2. Solas, ¿quién dijo miedo?

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Al llegar a casa, su madre salía de la cocina con Ethel en brazos. La pequeña, al verla entrar por la puerta, lanzó sus bracitos hacia ella.

—Tienes la comida en la mesa. Si quieres comer, vamos, si no, no me preocupa lo más mínimo. Vamos, Rosy, vamos a dormir.

—Tiene tres años por todos los... no es justo que la encierres en su habitación día y noche.

—Si tan bien crees que sabes lo que es justo o no es justo, encárgate tú de ella —dijo de golpe, dejándola en sus brazos—. Volveré el día 30 para preparar su equipaje y llevarla a Santa Bárbara. —Y salió de allí dando un portazo.

Ven, princesa, vamos a la cocina —dijo ella, dejándola en el suelo. La sentó en una silla de verdad y se sentó a comer. De repente, se dio cuenta que la niña miraba su plato con curiosidad. Sin duda alguna, tenía mucho mejor aspecto que su comida—. Tú también quieres comida de verdad, ¿eh? —Le dio un poco pensando irónicamente "crema de verduras, seguro que se atraganta" y la niña saboreó con interés, para terminar poniendo cara de vinagre—. Y mamá se cree que eres subnormal, si lo más normal del mundo es que a los niños no les gusten las... verduras —enmudeció al ver a la niña levantarse de su silla y correr hacia el cajón de los cubiertos. Ella también quería—. Eso no es tan normal —rió. Se levantó, alzó a la niña y esta abrió el cajón y cogió una cuchara.

Muy bien, pero otra vez, trata de pedírmela, ¿de acuerdo? —La pequeña puso cara de ¿whats?— Mira, así: "Cuchara". A ver, hazlo tú. —La niña repitió el gesto, y ella se la dio. Repitieron el gesto otras tres veces y volvieron a la mesa. Compartieron el primer plato y Ema terminó su comida.

¿Qué podemos hacer ahora?—preguntó a la niña, la cual puso cara de pensar y salió disparada hacia la puerta—. ¿Quieres ir al parque? —La niña asintió—. Eso no vale, lo tienes que decir. "Parque" —La niña intentó repetir el gesto, aunque no le salió tan bien como el de "cuchara", pero solo por la cara de ilusión que tenía, salieron. Como acto reflejo, Ema cogió el carro, pero Ethel puso cara de vinagre y negó con la cabeza enérgicamente—. Qué lista es mi chica. Vamos, dame la mano.

Al llegar al parque, la niña empezó a correr ilusionada. Hacía mucho que no iba porque la bruja (como llamaba a Dora en su fuero interno) no la dejaba salir de casa, y menos con "Ma" (Desde que se había dado cuenta que, aunque no pudiera hablar en alto, sí que podía hacerlo en su cabeza, le gustaba llamarla así, porque no sabía "pronunciar" su nombre completo). Ema se emocionó al ver a la niña corretear detrás de ardillas, palomas y todo tipo de fauna. Dos horas más tarde, compraron un helado para cada una y una bolsa de gusanitos para la niña. Disfrutaba como una enana viéndola pringarse de arriba abajo con el dulce y más aún cuando, al terminarlo, se abrazó a ella y cerró los ojos. Estaba agotada, y con razón—. Vamos a casa, amor.

Al cruzar la verja del jardín, Dora salía de la casa con una maleta en la mano. ¿Sería verdad que se iba todo el mes?

—Así que no necesitaba dormir... te crees que sabes mejor que yo lo que le conviene, ¿eh?

—Lleva tres horas jugando, es más que comprensible que esté cansada —respondió, buscando en su bolso las llaves.

—Me voy a casa de Fred. Apáñatelas como puedas, pero no me molestes. ¿No querías actuar como lo que eres? Ahora puedes hacerlo.

—Claro que lo voy a hacer —respondió tranquilamente, abriendo la puerta de la casa y dejando a su madre con la palabra en la boca. Subió al cuarto de la pequeña y la metió en la cama, arropándola. Cuando pudo dejar de observarla, salió sin hacer ruido y empezó a recoger su cuarto, con la música puesta.

A las 8:30 empezó a preparar la cena y cuando estuvo casi lista, subió a despertar a la niña. Pero al ver que dormía plácidamente por necesidad, y no por costumbre, la dejó. Acarició su carita de ángel y entonces se dio cuenta de que algunos de sus rasgos no eran los de una niña normal. Una lágrima rodó por su mejilla.

—Lo siento, mi ángel. —Sin poder detener sus lágrimas, bajó a la cocina y cenó en soledad. Cuando terminó, recogió los trastos y los puso en el lavavajillas. Subió a su cuarto e intentó dormir, sin éxito. Hacía tiempo que un reloj lejano había dado 12 campanadas cuando una carita apareció por su puerta.

Hola, vida. ¿Qué ocurre?

—"Cuchara" —gesticuló, con cara de sueño.

Tienes hambre, ¿eh? Ven, vamos a la cocina. —Había preparado para ella crema de zanahoria y la dejó comer sola, sin quitarle la vista de encima. Algún día le tendría que dar comida sólida, pero era cierto que le daba miedo, por si se atragantaba de verdad. Cuando la niña terminó, señaló su plato. Quería más cosas. De segundo había preparado un poco de pescado... perfecto para comenzar. Cuando se aseguró de que no tenía espinas, le puso un trozo en su plato y la observó detenidamente, llevándose una grata sorpresa al ver que sabía masticar. Cuando su plato quedó limpio, se levantó de su silla—. Eh, Ethel, ¿ya está? —La niña asintió en respuesta—. No, dilo tú, "ya está".

—"Ya está". —Repitió la niña.

¿Vamos a dormir? —La pequeña negó, con lo que pasaron el rato con nuevos gestos y juegos, hasta que cayó rendida.

El resto de la semana pasó parecido. Salieron al parque, a pasear, a perseguir a las palomas, al jardín a tomar el sol,... e incluso a la piscina, que según Dora "estaba ter-mi-nan-te-men-te prohibido para Rosamunda". Pasaron un rato jugando en la parte baja de la piscina mediana (pues Ethel se había aburrido pronto de la pequeña) y salieron a tostarse al sol. Ahí estaban cuando, deteniéndose en sus juegos, la pequeña prestó atención a algo nuevo para ella: su adorada "Ma" tenía una pupa en la tripa (una cicatriz a la altura del apéndice)

—Ethel... —Acarició su carita para que le hiciera caso—¿Qué ocurre, princesita? —La niña señaló su cicatriz con cara de preocupación, lo que hizo que a Ema se le saltara una lágrima—. No te preocupes, mi amor, no me duele.

—"No me lo creo"—pensó la niña, y haciendo caso omiso de las palabras de la mayor, besó su pupa con cariño, igual que ella le hacía cuando se caía o se hacía daño. Al caer el sol, volvieron a casa.

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Hola hola¡ Veo que hay quien lee pero no se manifiesta... vergonzos@@@@s¡¡ Jajaja. Hoy hay que darle la bienvenida a , que nos lee desde Argentina. Ema, Ethel, dadle la bienvenida, chicas¡¡ Vaya, parece que están vergonzosas hoy... Como comentaba, hay varias fuentes de letra. La cursiva es sistema bimodal (gestos y palabras) y cuando solo hay gestos, estarán entre comillas. A lo largo de la historia habra momentos en los que se hable también en castellano, francés y... no recuerdo qué más pero avisaré.

Mañana espero colgar el siguiente capítulo, aunque sé que este es cortito

A reason to be brave (2.0)Where stories live. Discover now