Capítulo único: Tóxico.

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Ya me cansé de aguantar a toda la gente, la presión social es muy grande y me parece agotador el hecho de solo ver a una persona caminar por ahí, los seres humanos me agotan. Bueno, si digo la verdad, no todos. Queda una persona que me da un poco de esperanzas en el hecho de que todavía, quizás, sienta alguna cosa positiva hacia la gente: Daniel.

Es de las mejores personas que conocí nunca, sin dudarlo. De las mejores cosas que me podría pasar, es tan especial, tan importante e irremplazable que no sé qué haría sin él. Siempre supo cómo ayudarme, y el solo hecho de hablarle cuando estoy triste puede subir mágicamente mi estado de ánimo. Lo mejor de todo es que casi nunca sabe que estoy así, no me gusta preocuparlo, él ya tiene sus propios problemas. Me gusta poder ayudarlo con eso, aunque no lo logro casi nunca, porque soy un inútil, pero creo que al menos puedo comprenderlo y apoyarlo, entiendo cuando tengo que dejar de hablar e irme o sé qué consejos darle, más o menos, no soy tanto de dar mi opinión sobre los problemas de otros, no me gusta, prefiero estar ahí apoyando a la persona que otra cosa.

Lo cierto es que se merece algo mejor, bueno, no "algo" mejor; se merece realmente lo mejor del mundo. Me apena no poder dárselo, pero no siempre tengo que ser yo, claro. Me encantaría que a su vida llegaran personas que les hicieran bien, oportunidades que pudiera aprovechar y le gustaran, todo; que tuviera una vida fácil. Aún así, no quiero que se olvide de mí. Siento que cuando conozca gente mejor nos vamos a ir distanciando y esa idea me hace sentir realmente como la mierda. No quiero perderlo, no me gusta pensar en el día en que todo esto termine (porque sí, todas las cosas tienen un principio y un final, lo eterno no existe), pero no puedo evitarlo. Es una situación que se repite en mi cabeza mil veces, de diferentes formas, y siempre me repito lo mismo: no puedo perder a alguien tan importante. Y admito que este pensamiento es malo, no da más de tóxico. Yo no puedo más de tóxico.

A veces pienso en alejarme. Sí, irónicamente, no quiero perderlo pero pienso en alejarme por mi cuenta. No hagan caso, soy estúpido y me comporto como tal. Pero, yendo al caso, ¿por qué pienso en alejarme? Simple, y ya lo dije antes: soy una persona tóxica. Todos tenemos actitudes tóxicas, en la Tierra no hay un solo ser humano que se comporte como un ángel, no existe gente tan pura, lo siento. Yo trato de guardarme mis actitudes tóxicas lo más posible. Todo lo que sea visto como negativo, al cajón. No quiero hacer que nadie se sienta mal, mucho menos las personas que son importantes para mí. Dicen que eso me lastima (y no lo niego) pero por lo menos no hay ningún tercero que se sienta mal. Somos mis actitudes tóxicas y yo, nadie más.

Aunque, no me malinterpreten, esto no es bueno. Me lo dicen todo el tiempo (porque digo que me guardo cosas pero nunca digo qué cosas) pero no soy capaz de entrar en confianza como para volcar mis sentimientos negativos en otro lugar que no sea la escritura o mi cuarto, mis cosas; yo. No soy capaz de comunicarlo de otra forma, y como por papel mi familia tiene posibilidad de encontrarlo (no gracias), lo hago por acá.

Yo no hablo a la gente de mis cosas porque sinceramente tengo miedo. Miedo de que me rechacen, traten mis problemas como pelotudeces, miedo de que me manden a la mierda, tengo mucho miedo de lastimar a las personas con lo que diga, así que siempre cuido mucho mis opiniones y me las guardo. Mi imaginación me dice cosas horribles de todos, y no puedo ignorar esas ideas. Ese "te dijo que te quiere pero era una joda", el "es obvio que solo te está usando para reírse un rato con sus amigos", varios "cómo si le fueras a importar realmente, no vales una mierda", "tiene gente mil veces mejor de la que preocuparse". Y así es como voy alejándome de las buenas personas, y quienes son tóxicos se aprovechan de ello; a ellos les gusta tenernos en sus manos, jugar con nosotros; y no pueden dejarnos ir.

En mi caso ellos se confiaron, pensando que no me iría, yo tenía un corazón bastante ciego y me dejé engañar. Sin embargo, para asegurarse de que no iba a irme, me sujetaron ambas manos con pesadas cadenas de hierro, y me encerraron en una habitación oscura y sucia, sin apenas luz natural. Siendo esta la que entraba por una rejilla muy alta en una esquina de la pared.

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