que el Santo de Oro de Géminis fue poseído por sentimientos
malignos y asesinó al Gran Papa – Sugiere Mei.
- Pero transmitir eso para los Santos del Futuro...
- No es muy apropiado – Completa Yulij.
- El oficial mayor dice que Saga sufría de esquizofrenia, tenía dos personalidades, una de justicia y otra del
mal.
- Saga en sí no era el mal absoluto – Concuerda Yulij. – Pero trató de traicionar a Athena y provocó una
crisis interna que causó la muerte de un número enorme de Santos.
- De cualquier forma, Athena, la guerrera defensora de la Tierra, debe siempre aparecer en la historia
fundamentada por justicia inamovible e inmaculada por victorias incuestionables – Dice Mei, con ironía.
- Vaya, hablas cosas peligrosas con la mayor cara de inocente! – Comenta Yulij – Si el Maestro Nicole lo
supiese, de hecho que te quitaría el título de Santo...
- Entonces queda entre nosotros, verdad? – Dice Mei – No quiero quedar en el recuerdo de ser el Santo
que tuvo el menor tiempo con el título.
- Voy a hacerte el favor de no escribir lo que dices – El tono de voz de Yulij continúa serio – Lo que la
historia oficial de Athena precisa son las Guerras Santas y la verdad histórica de las victorias. Eso dará
coraje para que los Santos de las próximas generaciones enfrenten el combate. No hay necesidad de
conservar registros de los Santos que sufrieron amargados entre la justicia y el mal o que sintieron
compasión por los enemigos.
- Athena es justicia – Concuerda Mei.
- Exactamente. Quien dude de eso nunca va a conseguir ser un Santo de verdad, defender aquello que
precisa.
- Tu rostro – Mei cambia de tema – Hablar con una mujer sin expresión es más asustador que enfrentar a
Typhon.
- No puede ser peor que mirar esa sonrisa tonta – Responde la joven, levantando los hombros.
- Por qué tu nombre es Yulij? Insiste Mei – Es nombre de hombre, no es así?
- No es mi nombre verdadero. Los Santos deben romper todos los lazos con la sociedad mundial, pudiendo
incluso abandonar su nombre de familia. No sé si es el caso de Seiya, de Shun, de Hyôga... pero son pocos
los Santos que usan el nombre que sus padres les dieron.
- Nosotros somos hermanos, hijos de un mismo padre, pero fuimos criados como huérfanos – La voz de
Mei se vuelve seria – Desde el comienzo, no teníamos nada que perder. Mei y solo Mei, Seiya es Seiya,
Shun es Shun, Hyôga es Hyôga...
- Es que ustedes son hijos de las estrellas. Filosofa Yulij – Yo uso nombre de hombre por cuestión de
espíritu.
- Aquel parloteo de que una mujer que se vuelve Santo Femenino debe abandonar su feminidad? Mei
vuelve a su tono sarcástico – Eres tan anticuada!
- Y tu un malcriado.
- Déjame adivinar: Tu nombre verdadero es Yulia.
- Además de malcriado, eres simplón. Haciéndome esas preguntas. Que es ese color de cabello? Está a la
vista que es artificial! La raíz es negra!
- Ese cabello, si quieres saber... – Dice Mei, sonriendo – Es una prueba de respeto a mi maestro.
- Pero Yulij ya perdió la paciencia con el parloteo burlón de Mei. Juntando rápidamente las cosas sobre la
mesa, la joven se levanta y desaparece por el fondo de la biblioteca.
- Yulij – Dice Mei, soltando un suspiro. Y susurra para sí mismo: - En japonés, ese es un nombre muy
femenino...
Pocos textos hablan de la Gigantomaquia en los registros históricos del Santuario. En los libros oficiales, no
hay una línea siquiera – Explica Nicole a Athena, mientras ella se acomoda en el trono de la Sala del Gran
Papa.
- Eso ocurre porque la Gigantomaquia no fue una Guerra Santa.
- Sí, diosa. El hecho es que no tenemos informaciones concretas que puedan indicar el paradero de Typhon
– Por esa razón, Nicole recolectó pistas de lugares relacionados a Typhon y se basó en poemas épicos y
fábulas, enviando a los Santos a esos lugares en busca del dios de los Gigas – Muchas veces las leyendas
traen la realidad escondida dentro de sí.
- En esta batalla, el tiempo no será nuestro aliado – Dice Athena.
- Tiene razón, diosa. A cada minuto que pasa, Typhon recupera más su real poder, volviéndose un enemigo
cada vez más poderoso. La prioridad es localizarlo cuanto antes.
- Pero no estamos dejando el Santuario desprotegido? – Interrumpe Tatsumi.
- Por eso llamamos a un Santo más: Kiki ya retornó de Rozan.
- Nicole! – Athena está sorprendida.
- Él debe cumplir sus obligaciones de Santo – Responde Nicole, firmemente.
Los Doce Templos del Zodiaco son los recintos dorados de las constelaciones, la espina dorsal del
Santuario. Los signos de Aries, Tauro, Géminis y así sucesivamente dan nombre a los templos en el camino
que lleva al Templo de Athena, con los Santos que las protegen.
- Entonces fue aquí que ocurrió la Batalla de los Doce Templos... – Mei dejó hace poco la biblioteca en el
interior del Santuario, y ahora sobre las escaleras de los Doce Templos.
El espacio de los templos está totalmente lleno por la protección de las estrellas. Ningún paranormal, por
más poderoso que sea, consigue tele transportarse en las escaleras o el interior de los templos. La única
forma posible de recorrer el camino es por las gradas que Mei sube en este instante.
Los Santos de Bronce, como Seiya, Shun y Hyôga, hermanos de Mei, lucharon aquí contra el mal oculto en
el interior del Santuario, protegiendo a Saori Kido, la diosa Athena. Los detalles están registrados en la
historia oficial, pero es importante tener en mente que las batallas de los Doce Templos fueron combates
entre los Santos de Bronce y los de Oro durante la llamada revuelta de Saga.
“Trágico... Santos luchando entre sí”, piensa Mei, entristecido al recordar que muchos Santos perdieron su
vida en esas confrontaciones. Él no participó de la lucha porque en esa época ya estaba sobre el dominio
de Typhon, en el Monte Etna.
La noche está serena. Mei recorre el Templo de Géminis, que debería estar protegido por Saga, llegando
entonces hasta el cuarto templo, el de Cáncer.
- Otro templo sin guardián – dice Mei para sí mismo.
El lugar, que debería estar brillante y blanco como la Vía Láctea, se encuentra pesado y turbio como ruinas
abandonadas. Mei está sin palabras. De repente, se oyen pasos. El joven se voltea para atrás.
- Eres tú, Shiryû? – Pregunta, reconociendo inmediatamente al Santo, a pesar de que los dos no se
encuentran en años.
- Quien es...? Este Cosmo...
- Soy yo, Mei.
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Saint Seiya Gigantomachia Tomo 2
Historia CortaEditarVigilar esta páginaLeer en otro idioma Saint Seiya Gigantomachia Saint Seiya Gigantomachia (聖闘士星矢 ギガントマキア Seinto Seiya Gigantomakia?) es una novela inspirada en el manga y animeSaint Seiya, conocido como Los Caballeros del Zodiaco, es un spin...