Esencia de oscuridad 2

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La oscuridad brillaba con  la luz intermitente de su alma, aquella luz como esencia pura llamada amor.
Una lámpara encendida, toda la noche, sería la mejor compañía para su soledad; mientras
sus ojos ,entreabiertos,  no lograban  conciliar el sueño, sus párpados con un ritmo constante , se abrían y se cerraban intentando  dominar al insomnio portador de minúsculos y olvidados recuerdos.

Llegaban las preocupaciones que como torbellinos de angustia, lograban que Abel  permaneciera despierto, dando vueltas, en su cama, por horas.
Con pesar sentía que su vida y que los días, de alguna manera, estuvieran vacíos e inconclusos, que sus noches, simplemente deberían brillar sin luna.
Revisaba en su memoria los casos a resolver de los pacientes que asistían a las consultas.

El paso de los años había convertido a Abel Cruz en un hombre más pacífico, generoso y paciente, era amiguero y saludaba con todas las personas de su alrededor.
Le gustaba leer, escuchar música, le apasionaba la psicología, la metafísica, la docencia, los animales, masticar chicle, la naturaleza,  los chocolates ...
Su rostro sereno y sus facciones simétricas, sus ojos grandes y negros de largas y rizadas pestañas, nariz perfilada, su piel bronceada y su cuerpo atlético, atraían las miradas de algunas mujeres y en ocasiones las pacientes se veían envueltas en algún romanticismo platónico.

Lucía elegante , vestía con camisa, terno y corbata en una gama y combinación de colores  y sobriedad, en ocasiones, la sobriedad terminaba cuando usaba zapatos deportivos con pantalón de casimir , camisa y corbata o blue jean  con leva y camiseta.

La bondad de su ser se transmitía en sus ojos negros envueltos de misterios, pequeñas arrugas y ojeras como sombras grisáceas del insomnio por su triste palpitar.

Krystell -su esposa- era enfermera, trabajaba por las noches y cuando dormía en casa le molestaba que Abel se mantuviera despierto por algunas horas o cuando él lograba dormir, los ronquidos rítmicos acompañados de silbidos rompían su calma convirtiendo la pacífica noche de los sueños en reclamos y discusiones que terminaban en la que uno de los dos debía buscar otro lugar para dormir o se acurrucaban con disimulo en la cama de su hijo.
Por lo general era Abel quien debía abandonar la discusión y con pasitos firmes  caminaba a oscuras y con tropiezos salía de una habitación matrimonial fría y solitaria a una soledad confidente y amiga.

La esposa se alejaba aún más de su marido y se dirigía a él dando golpes y sacudiendo la almohada.

-¡Abel, Abel! ... ¡estás roncando!, ¡no me dejas dormir!

Abel, sobresaltado, se reincorporaba y le contestaba sin hablar con claridad:

-¿Qué sucede Krystell?, ya baja la voz
-No me dejas dormir, me asustan y me estorban tus ronquidos, debes buscar una solución o puedes dormir en otro sitio.
- Discúlpame, ¡ por favor! Contestaba Abel muy preocupado y somnoliento.
-¡No puedo, no puedo, descansar!, todas las noches o ¡son los ronquidos! o ¡es la luz  encendida  de la lámpara!, ¡ o vuelve el insomnio .!
-¡ Discúlpame! , ya me voy contestaba Abel sin deseos de responder ni una sola palabra.
Abel se quedaba sentado en medio de la oscuridad, se levantaba y se iba en silencio.
Ella seguía con sus lamentaciones y se quedaba dormida con una variedad de palabras inconclusas.

Su esposo había aprendido ha disimular, a moldear la indiferencia  con la serenidad y el conformismo frente a todas las circunstancias que aquejaban la rutina de sus días.

La mujer tenía ojos rasgados y claros que resaltaban con la piel trigueña, su nariz  ancha, boca pequeña, el cabello muy corto,  lacio y rojizo.
Ella no usaba maquillaje ni labial, le desagradaban los aretes , le gustaba llevar en su cuello cadenas tejidas de colores, no le agradaban los perfumes, ni la moda; de tal forma, que lucía muy sencilla y se mostraba poco agraciada.

El PALPITAR DE LOS ESPIRITUS.    Esencia de luz 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora